Prólogo a la décima edición
Completé el manuscrito de este libro en una época de prosperidad aparentemente ilimitada. Los innovadores de la tecnología y los capitalistas que decidían arriesgarse amasaban fortunas rápidamente, y compraban ostentosas supermansiones como las que yo misma había limpiado en Maine y mucho mayores. Incluso las secretarias de algunas empresas de alta tecnología conseguían enriquecerse con susstock options. Abundaba la cháchara sobre una conquista permanente del ciclo de los negocios, y parecía que el capitalismo norteamericano estaba imbuido por un nuevo espíritu de descaro. En San Francisco, una valla publicitaria de una empresa por internet proclamaba «Haz el amor y no la guerra», y después, más abajo, «Al demonio, basta con hacer dinero».
CuandoPor cuatro duros: cómo (no) apañárselas en Estados Unidos se publicó en mayo de 2001, empezaban a aparecer grietas en la burbuja de internet y la bolsa parecía flaquear, pero el libro supuso evidentemente una sorpresa, incluso una revelación para muchos. Una y otra vez, durante los años siguientes a la publicación, se me acercaban personas y empezaban la conversación con un «nunca pensé…» o «no me había dado cuenta»… Ante mi propio asombro,Por cuatro duros: cómo (no) apañárselas en Estados Unidos ascendió rápidamente en la lista de los libros más vendidos y empezó a ganar premios; de todos ellos, me siento particularmente orgullosa del Christopher Award, concedido por un grupo católico a libros que «reafirman los más altos valores del espíritu humano». Inspiró un documental de A&He llamado «Wage Slaves» y se adaptó en una obra dinámica y divertida que se ha representado en los principales teatros así como en salas más pequeñas por todo el país. En docenas de comunidades se consideró un «texto comunista», incluidas Rochester Minnesota, Appleton Wisconsin, Hanover New Hampshire, y Peoria Illinois.
Me había preparado para las críticas cuando el libro salió, pero hubo muy pocas que tuvieran cierto fundamento y llamaran mi atención, y la única controversia que levantó el libro era ridícula y no tuvo repercusión. En 2003, la Universidad de Carolina del Norte de Chapel Hill estableció como obligatoria la lectura dePor cuatro duros: cómo (no) apañárselas en Estados Unidos para todos los nuevos estudiantes, cosa que promovió que un grupo de estudiantes conservadores y legisladores del estado dieron una conferencia de prensa en la que denunciaba que mi libro no era más que el «típico desvarío marxista» y un trabajo de «pornografía intelectual sin ninguna característica que pudiera redimirlo». El mismo grupo publicó un anuncio de una página completa en elRaleigh News y en elObserver, que no hablaba apenas del libro, pero donde se me acusaba de ser marxista, atea y una declarada enemiga de la familia americana, lo que se demostraba por mi perdurable convicción de que las familias de madres solteras merecen el mismo apoyo que las de parejas casadas. En programas de radio de Carolina del Norte, los entrevistadores me recibían preguntándome: «¿Qué tal sienta ser el Anticristo de Carolina del Norte?» y cuestiones igualmente desafiantes.
Sin embargo, mientras yo disfrutaba de la publicidad gratuita, el personal de limpieza del campus de la UNC-CH usó todo el ruido mediático en beneficio propio al presentarse en el trabajo con camisetas y placas en las que se leía «Pregúntame cómo vivo con cuatro duros». Resultó que el personal de limpieza llevaba años luchando para que se reconocieran sus derechos sindicales, y precisamente quien se oponía era la misma administración que aparentemente había aprobado mi libro como material de lectura para los alumnos de primer año. Mi implicación tuvo un broche de oro cuando el personal de limpieza y los estudiantes de postgrado que trabajaban allí me invitaron —con mi propio dinero, por supuesto— a dar mítines a los trabajadores del campus, aunque, desgraciadamente, no consiguieron el reconocimiento de su sindicato.
En los años posteriores a la publicación del libro, me han planteado cientos de veces la misma pregunta: ¿a qué creía que se debía mi éxito? Siempre concedo todo el mérito al tique de reembolso de cien dólares que mi editor da a todas las personas que compran el libro, que es lo mismo que decir que no tengo ni idea. No obstante, en este caso, creo que en parte comprendo la popularidad del libro entre las personas de clase media, al menos en comparación con la de cualquier otro texto que hubiera podido escribir sobre el tema de la pobreza. EnPor cuatro