Capítulo 1
El retorno a casa
Elora miraba a su abuelo mientras conducía, se había vuelto a quedar dormida, y despertó pensando en la reacción de él, al contarle su inverosímil historia. Todavía no podía creer que estuviera llevándola a casa, y además con intenciones de pasar una temporada lejos de su humilde y tranquila morada. Además de tener algo de contacto con el mundanal ruido, sentía una afinidad con él, bastante sospechosa. Realmente eran de generaciones muy diferentes, y ella se sentía comprendida y apoyada por él, hasta unos límites algo extraños, y justo, cuando sonreía por ello, su abuelo se giró para mirarla y le correspondió con otra de sus encantadoras sonrisas, así llamadas por su abuela.
—Hola, abuelo. ¿Por dónde vamos ya?
—Hola, Lori, nos quedan un par de horas, ¿cómo te encuentras?
—Mejor, ya no me duele la cabeza.
—Me alegro, hija.
—Gracias, abuelo —dijo mirando a su abuelo, asomando alguna lágrima en sus ojos.
—Pero Lori, ¿ahora vas a llorar? Después de todo lo que has vivido, no tienes que bajar la guardia; tenemos mucho trabajo por delante y tienes que ser fuerte, eso es lo que has aprendido recientemente, ¿no?
—Sí, así es, abuelo, pero algo que no he aprendido es a controlar las emociones, y ahora estoy comprobando la felicidad que siento al sentirte tan cerca en todo esto, ¿sabes? Has sabido entender perfectamente que a veces las preguntas son mucho menos efectivas de lo que nos pensamos, y has pasado directamente a mi lado sin saber siquiera cuánto te iba a costar, y lo que tendrías que sacrificar.
—¿Por qué dices eso, Lori?
—Porque todavía no tenemos ni idea de lo que vamos a tener que hacer, ni siquiera sabemos cómo empezar con una tarea de difícil comprensión en nuestro mundo, qué vamos a decir a la gente para que nos ayude y a su vez ayudar a mis amigos; ni siquiera puedo hablar de ellos con la veracidad que se merecen. ¿Tú crees que alguien me creerá?
—Alguien lo hará, Lori. Ahora no deberías preocuparte por quién te va a creer o no.
Y de pronto, algo cortó la conversación que mantenían, una niebla lo había invadido todo, era de día, así que resultó muy extraño lo que estaba pasando, no se veía bien; el abuelo bajó bastante la velocidad, para poder adaptar su visión al nuevo escenario e, intentando visualizar, pudo ver cómo algo más oscuro que la mismísima niebla se movía al fondo; mientras se acercaba habiendo bajado ya mucho la velocidad, podía con más nitidez apreciar que se trataba de algo muy grande; estaban tan asustados que no