Salen el CONDE FEDERICO y LEONIDO, criado.
FEDERICO ¿Aquí la viste? LEONIDO Aquí entró como el alba por un prado, que a su tapete bordado la primera luz le dio; y según la devoción, no pienso que tardarán, que conozco al capellán y es más breve que es razón. FEDERICO ¡Ay, si la pudiese hablar! LEONIDO Siendo tú su primo, es cosa acompañarla forzosa. FEDERICO El pretenderme casar ha hecho ya sospechoso mi parentesco, Leonido, que antes de haberla querido nunca estuve temeroso. Verás que un hombre visita una dama libremente por conocido o pariente mientras no la solicita, pero en llegando a querella, aunque de todos se guarde, menos entra, y más cobarde, y apenas habla con ella. Tal me ha sucedido a mí con mi prima la Condesa, tanto, que de amar me pesa, pues lo más del bien perdí, pues me estaba mejor vella tan libre como solía. (Salen el MARQUÉS RICARDO y CELIO.)
CELIO A pie digo que salía, y alguna gente con ella. RICARDO Por estar la Iglesia enfrente y por preciarse del talle ha querido honrar la calle. CELIO ¿No has visto por el Oriente salir, serena mañana, el sol con mil rayos de oro, cuando dora el blanco Toro que pace campos de grana (que así llamaba un poeta los primeros arreboles)? Pues tal salió, con dos soles, más hermosa y más perfecta, la bellísima Diana, la condesa de Belflor. RICARDO Mi amor te ha vuelto pintor de tan serena mañana, y hácesla sol con razón, porque el sol, en sus caminos, va pasando varios signos que sus pretendientes son. Mira que allí Federico aguarda sus rayos de oro. CELIO ¿Cuál de los dos será el Toro a quien hoy al sol aplico? RICARDO Él, por primera afición, aunque del nombre se guarde, que yo, para entrar más tarde, seré el signo de León. FEDERICO ¿Es aquel Ricardo? LEONIDO Él es. FEDERICO Fuera maravilla rara que deste puesto faltara. LEONIDO ¡Gallardo viene el Marqués! FEDERICO No pudieras decir más si tú fueras el celoso. LEONIDO ¿Celos tienes? FEDERICO ¿No es