La especie humana puede, si lo desea, trascenderse a sí misma –no solo esporádicamente, un individuo aquí de una forma, otro allí de otra, sino en su totalidad, como humanidad. Necesitamos un nombre para esta nueva creencia. Quizá transhumanismo pueda servir: el hombre permanece como hombre, pero se trasciende a sí mismo, realizando nuevas posibilidades de y por su naturaleza humana. «Creo en el transhumanismo»: cuando haya suficientes personas que verdaderamente puedan decir esto, la especie humana estará en el umbral de un nuevo tipo de existencia, tan diferente de la nuestra como la nuestra lo es de la del Hombre de Pekín. Estará por fin cumpliendo conscientemente su destino real. JULIAN HUXLEY,Nuevos odres para vino nuevo (1959)Nada de cambio diario. Nuestro cuerpo de hoy es el de ayer; hoy, todavía el de nuestros padres y antepasados; el del constructor de cohetes y el del troglodita no se diferencian en casi nada. Es morfológicamente constante; dicho en términos morales: no libre, recalcitrante y rígido. Visto desde la perspectiva de los aparatos: conservador, no progresista, anticuado, no revisable, un peso muerto en la evolución de los aparatos. En resumen: los sujetos de la libertad y no libertad se han intercambiado. Libres son las cosas; no libre es el hombre.GÜNTHER ANDERS,La obsolescencia del hombre, vol. I, 2011, p. 49
Si ha habido quienes no han visto inconsistencia alguna en afirmar que mi cuerpo es mío, en el sentido de que se trata de una posesión material adjudicada de algún modo a un estrato personal más profundo que me constituye como lo que soy y que parece ser radicalmente distinto del propio cuerpo, el transhumanismo va más allá en el desapego de la carne y proclama que mi cuerpo actual es una forma contingente y dispensable de mi existencia que pronto podrá ser superada gracias a los avances en la ciencia y la tecnología. Permítame el lector que comience explicándole, si es que aún no lo sabe, por qué tiene interés este asunto, y particularmente por qué empezó a interesarme a mí mismo.
En 2015, mientras realizaba una estancia de investigación en el Oxford Uehiro Centre for Practical Ethics, uno de los centros principales de investigación sobre la ética aplicada y el biomejoramiento humano, bajo la dirección de Julian Savulescu, pensé que no sería mala idea escribir un libro que iniciara en estos asuntos al lector en lengua española. En inglés y en otros idiomas europeos había ya abundante literatura, pero no tanta en español. De hecho, en forma de libro había todavía muy poca, y la que existía era de desigual calidad. Entre las reflexiones que más me habían influido por entonces estaba, por un lado, el libro pionero de José Sanmartín, publicado en la temprana fecha de 1987,Los nuevos redentores. Reflexiones sobre la ingeniería genética, la sociobiología y el mundo feliz que nos promet