: Matilde Moreno Martínez
: Relatos legendarios: historia y magia de España Desde los orígenes a los Siglos de Oro
: Castalia
: 9788497405584
: 1
: CHF 3.10
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 203
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Este volumen, muy apropiado para personas interesadas en el pasado legendario de nuestro país, recoge una serie de relatos cortos y cautivadores, tejidos con ingredientes de la verdad histórica, la imaginación y la fantasía del pueblo creador. ¿Cómo han surgido estas anónimas composiciones, fruto de la memoria colectiva de una comunidad? Los puntos de partida pueden ser bien diferentes; las épocas, diferentes también, pero siempre con un elemento común: aportar magia a lo cotidiano. Los objetos raros o llamativos, los personajes singulares, la génesis de la propia geografía, nuestra antiquísima historia, o las tres heridas (la de la vida, la de la muerte, la del amor, en palabras de Miguel Hernández) que acompañan al ser humano y generan los temas reiterados de todas las artes, han dado origen a estos relatos.

 

EL RECAUDADOR
DE SALOMÓN


 

 

LA HISTORIA

 

El tiempo interno de esta leyenda hace referencia al reinado del rey Salomón (sobre los años 900 antes de Cristo) y a la construcción del templo que mandó edificar. Salomón fue rey deIsraele hijo de David; conservó todas las conquistas de su padre y mantuvo su dominio sobre el territorio comprendido entre la frontera de Egipto, el Mar Rojo y el río Éufrates. Elevó la monarquía judía al más alto grado de prosperidad e hizo levantar suntuosas construcciones, entre ellas el famoso templo de Jerusalén del que habla la leyenda. No obstante, la cronología es muy imprecisa.

 

 

LA LEYENDA

 

 

Por ello he decidido edificar

un templo al nombre de Yahvéh, mi Dios...

Reyes, 5, 19

 

Salomón, rey de los judíos, era hijo de David, el segundo rey hebreo, el vencedor de gigantes,[58]cuya música de arpa calmaba las melancolías del rey Saúl, al que sucedió. Luchó sin tregua, sin tranquilidad, sin sosiego, contra los enemigos de Israel, pero, a pesar de sus desvelos por afianzar sus fronteras y dar prosperidad a su pueblo, David no era feliz; se lo impedía su debilidad de carácter (como si Saúl le hubiera transmitido las melancolías que pretendía ahuyentar con su arpa), pero, sobre todo, le torturaba, pesándole en lo más hondo de su corazón, no haber podido cumplir el mandato de su Dios: construir un templo tan grande y fastuoso[59]que ningún otro, nunca jamás, pudiera competir con él. Ese hubiera sido el homenaje de David a la gloria de su dios.

Salomón, hijo de David, intentó hacer de su reino una gran monarquía: ensanchó sus fronteras hasta Egipto y se casó con la hija del faraón; se alió con el rey de Tiro[60]y cuidó del comercio y la metalurgia. La riqueza y prosperidad de su pueblo eran envidiadas y envidiables.

Pero su fama no se limitaba a la prosperidad económica de Israel, porque, además,