: Pier Paolo Pasolini
: La religión de mi tiempo
: Nórdica Libros
: 9788418930805
: 1
: CHF 8.00
:
: Lyrik
: Spanish
: 272
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Pasolini no solo fue el principal cineasta de su generación en Italia, sino también el mayor poeta. Poseedor de diferentes lenguajes estéticos, llamaba a sus películas «cine-poemas». Fue un intelectual incómodo e incalificable, un erudito lingüista, filólogo y teórico de la literatura, además de un humanista que manejaba con soltura varias lenguas y se movía cómodo en el mundo de la filosofía, el materialismo histórico, el psicoanálisis, la antropología cultural y la historia del arte o de las religiones, lo que le hace prácticamente incomparable con ningún otro intelectual del siglo xx. Esta edición bilingüe presenta su principal obra poética desde 1957 a 1971, con traducción del excelente poeta, experto en poesía italiana, Martín López-Vega. Suyo ha sido el reto de traducir la poesía de Pasolini, una mezcla de tragedia, lucidez crítica y un goce dionísiaco que abre los sentidos a la experiencia física (y metafísica) de la vida siempre al borde de la catástrofe.

Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922 - Ostia, 1975) Poeta, novelista, autor de obras teatrales, crítico literario, ensayista y polemista, Pasolini es una de las figuras cruciales de la cultura italiana del siglo xx. Personalidad compleja y provocativa, en su faceta de escritor intentó revalorizar lo popular como vehículo de expresión de la realidad. Entre sus obras poéticas destacan La mejor juventud o Las cenizas de Gramsci, y entre sus novelas Una vida violenta, Mujeres de Roma y, sobre todo, Chavales del arroyo. En 1961 inició su carrera cinematográfica, en la que defendió el lenguaje popular y la investigación abierta y adogmática de la realidad. En sus películas inserta escenas líricas con el más descarnado realismo, lo que convierte su obra en una de las más originales de nuestro tiempo

EL HOMBRE QUE NUNCA SE ESCONDIÓ

«Pasolini no amaba la furtividad: ni en cuestiones eróticas, ni en ninguna otra.» Esa es la premisa con que Enzo Siciliano arranca suVita di Pasolini para desmontar la teoría oficial de la muerte del escritor. Pasolini nunca se escondió: amaba provocar, escandalizar, cuando aún esas palabras tenían un sentido; cuando provocar, escandalizar, podía hacerse con una función. Nunca la provocación de Pasolini fue gratuita. Su modo de provocar era levantar pavesas para mostrar la tierra que había debajo, desmontar el decorado oficial (ese «espacio abstracto» de Lefebvre) para mostrar que si el mundo (con sus frustraciones, sus censuras, sus mitos, sus morales, sus prohibiciones) es como es, no es porque tenga que ser así, porque solo pueda ser de un modo, sino porque hay quien quiere que sea así.

Y el modo favorito de Pasolini (para quien la felicidad solo podía encontrarse en la libertad; para quien la felicidad era, por tanto, un imposible, pero un imposible en cuya búsqueda valía la pena perder la vida) para mostrar eso consistía en mover una pieza de sitio. Cambiar de lugar una pieza que siempre ha estado en el mismo lugar obliga a ver la realidad desde un ángulo nuevo (político, desde luego), forzando a reinterpretar el significado de cada elemento, especialmente de aquellos cuyo sentido dábamos por supuesto. Es lo que mueve toda su obra, y baste como ejemplo su idea de proponerle al poeta ruso Eugeni Evtuchenko que interpretase a Jesucristo en su filmEl Evangelio según san Mateo. En 1963 le escribía a Moscú explicándole las razones de semejante ofrecimiento:

[…] ¿Cómo se me ha ocurrido? Tal vez sepas que yo no soy un director… serio, y que no busco a mis intérpretes entre los actores: hasta ahora, para mis filmslumpenproletarios, los he encontrado, como se dice en Italia, «en la calle».

Para Cristo, un «hombre de la calle» no sería suficiente: a la inocente expresividad de la naturaleza es necesario añadir la luz de la razón. Y entonces he pensado en los poetas. Y pensando en los poetas he pensado en ti el primero.

A todo el mundo le parecerá extraño que te elija para hacer de Cristo a ti, un comunista. ¿Pero no soy yo acaso un comunista? Las razones ideales de esta obra mía son muy complejas. Te las simplificaré transcribiendo el primer texto de mi película: «Esta película quiere contribuir, en la modesta medida que se puede permitir a una película, a la obra de paz iniciada en el mundo por Nikita Jrushchov, Juan XXIII y John Kennedy» (Pasolini, 1994: 246).

Difícil, si no imposible, leer la poesía de Pasolini como una manifestación separada del resto de su obra (novelas, películas, su recientemente descubierta faceta de pintor). La poesía es, con todo, el sistema nervioso de toda su producción, el laboratorio donde sus ideas se decantan y quintaesencian para luego disolverse en las distintas formas narrativas. Él mismo, en un texto escrito para una selección de sus poemas publicada en 1970 por la editorial Garzanti, habla de sus películas y dice que las hizo «como poeta». En ese mismo texto explica sus primeros pasos como tal. Después de explicar que fue su madre quien le contagió el amor por la poesía, tras enseñarle un soneto que concluía con el verso «y amores por ti yo tengo muchos», fue un poeta épico a los trece años («de laIlíada aOs Lusíadas», confiesa), que no evitó el encuentro con Carducci, Pascoli o D’Annunzio. Una fase que acabó cuando, durante una clase en Bolonia en el liceo Galvani, en 1937, el profesor sustituto, Antonio Rinaldi, leyó a la clase un poema de Rimbaud. Vino después el gran período de los llamados «herméticos» (Montale, Quasimodo, Ungaretti) y las primeras amistades literarias: Francesco Leonetti, Roberto Roversi, Gaetano Arcangeli, Alfonso Gatto. En 1942 paga de su bolsillo la publicación de