: Peter Sloterdijk
: Ira y tiempo Ensayo psicopolítico
: Ediciones Siruela
: 9788416280254
: Biblioteca de Ensayo / Serie mayor
: 1
: CHF 10.50
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: Philosophie
: Spanish
: 292
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
«Uno de los mejores libros recientes de Peter Sloterdijk.»Fernando Savater, El PaísEn este libro Peter Sloterdijk contempla la ira como factor político-psicológico que impulsa de forma decisiva la historia de Occidente hasta nuestra época más reciente, marcada por el terrorismo. En el umbral mismo de la tradición europea, o sea, en la Ilíada, ya aparece de forma relevante. Si se tiene en cuenta que los antiguos griegos la consideraban portadora de desgracias y, por esa vía, generadora también de héroes, ¿cómo es posible que, poco tiempo después, sólo sea permitida en situaciones muy concretas? ¿De qué forma se despliega en las tradiciones culturales posteriores, a partir de la santa ira de Dios, donde se puede ver un primer concepto de la justicia entendida como equilibrio? ¿Cuáles han sido los mecanismos que han servido a los movimientos revolucionarios para presentarse como administradores de una especie de banco mundial de la ira? ¿Por qué vías nos encontramos de nuevo con la ira? A estas preguntas responde Peter Sloterdijk con su propuesta de «ejercicios» de equilibrio a fin de no provocar batallas superfluas y «no dar por perdido el curso del mundo». Inconfundible seña de identidad del pensamiento y de la escritura de Peter Sloterdijk es su capacidad para insertar las cuestiones más actuales en una historia de larga duración y, de ese modo, fijar de nuevo la condition humaine presente desde contextos inesperados y trasfondos desconocidos.

Peter Sloterdijk (Karlsruhe, Alemania, 1947) , uno de los filósofos contemporáneos más prestigiosas y polémicos, es rector de la Escuela Superior de Información y Creación de Karlsruhe y catedrático de Filosofía de la Cultura y de Teoría de Medios de Comunicación en la Academia Vienesa de las Artes Plásticas. De su extensa obra pueden destacarse, entre otros, su novela El árbol mágico y sus libros ensayísticos El pensador en escena, Eurotaoísmo, Extrañamiento del mundo (Premio Ernst Robert Curtius 1993) y El desprecio de las masas.

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El negocio de la ira en general


Oh, la venganza: la venganza

es un placer reservado a los sabios.

Da Ponte, Mozart,Las bodas de Fígaro, 1786

No hay contemporáneo que no haya tomado nota de que los Estados y poblaciones del mundo occidental y, dando un rodeo por éstos, las restantes partes del mundo, se irritan desde hace más de una década por un nuevo tema. Desde entonces, los bienintencionados disparan la alarma a diario con preocupación medio fingida: «¡El odio, la ira y la enemistad irreconciliables han vuelto a emerger de repente entre nosotros!». Una mezcla de fuerzas ajenas, insondable como la mala voluntad, se ha infiltrado en las esferas civilizadas.

De forma comparable, algunos moralmente comprometidos argumentan con un realismo lleno de reproches. Ponen el acento en el hecho de que estas llamadas fuerzas ajenas no nos pueden resultar tan ajenas. Lo que muchos fingen vivir como una experiencia horrible es, según los moralistas, sólo el reverso delmodus vivendi casero. El final de esta simulación es inminente. «¡Ciudadanos, consumidores, transeúntes, es hora de despertar del letargo! ¡No sabéis que aún tenéis enemigos y no queréis saberlo porque habéis elegido la inopia!» Las nuevas llamadas a la conciencia adulta quieren imponer la idea de que lo real no está desactivado, ni siquiera en el interior de la gran burbuja de irrealidad que se sitúa como una envoltura maternal alrededor de los ciudadanos del mundo del bienestar. Si se considera real aquello que puede hacernos frente como portador de la muerte, entonces el enemigo representa la encarnación más pura de lo real, y con la reaparición de la posibilidad de enemistad se anuncia el retorno del antiguo estilo de lo real. Por lo demás, de esto se puede aprender que sólo se impone un tema estimulante cuando de una irritación resulta una institución, con portavoces visibles en la lejanía y trabajadores estables, con servicio de atención al cliente, presupuesto propio, reuniones de expertos, trabajo de prensa profesional y continuos informes acerca del frente del problema. El nuevo invitado fijo, el espíritu de venganza, puede reclamar todo esto en su propio beneficio. Puede decir de sí mismo: irrito, luego existo.

¿Quién podría poner en tela de juicio que los alarmistas, como siempre, tienen casi toda la razón? La mayoría de las veces, los habitantes de las naciones pudientes noctambulan en un pacifismo apolítico. Pasan sus días en una insatisfacción dorada. Mientras tanto, en los márgenes de las zonas de la felicidad, aquellos que molestan, incluso sus verdugos virtuales, profundizan en manuales de química de explosivos que han tomado prestados de las bibliotecas públicas del país de acogida. Una vez que uno haya hecho sonar la alarma en sí mismo, se sentirá como si tuviera ante los ojos la cabecera de un documental angustioso. Lo inofensivo y su opuesto se montan en una secuencia de perfidia impresionante, lo uno a continuación de lo otro, por una dirección que es consciente del efecto. Las imágenes que pasan ante los ojos no requieren comentario alguno: los padres modernos abren conservas para sus pequeños; las madres, empleadas y con doble carga, meten la pizza en el horno precalentado; las hijas revolotean por la ciudad para hacer valer su feminidad naciente. Bellas vendedoras de zapatos aparecen en la puerta del comercio con un cigarro durante un minuto de tranquilidad y responden a las miradas de los transeúntes. En los suburbios, estudiantes extranjeros, con el alma de piedra, se ciñen el cinturón de explosivos.

El montaje de tales escenas sigue una lógica de fácil comprensión. No pocos autores que sienten la vocación del educador político, entre ellos editorialistas neoconservadores, políticos antirrománticos, exegetas iracundos del principio de realidad, católicos tardíos y críticos del consumismo movidos por la repugnancia, querrían, como se ha señalado, volver a acercar los conceptos básicos de lo real a una población de ciudadanos demasiado despreocupados. Para conseguir este fin citan los correspondie