2La centralidad de la muerte
Este capítulo es el primero de tres muy relacionados entre sí en los que vamos a tratarlas consideraciones fundamentales de la vida cristiana, o de la verdadera espiritualidad. Nos hemos referido ya a un aspecto negativo y a otro positivo de la vida cristiana. Volvamos ahora a las consideraciones negativas. Estas consideraciones negativas pueden quedar resumidas en las palabras de cuatro versículos bíblicos:
1. Romanos 6:4a: «Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo».
2. Romanos 6:6a: «Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él».
3. Gálatas 2:20a: «Con Cristo estoy juntamente crucificado».
4. Gálatas 6:14: «Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo».
Según estas afirmaciones, sabemos que como cristianos estamos muertos con Cristo ante Dios, desde el momento en que le aceptamos como Salvador. Pero aún hay mucho más que esto. Implica también la exigencia de que hemos de morir cada día. Este es el aspecto negativo que mencionamos en el capítulo primero y que vamos ahora a desarrollar con mayor amplitud.
Como mencionamos en el capítulo primero, la Biblia nos da una negativa incisiva en gran manera de la que no se puede hacer abstracción, sino que incide en la dura trama de la vida normal. Vimos que la Palabra de Dios dice con claridad que, en todas las cosas, incluyendo las más arduas, debemos estar contentos y darle las «gracias a Dios». He aquí algo negativo y se trata realmente de una negación. Es la negación de decir «no» al dominio que ejercen sobre nosotros las cosas y el propio yo.
Vemos también que la Biblia nos dice que hemos de amar a los hombres, no sólo en un sentido romántico o idealizado, sino tanto como para no sentir envidia. De nuevo aquí nos engañaríamos si no señaláramos que esta palabra no tendría sentido —sería una palabra puramente romántica y utópica en mal sentido— a menos que veamos que implica también un aspecto muy claramente negativo. Si tenemos esta actitud correcta, significa que estamos diciendo «no» en ciertas zonas muy definidas a ciertas cosas, y diciéndonos «no» a nosotros mismos.
Digamos otra vez que esto no es algo que se deba tomar románticamente, para excitar una especie de emoción en nosotros mismos. Se trata de una negativa rotunda. Tenemos que estar dispuestos a decirnos «no» a nosotros mismos, y a decirle «no» a las cosas, a fin de que el mandamiento de amar a Dios y a los hombres pueda tener un sentido real. Aun en aquellas cosas que me están permitidas y no suponen una infracción de los Diez Mandamientos —no debo buscar mi propio bien, sino el de los demás. Y cualquiera de nosotros que este reflexionando sinceramente debe decir al llegar a este punto concreto que esta posición que nos presenta la Escritura es al parecer muy difícil. Cuando nos situamos en el círculo de una perspectiva de la vida normal entre los hombres y nos enfrentamos sinceramente a estas cosas en la Biblia, debemos decir una de dos cosas. Bien hemos de ponernos románticos y pretender que lo que se intenta con estas afirmaciones es darnos simplemente un buen sentimiento, y algún día —muy lejano— en el reino de Dios, en