: Mabel Lozano
: El proxeneta La historia real sobre el negocio de la prostitución
: Editorial Alrevés
: 9788417077167
: 1
: CHF 6.20
:
: Biographien, Autobiographien
: Spanish
: 352
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Mabel Lozano cuenta por primera vez la verdadera historia de lo que hay detrás de la prostitución de la mano de un testigo privilegiado, Miguel, apodado el Músico, un proxeneta que ha confesado con pelos y señales cómo ha evolucionado el negocio de la prostitución en España y todo el mundo, desde principios de los años noventa hasta hoy, con el lucro de la trata y secuestro de mujeres de deuda a las que su única salida era la prostitución. El Músico pasó de portero de un club a los diecisiete años, donde conoció a sus dos futuros socios -un camarero y un macarra-, a ser un todopoderoso jefe de la mafia y dueño de doce de los macroburdeles más importantes de España. Nada más y nada menos que capo de una red organizada y sin escrúpulos con un único objetivo: exprimir crónicamente a mujeres de todo el mundo -más de 1.700, incluido menores- para que se prostituyeran y les reportaran sumas insospechadas de beneficios. Sexo, corrupción, asesinatos, trata de seres humanos, lavado de dinero, secuestros, extorsiones. La historia real de hechos probados en sentencias firmes sobre los más importantes proxenetas de nuestro país. Un relato jamás contado, apasionante y único sobre el crimen organizado que mueve los hilos de la prostitución. 'Cualquier víctima ha de ser oída siempre en primera persona, con la atención, empatía y sensibilidad que nos expresa Mabel a través de sus voces'. Flor de Torres Porras, El País

Productora, guionista y directora de cine con compromiso social. Lo que configura la problemática central de su cine es la figura de la mujer y los derechos humanos. En el 2005 dirigió su primer largometraje documental, Voces contra la trata de mujeres, que se convirtió en una herramienta de formación para las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y los distintos agentes que trabajan para combatir este delito. Experta panelista, imparte cientos de conferencias sobre trata de seres humanos en las mejores universidades nacionales e internacionales, como también en colegios e institutos de secundaria dirigidas a informar y sensibilizar a los más jóvenes, utilizando el cine como vehículo de transformación social. En el 2015 estrena su quinto largometraje documental, Chicas Nuevas 24 Horas, sobre el lucrativo negocio de la compraventa de mujeres y niñas. Rodado en cinco países, este documental ha dado la vuelta al mundo, cosechando innumerables premios y reconocimientos, tanto en el ámbito cinematográfico -nominado a los premios Goya y a los Platino- como en el social, tanto para el documental como a su directora.

Capítulo 2


LOS AMOS DE LA PROSTITUCIóN Y LA TRATA


 

CHOCHALES


Cuando abrimos el primer negocio, mis socios —el Chepa y el Dandy— y yo ya llevábamos más de once años juntos. Después de haber coincidido muchas veces en el mismo local trabajando, nos conocíamos y nos respetábamos. Incluso nos llevábamos bien, pese a ser tan diferentes. Yo llevaba mucho tiempo con ganas de montar mi propio negocio. Quería poner en practica todo lo que mi mentor me había enseñado del ambiente. Y asociarme con ellos me proporcionaba la oportunidad. Ellos dos, mis socios, eran familia. Primos segundos, en concreto. Y además compartían otro negocio en Albacete: un pequeño club que habían abierto un año antes en compañía de un chulo andaluz —muy mala gente, por cierto— apodadoel Toño, antes macarra, y ahora reconvertido en tratante de mujeres brasileñas.

Llegué a la Mancha en agosto de 1994, con las primeras luces del día. A pesar de la hora tan temprana hacía mucho calor en ese verano típico manchego, seco y sofocante. Fue un viaje muy largo en tren, casi una jornada completa. En la pequeña estación de Valdepeñas me esperaba con su coche el Chepa. Tanto él como el Dandy ya habían estado con anterioridad en el lugar para echar un vistazo al local que albergaría nuestro futuro negocio. Salimos hacia las afueras del pueblo, rumbo a una zona totalmente despoblada. El Chepa detuvo el vehículo en un descampado, bajamos y entonces vi el club. Se me cayó el alma a los pies. Pero ¿qué era aquello? Me dieron ganas de salir corriendo y no parar hasta llegar de nuevo a Barcelona, o más allá... Pero no me iba a rendir tan fácilmente.

El club que íbamos a regentar estaba situado a las afueras del pueblo de Valdepeñas. Era unchochal de mala muerte que no tenía nada que ver, ni de lejos, con los elegantes locales en los que había trabajado en Cataluña, esos lugares donde me profesionalicé y en los que aprendí todo del mundo de la noche.

Era un club pequeño, con tan solo diez habitaciones. Tenía el tejado de uralita y una sola planta, cuadrada, y muy mal distribuida. Al entrar, recibías una terrible bofetada de mal olor, un tufo mezcla de humanidad y tabaco que te echaba para atrás.

En un lateral, divididas por un estrecho y oscuro pasillo, estaban las pequeñas habitaciones. Disponían de un lavabo, una ducha, una silla y una cama de noventa centímetros. El salón estaba pintado de azul manchego —ese añil tan característico— y blanco, aunque este último color aparecía ya amarillento por la cantidad de nicotina acumulada. El suelo era de un vasto terrazo gris perla y se encontraba alfombrado por cientos de colillas. Unos toscos fluorescentes de colores amarillos, verdes y rojos iluminaban el lugar. Eso sí, como en todo buen club que se preciara, el salón contaba con media docena de grandes espejos, estratégicamente colocados. Unos espejos que no servían para que las mujeres, o los clientes, se atusaran las melenas o comprobaran si estaban guapos; servían para observar todo lo que ocurría dentro del salón. Te permitían ver desde cualquier ángulo del local, sin necesidad de contemplar directamente a la persona a la que estuvieras controlando.

Como el club estaba situado en medio de un gran descampado, completamente salvaje, sin asfaltar, los días de lluvia —muy escasos en verano, por suerte— se convertía en un inmenso barrizal.

Después de pulverizar litros de ambientador para neutralizar el mal olor, y adecentarlo un poco, repartimos los distintos quehaceres entre los tres; el Chepa se encargaría de la contabilidad y de los trabajadores, el Dandy de suministrar mujeres de macarras —que ya no encontraban plaza— y, por último, yo me encargaría de la seguridad, relaciones públicas con clientes, macarras y policías.

El pueblo al que pertenecía el club era Valdepeñas, un pueblo vitivinícola, agrícola en general, en el que los habitantes del lugar, mayoritariamente, vivían del campo. Hacía casi cuatro años que no llovía apenas en la zona, así que la economía no andaba muy boyante.

Mi mentor hubiera dicho que aquel no era un lugar para abrir un club, porque los vecinos no tenían dinero para vicios y el pueblo no parecía estar para fiestas.

Muy cerca de nuestrochochal también había otros clubes de la competencia, cuatro en total, con una separación entre ellos de dos kilómetros. Estos negocios estaban siendo extorsionados desde hacía años por unos gitanos del ambiente, también macarras, pero, sobre todo, abusones. Se dedicaban a extorsionar a los propietarios de los clubes con un impuesto diario, que era el salvoconducto para poder abrir las puertas del local y poder vender copas y alquilar mujeres. Cuando los abusones hacían lavisita para obtener el cobro del impuesto, no solo no pagaban las consumiciones, sino que ellos mismos se ponían detrás de la barra para servirse sus p