: Gavin Francis
: Mutatio corporis. Medicina y transformación
: Ediciones Siruela
: 9788417860684
: El Ojo del Tiempo
: 1
: CHF 10.60
:
: Sozialwissenschaften allgemein
: Spanish
: 296
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
«Oportuno, sugerente y elocuente... rebosante de humanidad y agudeza, Francis se suma a las filas de esos médicos de elegante pluma, entre los que se encuentran Oliver Sacks y Atul Gawande, y que a pesar de su sabiduría son capaces de conservar una profunda humildad».  The Times Estar vivo significa estar inmerso en un constante proceso de transformación: crecer, curarse, aprender, envejecer. Nuestro margen de decisión es escaso en lo referente a algunos cambios: no podemos evitar la pubertad, la menopausia o que nuestro cabello se vuelva gris. Otros no afectan a todos los seres humanos y algunos pueden convertirse en hitos esperados en nuestro camino -un embarazo o una transición de género anhelada-. También hay cambios que abren senderos oscuros, como las crueles alteraciones producidas por la anorexia o las arenas movedizas de la pérdida de memoria. En la actualidad la medicina, con ayuda de las nuevas tecnologías, tiene un poder sin precedentes para modificar nuestras vidas, aunque con limitaciones. Gavin Francis se sumerge en la historia de la medicina con la misma facilidad que lo hace en los casos de su práctica médica para revelar hasta qué punto somos capaces de cambiar en cuerpo y mente. Asimismo, indaga en la historia, el arte, la literatura, los mitos y la magia para demostrar que la esencia misma del ser humano es el cambio. El resultado es una obra que nos permite explorar el sentido de nuestra naturaleza biológica, psicológica y filosófica; en suma, de nuestra identidad.

Gavin Francis (Fife, Escocia, 1975) se licenció en Medicina en la Universidad de Edimburgo en el año 1999 y después dedicó diez años a viajar por todo el mundo. Miembro del Royal College of General Practitioners y del Royal College of Emergency Medicine, es autor de tres libros: True North: Travels in Arctic Europe (2008, 2010); Empire Antarctica: Ice, Silence& Emperor Penguins (2012), que fue Libro del Año 2013 en Escocia y finalista de los premios Costa, Ondaatje, Banff y Saltire; y Adventures in Human Being (2015), ganador del Saltire Non-Fiction Book of the Year de 2015, libro del año del Observer's Science y ganador en los BMA Book Awards. Vive y ejerce la medicina en Edimburgo.

2

Hombres lobo.
Alteraciones bajo el influjo de la luna llena

«Como primera metamorfosis humana de esta especie, merece la pena examinar en detalle la del licaón [en un lobo]»2.

GENEVIEVE LIVELEY,Las metamorfosis de Ovidio

 

 

Cuando una noche el ala de urgencias del hospital resulta especialmente sangrienta y cargada de violencia, o se dan demasiados ingresos psiquiátricos, no es extraño escuchar a los colegas frases como «Debe de haber luna llena». A lo largo de esos ajetreados turnos de noche, a veces me paro a pensar y busco en el cielo una explicación para mi dura carga de trabajo en la tierra. La luna afecta no solo a las mareas o a los ciclos de fertilidad humanos, sino también a nuestras mentes, según antiguas creencias. Otelo le dice a Emilia: «Es el efecto de la desviación de la luna. Se acerca más de lo debido y vuelve locos a los hombres». James Joyce se refiere en elUlises al «poder de la luna para encantar, mortificar, embellecer e inducir a la locura». Constituye una creencia muy extendida que la luna posee un efecto transformador sobre la psique humana. Diversas investigaciones llevadas a cabo en India, Irán, Europa y los Estados Unidos así lo afirman. Un estudio norteamericano concluyó que, para el cuarenta por ciento de la población, la luna tenía algún tipo de influencia sobre la mente humana3. Según una encuesta anterior, dicho porcentaje ascendía a un setenta y cuatro por ciento entre los profesionales de la salud mental. Sin embargo, los estadísticos no han sido capaces de fundamentar tal afirmación. La tasa de ingresos por traumas, obsesión o psicosis (lunacy, ‘locura’) no se ve afectada por las fases lunares, y tampoco existe conexión alguna entre la luna llena y el índice de intentos de suicidio, accidentes de tráfico o el número de llamadas a los servicios de apoyo telefónico. Tanto mis colegas del servicio médico de urgencias como aquellos que integran el mencionado setenta y cuatro por ciento de profesionales norteamericanos de la salud mental están todos equivocados.

El hecho de que la verdad pareciera contradecir la opinión mayoritaria indujo a tres psiquiatras californianos a investigar. En un estudio titulado «La luna y la locura reconsideradas»4, planteaban que, con anterioridad a la llegada de la luz artificial en el sigloXIX, la luna llena probablemente afectaba a aquellas personas aquejadas de una precaria salud mental, al alterar la calidad y la duración del sueño. Aportaban datos que demostraban que un periodo de catorce horas de descanso a oscuras podía interrumpir, e incluso prevenir, episodios de psicosis maniaca; y que una leve reducción de las horas de sueño puede empeorar la salud mental y provocar ataques epilépticos —algo que mis propios pacientes aquejados de bipolaridad y epilepsia han confirmado—. Los patrones de actividad cerebral relacionados con un sueño reparador parecen solaparse con los patrones asociados a una buena salud mental de un modo que aún no comprendemos por completo.

Antes de la llegada de la luz artificial, la gente sacaba partido de los días de luna llena, dado que su luz era lo bastante intensa como para permitir llevar a cabo diversas actividades durante la noche. La Sociedad Lunar, compuesta por industriales e intelectuales en la Inglaterra del sigloXVIII, había sido bautizada de ese modo no porque el astro fuera su objeto de estudio, sino porque a sus miembros les resultaba más conveniente reunirse durante el plenilunio. Sin embargo, la luz de la luna también creaba sombras suficientes como para disparar la imaginación de la gente y suscitar los más diversos temores. «Los dementes se muestran sensiblemente más inquietos durante la luna llena, así como al rayar el alba», escribió el psiquiatra francés Jean-Étienne Esquirol en el sigloXIX: «¿No produce ese brillo en sus habitaciones un efecto lumínico que atemoriza a algunos, deleita a otros y los pone nerviosos a todos?5».

Joanne Frederick llegó en una ambulancia. «Delirio intenso», leí en la parte superior de su ficha de ingreso. Su compañera de piso nos facilitó los precedentes clínicos: durante varios días, había sufrido un fuerte resfriado, se sentía cansada y débil y había acudido a la farmacia para comprar