MARTÍ COMO NORMA Y SAGRADO DEBER
El tema martiano, lo comentó Anita Arroyo, no solo es el que vertebra lo mejor de la producción de Jorge Mañach, sino el que norma su propia vida.1 A la figura a quien él consideraba «nuestra más noble grandeza», dedicó conferencias, ensayos, cursos universitarios, artículos periodísticos que suman centenares de páginas. Es significativo que el último texto que alcanzó a escribir estaba dedicado a José Martí (me refiero a «José Martí: rompeolas de América»). Pero paradójicamente, la bibliografía martiana que publicó en vida se reduce a un solo título,Martí, el Apóstol, una biografía que marcó un hito.
A ese libro se pueden agregar tres folletos:El pensamiento político y social de Martí (edición oficial del Senado, 1941, 37 páginas) yEl Ismaelillo, bautismo poético (Imprenta El Siglo XX, 1948, 35 páginas) y el discurso pronunciado en la inauguración del Rincón Martiano en el Parque de los Mártires de Santa Clara (15 páginas). El primero recoge la conferencia que Mañach pronunció en el Senado de la República el 29 de enero de 1941, con motivo del aniversario del nacimiento de Martí. Las tres fueron ediciones no venales y probablemente de poca tirada, y como ya digo se trata de folletos. Sí es propiamente un libroEl espíritu de Martí, pero que vino a ver la luz póstumamente, cuando fue editado en Puerto Rico en 1972 por la Editorial San Juan. Antes había circulado en una impresión mimeografiada hecha por la Cooperativa Estudiantil Enrique José Varona, pues se trataba de las conferencias del curso impartido por Mañach en la Cátedra Martiana de la Universidad de La Habana, en 1951.
La pasión martiana de Mañach se manifestó tempranamente. Era un joven veinteañero cuando publicó sus primeros artículos periodísticos sobre el tema, aunque aún no lo abordaba directamente. Lo cual es comprensible y lógico, pues en las primeras décadas de la etapa republicana la obra de Martí era prácticamente desconocida. De ahí que los estudios dedicados a la misma estaban en una etapa muy incipiente (es de elemental justicia mencionar los loables esfuerzos hechos entonces por escritores como Arturo R. Carricarte, Emeterio S. Santovenia y Félix Lizaso).
No existían antologías ni ediciones populares de los escritos del Apóstol. En 1900, Gonzalo de Quesada puso en marcha el proyecto de editarlos, a razón de un libro por año, el cual concluyó en 1915. En 1919 salió de la imprenta una antología dePáginas escogidas, compilada por Max Henríquez Ureña. Los primeros intentos de publicar sus obras completas corresponden a Néstor Carbonell (8 volúmenes, 1918-1920) y al argentino Alberto Ghiraldo (8 volúmenes, 1924-1929). En 1946, la Editorial Lex lanzó una edición en dos tomos, que estuvo a cargo de Manuel Isidro Méndez y Mariano Sánchez Roca. Al primero se debe también unIdeario de Martí (1930).
ConMartí, el Apóstol (Espasa Calpe, Vidas españolas e hispanoamericanas del siglo XIX, Madrid, 1933, 319 páginas), Mañach aportó un libro largamente esperado. Era una vergüenza nacional el hecho de que más de tres décadas y media después de su caída en combate, no contáramos con una biografía de quien fue «el prócer más preclaro de nuestra historia». Mañach además