UN VIAJE INCREÍBLE.Prólogo del rabino Arie Folger
Poco antes de la reunión semestral del Comité permanente de la Conferencia de Rabinos de Europa, el rabino jefe Pinchas Goldschmidt, presidente de la Conferencia, me preguntó si estaba dispuesto a dirigir una Comisión que, con ocasión del 50º aniversario del concilio Vaticano II, debía preparar una respuesta al n. 4 de la declaraciónNostra aetate. Por entonces yo no tenía la mínima idea de que —a consecuencia del documento que aún no existía en ese momento, yo habría de tener una confrontación pública por escrito primero en contra, después con el papa emérito— me reuniría personalmente con el papa que ocupaba la Sede vaticana en ese momento y habría de conocer después, personalmente, al papa emérito. Además era como mínimo inverosímil que se desarrollaría entre nosotros una correspondencia que habría de suscitar un interés internacional y mi humilde persona habría de ser citada en las revistas católicas de teología.
Y, sin embargo, esto es lo que ha sucedido precisamente. El interés despertado por esta confrontación es grande y esto demuestra que en el siglo XXI los seres humanos no solo muestran interés por el diálogo interreligioso, sino también por la teología.
Sobre la base de las numerosas conferencias de prensa en diferentes lenguas podemos decir que el documento de los rabinosEntre Jerusalén y Roma ha sido un pleno éxito que entrará en los anales de la historia. Es el primer documento de este género por parte de los judíos ortodoxos, suscrito no por rabinos particularesad personam, sino por organizaciones internacionales de relieve: la Conferencia de Rabinos de Europa (CER), el Consejo Rabínico de América (RCA, por sus siglas en inglés) y el Gran Rabinato del Estado de Israel.
Igualmente grande ha sido el interés de nuestra recíproca correspondencia, que tuvo su origen con la publicación del escrito de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI,Gracia y llamada sin arrepentimiento. En ese escrito, que recogemos en este libro, el papa emérito intenta proyectar luz sobre algo que, desde mi punto de vista de observador exterior, puede ser definido como el campo de tensión entre la fidelidad a la propia tradición, en particular a la vía católica a la salvación, por una parte, y, por otra, al significado de la irrevocable y duradera alianza de Dios con el pueblo de Israel.
Cuando leí este escrito me di cuenta inmediatamente de que era una réplica a un pasaje del texto de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo. En el texto que lleva como títuloLos dones y la llamada de Dios son irrevocables, la Comisión sostenía la tesis de que los judíos tienen parte en la salvación de Dios y definía esta tesis como «un misterio divino insondable». La definición de misterio permitía a la Comisión evitar explicar cómo es posible, desde el punto de vista cristiano, que los judíos, a pesar de seguir tenazmente aferrados a su vía de salvación y de no aceptar la vía cristiana, tengan parte en la salvación de Dios. EnEntre Jerusalén y Roma hablamos de diferencias inconciliables y profundas, sobre todo en lo que respecta a la identidad del Mesías y la doctrina trinitaria.
Por otra parte, es bien comprensible que muchos católicos consideren insuficiente esta declaración. De ahí que, en mi crítica a Benedicto, mostrara yo comprensión en este punto. Nosotros, los judíos ortodoxos, estamos tenazmente aferrados a la ley de nuestra religión y cuando la ley ata nuestras manos en el diálogo interreligioso y nos prohíbe cualquier cosa nos sometemos a la voluntad de Dios y aceptamos los límites con los que debemos conducir este coloquio. En este caso, nosotros esperamos de los socios de nuestro diálogo interreligioso que muestren comprensión y respeten nuestros límites al respecto. Nosotros solo queremos discutir mirándonos