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El origen
En algún muy denso y lejano lugar de este universo, algo sorprendente está por suceder. Allá, más allá de los más distantes supercúmulos, rociados en toda su inmensidad por millones de coloridas y multiformes galaxias aún en expansión. Mucho más allá de todo lo concebido hasta ahora, donde prevalece el silencio, antes del silencio mismo, porque no hay energía, no hay movimiento y no hay vibración. Entonces, tampoco puede haber luz, por lo que reina una profunda oscuridad.
Es una especie de vacío cósmico, donde antes todo era quietud y calma, pero ahora late una alegre expectativa. Es la potencia de todo aquello que es posible, de todo lo que puede llegar a ser y a existir en este universo que, por eso mismo, no tiene fin. Es el mágico estado fundamental en el que, como de un sombrero de mago, de la nada se sacan continuamente maravillas.
Pero, ¿qué se necesita para que ocurra? Pues, es necesario ese asombroso primer acto del entendimiento, es decir, una idea. Una pequeñísima idea que progresa en la inteligencia ilimitada de Dios, hasta hacerse grande. Y de seguro es una idea única, oportuna, ingeniosa y sabia. Aunque no se basta a sí misma, necesita de un plan y de la disposición para imaginar todos y cada uno de sus detalles. La intención de darle la forma más adecuada y el deseo constante, que no está dispuesto a rendirse ni a renunciar. La emoción y la pasión para impregnarla de la mejor energía. También amor, generoso e intenso, para llenarla con el aliento capaz de darle vida. Ah, y por supuesto… ¡creer en ella! Porque lo que se cree, se crea. Así es el comienzo de cada cosa que existe de aquí al infinito.
¡Todo está dispuesto!
El silencio es quebrantado por un silbido de viento, como cuando atraviesa por una rendija. El sonido se propaga hasta hacerse cada vez más y más intenso, más y más estridente. Una fuerte sacudida anticipa la enorme explosión de luz que sobrecoge las tinieblas y anuncia un nuevo comienzo. Es así como, aparentemente de la nada, surge una nebulosa de luminosos tintes violeta y brillos multicolor. La nube de gases y polvo de estrellas, empieza a agitarse en ondas circulares que llegan una tras otra y tras otra. Van acompañadas por un rumor como el del mar que, como espuma, acaricia la playa en su vaivén.
Justo en medio del agitado borboteo, una gota de este océano cósmico se esfuerza por desprenderse del todo. Trepita por la tensión que genera en la superficie cuando hala con ímpetu hacia arriba. Consigue formar un remolino, como un trompo invertido, que retumba cual torrente al girar en dirección contraria a las manecillas del reloj. Salpica, un poco aquí y un poco allá, chispas de colo