Nota preliminar. Las fuentes documentales
Antes de comenzar, resulta conveniente tratar acerca de las fuentes que nos van a permitir conocer nuestro viaje.
Lo primero que puede resultarnos asombroso es saber que, pese a que han pasado ya quinientos años, se conservan cientos de documentos relacionados con la expedición. En su mayoría se trata de manuscritos originales —o copias coetáneas— que se conservan principalmente en el Archivo General de Indias de Sevilla y, en menor medida, en elArquivo Nacional da Torre do Tombo (Lisboa), aunque también hay algunos otros documentos muy relevantes en otros archivos.
Entre este inmenso legado encontramos información muy diversa, que principalmente fue generada o recopilada en su día por los oficiales de la Casa de Contratación de Indias de Sevilla, un organismo creado algunos años antes por los Reyes Católicos con el fin de gestionar la logística necesaria para las expediciones al Nuevo Mundo. Esta tarea la ejercían de forma muy eficaz, si nos atenemos a su manera de trabajar en lo relacionado con esta expedición.
La Casa de Contratación registraba con especial celo todo aquello que supusiera un coste, de manera que, gracias a ello, hoy podemos conocer hasta el más insignificante detalle de qué fue lo que se embarcó en las naos, el sueldo estipulado para cada tripulante, de dónde procedía cada uno o el nombre de sus familiares más allegados, además de los pagos que se les fueron realizando tras la vuelta y un sinfín de otros pormenores. La Casa de Contratación también recibía y guardaba los escritos con las disposiciones reales oreales cédulas, en las que vamos a poder conocer el parecer de Carlos I acerca de todo tipo de cuestiones relacionadas con la organización de la expedición.
El grueso de estos documentos nos va a servir para averiguar cómo se gestó la expedición y qué pasó tras su regreso, pero ¿qué hay acerca de lo que sucedió durante el viaje? En este caso, los archivos guardan diferentes testimonios que se tomaron ante escribano, que era la manera acostumbrada por entonces de dar fe pública a un documento. Así, por ejemplo, tras el regreso de Elcano, tanto él mismo como el piloto Francisco Albo y el barbero —quien ejercía como enfermero— Hernando de Bustamante contestaron a diferentes preguntas que les formuló el alcalde De Leguizamo, y en ellas relataban su versión de diferentes hechos, tales como la muerte de Magallanes o la disputa que este mantuvo con el capitán Juan de Cartagena. Algunos de estos documentos incluso nos cuentan el viaje casi completo, como la declaración que hizo el grumete Martín de Ayamonte, huido en la isla de Timor, al narrar a los portugueses que más tarde lo encontraron cómo había llegado hasta allí.
Hay muchos otros testimonios parciales de los tripulantes, como el que fue tomado a varios responsables de la expedición antes de partir, declarando las dificultades que hubo para reclutar gente, o los escritos de los oficiales de la Casa de Contratación dando noticias al rey de lo que venían contando los llegados a bordo de la nao San Antonio tras su regreso prematuro desde el estrecho de Magallanes. Contamos también con el testimonio que mandó tomar Magallanes tras el motín del Puerto de San Julián, o el conocido comoLibro de las Paces, en que se asentaron los acuerdos amistosos firmados con los reyes locales de diferentes islas asiáticas por las que pasaron.
Además de ello, tenemos una copia coetánea delDerroterode Francisco Albo, el piloto griego, aunque de origen probablemente genovés1, que compiló en un largo texto las posiciones observadas diariamente, lo que nos permite conocer dónde estuvieron cada día, en general con un grado de precisión excelente. Resultan también de una gran relevancia las relaciones de fallecidos, en las que se anotaba el día y causa de la baja de cada tripulante. Contamos con dos de estas relaciones: la que vino en la nao Victoria con un listado completo, y otra específica de las bajas que se produjeron entre los tripulantes que quedaron en la nao Trinidad para intentar volver desde las Molucas hasta España por el Pacífico.
Por si todo esto no fuera suficiente, algunos de los supervivientes al viaje escribieron largos textos en los que narraron las diferentes vicisitudes por las que pasaron, aunque en ningún caso han perdurado sus t