: Satyajit Ray
: El bucanero de Bombay
: Ediciones Siruela
: 9788417454357
: Las Tres Edades
: 1
: CHF 7,90
:
: Kinderbücher bis 11 Jahre
: Spanish
: 290
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Un recorrido animado y colorista por las costumbres de la India, lleno de imaginación y humor, de la mano de un detective tan original como excéntrico. Siruela recupera en este volumen una colección de cuatro historias del afamado cineasta y narrador indio Satyajit Ray. El protagonista es Feluda, un brillante y pintoresco detective inspirado en Sherlock Holmes y cuyo acompañante, una versión muy particular del imprescindible Watson, será su sobrino Topshe, que con apenas catorce años le ayudará en más de una ocasión a completar las piezas del puzle.    Escritos entre 1965 y 1992 en bengalí para la revista juvenil Sandesh, el autor nos trasladará en estos relatos a la exótica y colorida geografía india, donde sus dos protagonistas resolverán los misterios y asesinatos más peculiares. Tramas perfectas, giros inesperados y emocionantes aventuras para amantes de la mejor tradición detectivesca de todas las edades.

Satyajit Ray (Calcuta, India, 1921-1992) escritor, ilustrador, crítico cinematográfico y un prolífico director de cine, dirigió treinta y siete películas a lo largo de su vida, que comprenden largometrajes, documentales y cortos. Estudió Bellas Artes en la Visva-Bharati University. Recibió los más importantes premios del cine, incluyendo un Óscar honorífico en 1992.

El bucanero de Bombay

I

 

Una caja de dulces en manos de Lalmohan Ganguly, alias Jatayu, me sorprendió. Normalmente, cuando viene a visitarnos no trae más que un paraguas. Es verdad que trae un paquete de libros siempre que sale una de sus novelas de misterio, pero eso solo pasa dos veces al año. Lo de hoy era una caja de cartón blanco, de las de 25 rupias, de la nueva confitería de Mirzapur Street, Kallol Mishtanna Bhandar, con una cinta dorada alrededor y unas letras azules que decían, por uno y otro costado: «Kallol-Surtido Cinco Delicias». Al abrir la caja se veían cinco departamentos, cada uno con dulces de una clase; y en el del centro, siempre, la invención de Kallol, la Diamonda, en forma de diamante y con papel de plata.

¿Por qué traía Lalmohan Babu una de aquellas cajas? ¿Y por qué aquella sonrisa ufana de conquistador?

Apenas hubo entrado y, dejando la caja encima de la mesa, tomado asiento, Feluda le dijo:

—¿Así que acaba de recibir la buena noticia de Bombay?

El asombro de Lalmohan Babu no llegó a borrarle la sonrisa de la cara; se limitó a alzar las cejas.

—¿Cómo lo ha adivinado?

—Porque hace una hora que dieron las cinco..., pero según su reloj son las tres y cuarto. Eso solo puede significar que, en el primer arrebato de alegría, no se ha acordado de mirarlo. ¿Qué es, que se le ha roto el muelle o simplemente que se ha olvidado de darle cuerda?

Lalmohan Babu recogió el chal azul que traía a rastras y se lo echó sobre el hombro izquierdo como si fuera una toga romana.

—Yo había pedido veinticinco —dijo—, y esta mañana, nada más despertarme, la criada me dio un telegrama. Aquí está.

Sacó del bolsillo un telegrama color de rosa y nos lo leyó.

—«Productor ofrece diez porBucanero, ruego telegrafíe conformidad». Yo he respondido: «Conforme venderBucanero por diez, cordialmente».

—¡Diez mil! —A Feluda, a pesar de su flema habitual, se le abrieron de par en par los ojos—. ¡Ha vendido usted una historia por diez mil rupias!

Jatayu sonrió con una sonrisa modesta de satisfacción.

—El dinero no lo tengo todavía. Lo cobraré en cuanto llegue a Bombay.

—¿Se va a Bombay? —Y los ojos de Feluda se volvieron a desorbitar.

—No solo yo; ustedes dos también. Invitados por mí. Esta historia no habría podido escribirse sin su ayuda.

Eso es verdad, según puedo explicar.

Desde hacía muchos años era el sueño de Jatayu que uno de sus libros fuera llevado al cine. Como las películas bengalíes no dan dinero, se había hecho la ilusión de una película hindi. Estaba decidido a escribir una historia que pudiera ser un exitazo del cine hindi. Tenía un amigo en los círculos cinematográficos de Bombay, un hombre llamado Pulak Ghoshal, que en cierta época había vivido en Garpar, dos casas más allá de la de Lalmohan