: Stefan Zweig
: Magallanes El hombre y su gesta
: CAPITÁN SWING LIBROS
: 9788412083064
: Ensayo
: 1
: CHF 7.50
:
: Biographien, Autobiographien
: Spanish
: 264
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
En 1518, un cuarto de siglo después de Cristóbal Colón, un exiliado portugués, Magallanes, logró convencer al rey de España, Carlos I, de que le proporcionara una flota con el fin de explorar el mar que separaba Asia de América, el continente descubierto por Colón unos años antes. A sus treinta y nueve años, estaba al mando de una flota de cinco barcos y 265 hombres, y comenzaba un episodio que marcaría la historia de la navegación y de la humanidad. Regresó tres años después en un barco improvisado, con solo dieciocho hombres. Un motín, frío, hambre, rivalidad, errores cartográficos..., de nada se salvará el célebre aventurero. Con su prosa fluida y elegante, Zweig narra la experiencia de Magallanes como una gran novela de aventuras, en el que sigue siendo el relato más bello sobre este viaje. Cuidadosamente documentada, la reconstrucción de su hazaña es un brillante cuadro de las condiciones económicas y políticas a comienzos del siglo XVI, y rinde tributo a la hazaña de un genio apasionado, que con unos insignificantes barcos dio la vuelta al globo, demostrando por primera vez su redondez.

En la cultivada y supercivilizada Viena, una ciudad única en el mundo, se forma Zweig, uno de los más populares escritores de este curioso período comprendido entre las dos guerras mundiales. A causa de sus ideas pacifistas, se exilió durante la primera guerra mundial en Zurich y Salzburgo. Tras casarse con su secretaria, se establece en Inglaterra, aunque a poco de estallar la segunda guerra mundial tuvo que buscar refugio al otro lado del Atlántico, en Brasil. Convencido de la definitiva destrucción de los valores culturales y espirituales europeos bajo la bota totalitaria del nazismo, se quitó la vida junto a su esposa en Río de Janeiro en el año 1942.

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Magallanes en las Indias

marzo de 1505 – junio de 1512

Los primeros barcos portugueses que salían del Tajo hacia la lejanía incógnita habían servido al descubrimiento; los segundos procuraban establecer relaciones comerciales con los nuevos territorios descubiertos, en un plan pacífico. La tercera flota ya presenta en su equipo un carácter guerrero. Ese triple ritmo caracterizará toda la época colonizadora que empezabael25 de marzo de 1505. Durante siglos se repetirá el mismo proceso: primero se erigirá la factoría; luego, la fortificación para su pretendido amparo. Al principio se negociará pacíficamente con los dominadores indígenas; después, así que se disponga de un número suficiente de soldados, se les tomarán las tierras y, con ellas, toda la mercancía. Diez años han pasado apenas, y Portugal, en medio de sus nacientes prosperidades, ya no se acuerda de que su única ambición era tener una modesta participación en el comercio de las especias de Oriente. Los buenos propósitos se desvanecen muy pronto en la bienandanza; desde el día que Vasco de Gama entra en las Indias, siente Portugal el prurito de echar fuera a las demás naciones.Considera África, las Indiasy Brasilcomo un coto particular. En lo sucesivo, desde Gibraltar a Singapur ya China, ningún barco cortará los mares ni se atreverá nadie al tráfico en todo el hemisferio si no pertenecen a la nación más pequeña de la pequeña Europa.

Magno espectáculo el de aquel 25 de marzo de 1505, cuando la primera flota de guerra portuguesa que ha de conquistar el nuevo imperio —el más extenso de la Tierra— sale del puerto de Lisboa: un espectáculo solo comparable en la historia al de Alejandro Magno atravesando el Helesponto; también aquí el propósito es arduo, porque la flota sale asimismo para subyugar no ya a un pueblo, sino a un mundo. Veinte buques esperan con las velas tensas el mandato del rey para levar anclas; no son barcas abiertas, de pequeña dimensión, como en tiempos de Enrique, sino anchos y pesados galeones con altos castillos a ambos extremos, poderosos barcos de vela con tres y cuatro mástiles y tripulados por hombres aptos. Al lado de los centenares de marineros ejercitados en la guerra, muévense a bordo no menos de mil quinientos soldados armados de punta en blanco y doscientos granaderos; hay, además, carpinteros y artesanos de toda clase, que, una vez en la India, montarán nuevas embarcaciones sobre el terreno.

Bastará una mirada para que cualquiera se dé cuenta de que una flota gigante solo por una finalidad gigante puede ser impulsada: la toma de posesión de la tierra oriental. No en vano se ha impuesto al almirante Francisco de Almeida el título de virrey delas Indias, ni es casualidad que el primer héroe y navegante dePortugal, Vasco de Gama, almirante de las aguas índicas, haya presidido el equipo de la flota. El propósito militar de Almeida no es dudoso. Almeida va a devastar todas las ciudades comerciales de las Indias y de África, a instalar fortificaciones y a establecer una guarnición en todos los puntos estratégicos. Adelantándose a la que sería idea política de Inglaterra, va a hacerse fuerte en todos los puntos de salida o de paso y a bloquear, desde Gibraltar a Singapur, todos los estrechos, para cerrar el paso al tráfico comercial extranjero. El virrey tiene, además, a su cargo el aniquilamiento del poder naval del sultán de Egipto, así como el del rajá indio, y un control de todos los puertos tan severo que ningún buque sin pasaporte portugués podrá cargar desde este año del Señor, 1505, ni siquiera un gramo de especias. Y van de la mano esta misión militar y otra misión ideológica religiosa: la expansión del cristianismo a todas las tierras conquistadas; por esto la expedición guerrera tiene, al mismo tiempo, el ceremonial de una cruzada. Por su propia mano confía el rey a