: J.M. Machado de Assis
: Obras ? Colección de J.M. Machado de Assis Biblioteca de Grandes Escritores
: IberiaLiteratura
: 9783959284899
: Biblioteca de Grandes Escritores
: 1
: CHF 0.90
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: Erzählende Literatur
: Spanish
: 279
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• Anécdota pecuniaria • Cláusula testamentaria • El alienista • El reloj de oro • El secreto de Augusta • La causa secreta • Misa de gallo • Un hombre célebre Joaquim Maria Machado de Assis pronunciación AFI (Río de Janeiro, 1839 - ibídem, de 1908) fue un escritor brasileño, y uno de los grandes narradores del siglo XIX. Escribió también poesía y fue un activo crítico literario, además de ser uno de los creadores de la crónica en Brasil. Fundó la Academia Brasileña de Letras. Considerado el padre del realismo en Brasil, si bien de un realismo muy especial, con ecos de Sterne, escribió obras tan destacables como Memorias póstumas de Blas Cubas, Don Casmurro, Quincas Borba o Memorial de Aires.

El alienista



I. De cómo Itaguaí obtuvo una casa de orates

Las crónicas de la villa de Itaguaí dicen que en tiempos remotos había vivido allí un cierto médico, el doctor Simón Bacamarte, hijo de la nobleza de la tierra y el más grande de los médicos del Brasil, de Portugal y de las Españas. Había estudiado en Coimbra y Padua. A los treinta y cuatro años regresó al Brasil, no pudiendo lograr el rey que permaneciera en Coimbra al frente de la universidad, o en Lisboa, encargándose de los asuntos de la monarquía que eran de su competencia profesional.

-La ciencia -dijo él a su majestad- es mi compromiso exclusivo; Itaguaí es mi universo.

Dicho esto, retornó a Itaguaí, y se entregó en cuerpo y alma al estudio de la ciencia, alternando las curas con las lecturas, y demostrando los teoremas con cataplasmas.

A los cuarenta años se casó con doña Evarista da Costa e Mascarenhas, señora de veinticinco años, viuda de un juez-de-fora, ni bonita ni simpática. Uno de sus tíos, cazador de pacas ante el Eterno, y no menos franco que buen trampero, se sorprendió ante semejante elección y se lo dijo. Simón Bacamarte le explicó que doña Evarista reunía condiciones fisiológicas y anatómicas de primer orden, digería con facilidad, dormía regularmente, tenía buen pulso y excelente vista; estaba, en consecuencia, apta para darle hijos robustos, sanos e inteligentes. Si además de estos atributos -únicos dignos de preocupación por parte de un sabio- doña Evarista era mal compuesta de facciones, eso era algo que, lejos de lastimarlo, él agradecía a Dios, porque no corría el riesgo de posponer los intereses de la ciencia en favor de la contemplación exclusiva, menuda y vulgar, de la consorte.

Doña Evarista desmintió las esperanzas del doctor Bacamarte: no le dio hijos, ni robustos, ni frágiles. La índole natural de la ciencia es la longanimidad; nuestro médico esperó tres años, luego cuatro, después cinco. Al cabo de este tiempo, hizo un estudio profundo de la materia, releyó todos los escritos árabes y otros que tenía en su poder y que había traído a Itaguaí, realizó consultas con las universidades italianas y alemanas, y terminó por sugerir a su mujer un régimen alimenticio especial. La ilustre dama, nutrida exclusivamente con la tierna carne de cerdo de Itaguaí, no atendió las amonestaciones del esposo; y a su resistencia -explicable pero incalificable- debemos la total extinción de la dinastía de los Bacamartes.

Pero la ciencia tiene el inefable don de curar todas las penas; nuestro médico se sumergió enteramente en el estudio y en la práctica de la medicina. Fue entonces cuando uno de los rincones de ésta le llamó especialmente la atención: el área de lo psíquico, el examen de la patología cerebral. No había en la colonia, y ni siquiera en el reino, una sola autoridad en semejante materia, mal explorada o casi inexplorada. Simón Bacamarte comprendió que la ciencia lusitana y, particularmente, la brasileña, podía cubrirse de"laureles inmarcesibles"... expre