- CAPÍTULO 1 -
¿ELCÓDICE... QUÉ?
La semana había empezado tranquila para Ana, la inspectora de uno de los grupos de la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional. La terrible crisis económica ocupaba las conversaciones de policías y delincuentes; el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, se estaba muriendo en Cuba; Alberto de Mónaco se había casado por fin y Rafa Nadal no había podido con Novak Djokovic en la final de Wimbledon. Aquella jornada tranquila cambió por completo cuando sonó el teléfono de Ana. Lo que le comunicaron iba a cambiar su vida y la de sus compañeros durante casi un año. Al otro lado, Ana escuchó el acento gallego de un inspector jefe destinado en la comisaría de Santiago de Compostela que le decía algo increíble: «Han robado elCódice Calixtino». Cuando su compañero colgó, Ana sabía que tenía que llamar inmediatamente a su superior, el inspector jefe Tenorio, un veterano policía asturiano que estaba esos días postrado en la cama de un hospital. Los dos investigadores supieron de inmediato que aquello iba a ser una bomba.
Desde que Ana se lo comunicó a su jefe, las llamadas y las conversaciones sobre el robo en la catedral de Santiago fueron subiendo en la cadena de mando de la policía y de los políticos. De los sencillos muebles y pasillos donde trabajan Ana y los suyos en la central de policía de Canillas, el mensaje sobre lo que había ocurrido en Santiago viajó a despachos con moqueta y aire acondicionado. En esos territorios, a veces, hacía falta dar algún detalle más para ayudar a entender la trascendencia de lo que había ocurrido en Galicia, una noticia que iba a llegar a todo el mundo:
—¿Que han robado elCódice qué?
—Calixtino, elCódice Calixtino.
Los investigadores de Patrimonio Histórico ya saben que a veces la mejor manera de explicar a un político o a un periodista la importancia que puede tener el robo de una obra de arte no es facilitar datos técnicos sobre su contenido, su historia o su relevancia artística. Lo más eficaz para no andarse con zarandajas es traducir esa obra de arte desaparecida a dinero, ponerle un precio.
—Han robado elCódice Calixtino, estaba en la catedral de Santiago de Compostela. La última vez que lo aseguraron valía más de mil millones de pesetas, unos mil doscientos millones. Ahora hay quien dice que vale cien millones, pero de euros.
A veces, como ocurriría en el caso delCódice, para explicar el valor de lo robado a algún profano un tanto obtuso, los policías de Patrimonio se permitían alguna licencia, alguna comparación un tanto excesiva.
—Es como si alguien se llevaraLas Meninas del Museo del Prado.
Con esos dos mensajes, ya no hizo falta decir más.
ElCódice Calixtino es un manuscrito iluminado del siglo XII que está considerado como la primera guía de viajes del mundo y que sirve de referente a miles de peregrinos cuando hacen su camino de redención hacia Santiago de Compostela. «Iluminado» quiere decir que sus autores lo decoraron con oro, plata, bordes, letras capitulares o cualquier clase de ilustraciones. Los expertos creen que lo escribieron hasta tres pares de manos diferentes. El manuscrito mide casi treinta centímetros de largo y veintidós de ancho. Son 225 folios de pergamino que conservan la paginación original, escrita en números romanos. ElCalixtino fue encuadernado entre 1964 y 1966 en la Biblioteca Nacional de Madrid para evitar su deterioro. Se hizo, según los expertos, en un volumen en piel imitando las técnicas mudéjares. Y se utilizó una costura española, con un hilo de grosor de cincuenta gramos sobre cuatro nervios de cáñamo.
Desde entonces, elCalixtinus se guardaba siempre en una sala acorazada de la catedral de Santiago. Allí pasaba los años casi como un delicado recién nacido: apoyado sobre un cojín, con un paño que lo cubría. Todos los días se medían las condiciones de humedad y temperatura en las que estaba el preciado manuscrito para que no corriera ningún riesgo. El libro se mantenía entre el cincuenta y tres por ciento de humedad relativa en el mes de febrero hasta el sesenta y cinco por ciento en el mes de mayo. En cuanto a la temperatura, elCódice dormía entre los trece grados de febrero y los veintiuno propios de las tardes de vera