: Gertrude Kiel
: Historias de astronomía Todo lo que el cielo puede contarnos
: Ediciones Siruela
: 9788418859977
: Las Tres Edades / Nos Gusta Saber
: 1
: CHF 9.70
:
: Naturwissenschaft, Technik
: Spanish
: 256
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Acompaña a William, un niño muy curioso, a descubrir qué ocurre en el universo, más allá de lo que alcanzamos a vislumbrar. Un libro emocionante y ameno que nos introduce en el mundo de la astronomía. Historias de astronomía es un recorrido apasionante por los misterios que habitan el universo, mucho más allá del cielo estrellado que vemos cada noche. Conoce a Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, Ole Rømer e Isaac Newton, entre otros científicos que, movidos por la curiosidad y las ganas de entender el comportamiento de los astros, inventaron instrumentos y máquinas fascinantes para lograr grandes descubrimientos. Planetas y estrellas, telescopios, luces titilantes y manzanas que caen, así como anécdotas curiosas y divertidas de astrónomos e inventores, forman parte de este sensacional viaje.

Gertrude Kiel, autora danesa que a menudo se inspira en las cosas que suceden cuando la ciencia se encuentra con la ficción, pero le interesa que sepamos distinguirlas bien. Es autora de la novela The Time Chase.

CAPÍTULO 1
 
La tía Gunvor la Gruñona — o de cómo comenzaron las peores vacaciones de la historia


GUNVOR,LA TÍA de William, no era precisamente de las que hacen tortitas. O dibujan. O te llevan de paseo y te preguntan el nombre de tus mejores amigos. O si te divierte jugar al fútbol y trepar a los árboles. No, de eso nada. A ella los niños no le hacían ni pizca de gracia; en realidad, William no estaba muy seguro de que alguien le hiciera gracia.

Y a William, ¿qué más le daba?, te preguntarás tal vez. Pues le daba. Porque resulta que la tía Gunvor era su única familia. Aparte de sus padres, claro.

Y es que, si tienes parientes a troche y moche —tías, tíos, abuelos, primos y primas—, una tía algo gruñona siempre es más llevadera, ¿no? Una. Pero cuando es la única que tienes, y de abuelos y esas cosas nada de nada..., si encima tu padre es médico y lo han destinado a Etiopía... y para colmo tu madre tiene que irse a hacer un curso de una semana entera... sí, una semana en-te-ri-ta, y para colmo en plenas vacaciones... y tu única familia es la tía Gunvor la Gruñona... Pues sí, entonces la cosa parece más peliaguda.

 

—Arreglado —había dicho su madre para animarle mientras colgaba el teléfono con una sonrisita bastante fastidiosa—. La tía puede cuidarte. Seguro que lo pasas fenomenal, ya verás.

Eso último, desde luego, no era verdad. Hasta su madre se daba cuenta. William había escuchado toda la conversación y no le quedaba duda de que si iba a pasar una semana entera en casa de la tía Gunvor no era porque a ella le apeteciese, que se diga.

 

 

De manera que allí estaba, a la puerta del extraño adosado de su tía, agarrado a su madre con una mano y con una mochila en la otra, preguntándose cómo era posible tener las manos tan llenas y sentirse tan vacío.

Su madre había llamado al timbre y ahora daba pataditas en el suelo, de pura impaciencia, mientras miraba el reloj.

—Ojalá que no se le haya olvidado —murmuró, mientras William, con los ojos cerrados, pensaba: «Ojalá que sí».

Pero no, claro; no se le había olvidado. Solo que tardó va