: Paul Claudel
: La Anunciación a María
: Ediciones Encuentro
: 9788413393520
: 2
: CHF 8.70
:
: Dramatik
: Spanish
: 222
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
A la vez brutal y religiosa, simbolista y romántica, poética y realista, La Anunciación a María es probablemente la obra más emblemática y popular de su autor. Claudel trabajó sobre ella durante más de veinte años, despojándola de toda retórica y convirtiéndola en una pieza fraguada lenta y detalladamente, en la que todo signo reenvía más allá de la palabra misma. Violaine, la chica hermosa y feliz, Pierre de Craon, el genio constructor y doliente, Anne Vercors, el padre sabio y lejano estos y otros personajes se graban en la memoria del lector en una obra llena de fuerza y poesía. Un drama 'a la vez humano y sobrehumano' que, en palabras del autor, es 'representación de todas las pasiones humanas integradas en el plano católico'. 'En un tiempo acostumbrado a amores con raíces mucho menos profundas, esta obra es fundamentalmente la invitación a un camino cuya extensión temporal no puede ser menos que la de toda la vida' (del prólogo de Alicia Saliva).

Paul Claudel (Villeneuve-sur Fère 1868 - París 1955) fue un poeta y dramaturgo francés. El hecho más significativo de toda su vida será la conversión al catolicismo en 1886, después de haber perdido la fe años antes. Tras un largo combate espiritual, el escritor saldrá seguro de su misión de poeta como revelador del sentido de lo real. Licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas, entra en la carrera diplomática y dedicará gran parte de su vida a viajar por el Lejano Oriente, Estados Unidos y Europa. En 1906 se casa con Reine-Marie Perrin, con la que tendrá cuatro hijos. Su obra es extensísima. Se inicia con obras políticas derivadas del simbolismo francés, sobre todo de la obra de Rimbaud y Mallarmé, movimiento del que se distanciará tras su conversión. Escribe una serie de dramas o misterios dramáticos que muestran las grandes preocupaciones del autor francés: Tête d'Or (1890), La ville (1893) y La jeune fille Violaine (1892). Entre la producción lírica destacan: Cinq grandes odes (1910), La cantate à troix voix (1914), etc. Pero realmente la obra de madurez la componen los grandes dramas: La Anunciación de María (1912), El zapato de raso (1919-1924), Cristóbal Colón (1927) y Juana de Arco en la hoguera (1938).

Presentación a la presente edición

La Anunciación a María: el drama cotidiano del amor

«¿Quién puede querer a una leprosa?»1

El amor atraviesa de forma especial la obra preferida de Paul Claudel,La Anunciación a María. Un texto en el que no hay espacio para la mera conceptualización, como afirma el autor en una carta a su amigo André Gide: «Es más emocionante y conmovedor queEl rehén, sin palabras filosóficas»2. Claudel trabajó esta obra durante más de veinte años, despojándola de toda retórica y convirtiéndola en una pieza fraguada lenta y detalladamente, en la que todo signo reenvía a algo más allá de la palabra misma.

El amor, sí, pero… ¿cuál?, ¿cómo?, ¿de dónde viene?, ¿qué amor se nos propone a través de estas páginas? Lejos de presentarlo como un sentimiento dulce o una pasión momentánea, Claudel encarnará en el recorrido de sus personajes, poco a poco, una nota dominante y nada facilista del amor. El poeta afirma ante el mundo algo poco convencional: para amar y crecer en el amor no son suficientes ni la intención ni la pasión, tampoco un mántrico estado de armonía o la ternura que nace de nuestro interior, un día sí y otro no.

El drama del amor enLa Anunciación nos depara una única e inconfundible plenitud. En las escenas de esta maravillosa obra se va desplegando una naturaleza, una ley del amor que no resultaría comprensible si no tuviera carne y sangre: «el amor es ser para, ser para el Ideal, ser para el designio total, en él la belleza y la justicia están a salvo»3.

Violaine, la joven protagonista, no está sola como personaje en esta concepción radical del amor; la encarnan y transitan también, mostrando sus diferentes facetas, el padre de Violaine, Anne Vercors, y el constructor de catedrales, Pierre de Craon. En ellos es imperioso un querer que va más allá de sus pobres y limitadas vidas, un Amor que se inserta en lo humano y lo exalta, quebrando sus límites espaciotemporales. En un tiempo acostumbrado a amores con raíces mucho menos profundas, esta obra es fundamentalmente la invitación a un camino cuya extensión temporal no puede ser menos que la de toda la vida.

Esta naturaleza humana abierta hacia el otro y hacia el mundo se dice a través de diálogos, imágenes, metáforas. Paul Claudel llama a estas metáforas vivas motivos escénicos oacteurs permanents, alrededor de los cuales giran como los rayos de una rueda todos los personajes y situaciones de la obra. Veamos brevemente algunos de ellos: la puerta, el anillo, la lepra.

La puerta: cruje y tiembla por entero la vieja hoja

Una puerta, pesada y con cerrojos complicados, abre la obra. Es la metáfora que domina el extenso prólogo: ya en la primera acotación escénica se describe una puerta de granero difícil de abrir en la que se ven representadas dos imágenes, san Pedro con las llaves y san Pablo con la espada, claro símbolo de las puertas de Jerusalén. A Violaine, mujer que abrirá esta puerta, se le permitirá ingresar en una plenitud de vida impensada. Queda anunciado el significado del amor como apertura —las llaves— pero no sin el sacrificio —la espada—.

Paul Claudel es un poeta enamorado de lo concreto ya que, como él mismo explica, los elementos cotidianos y hogareños pueden ser leídos como representación de aquella realidad eterna hacia la que señalan con su misma presencia:«Lo que era hogar se vuelve llama vigilante, la mesa deviene altar, la puerta será puerta del cielo»4.

Es notable la relación entre la puerta y el altar. Alejados espacialmente en una Iglesia, son los que más se aproximan en su significado ya que se determinan mutuamente, con frecuencia lo que se ve en la puerta es retomado en el retablo del altar. Ambos, puerta y altar, existen para dar paso a aquello que no conocíam