I. CARACTERÍSTICAS
DE LA ADOLESCENCIA.
Independientemente que leas con atención estas características lo que pretendo, como digo, es que las identifiques en tu hijo, en tu paciente o en tu alumno; y una vez identificada, comprendas y hagas comprender que este comportamiento no es un escándalo; por supuesto, en ocasiones habrá que corregirlo, incluso no permitirlo pero por favor no te escandalices cuando las identifiques; simplemente hay que intervenir.
1. Acusada vivencia de injusticia en acontecimientos cotidianos.
Es decir, lo que para ti o para mí o para cualquier adulto implica una contrariedad, al adolescente le supone una injusticia, a veces inenarrable. Por eso en ocasiones, habrás visto saltarse un semáforo en rojo a un muchacho con un ciclomotor.
Nuestro protagonista ha pensado que el semáforo está ahí para fastidiarlo a él; este pensamiento genera multitud de sentimientos de ira, injusticia y otros; el comportamiento resultante de la combinación de todos es que se lo pasa rojo. Muchas veces, cuando suspende algún examen focaliza la responsabilidad fuera; él lo hizo bien, pero el examen fue demasiado difícil; incluso insulta al profesor o dice que “no hay derecho poner este tipo de examen”. Otras, un simple comentario de la madre o del padre le sienta mal y rápidamente surgen sentimientos de ira, rabia, coraje, dándose permiso para gritar, insultar o no hacer caso de lo que se le estaba proponiendo.
2. Sensación de invulnerabilidad.
Se percibe lozano y frondoso y realmente es así; es joven y tiene la belleza y el ímpetu de la juventud. No se ha planteado la muerte como una posibilidad en su vida, ni tan siquiera enfermedades a causa de su conducta. Es muy difícil intervenir en estas situaciones, ya que no oye, no escucha lo que se le dice por parte del adulto porque no le “llegamos”; hace falta establecer una relación terapéutica adecuada, para tener autoridad sobre él o ella. Esta es la clave que iremos desmenuzando y analizando a lo largo de estas notas.
Es muy difícil intervenir en estas situaciones, ya que no oye, no escucha lo que se le dice por parte del adulto porque no le “llegamos”; hace falta establecer una relación terapéutica adecuada, para tener autoridad sobre él o ella. Esta es la clave que iremos desmenuzando y analizando a lo largo de estas notas.
En las primeras sesiones de consulta suelo decir a los padres que hablen lo menos posible con los hijos; puede parecer una contrariedad que el psicólogo no fomente la comunicación; en realidad sí se está promoviendo, pero no la expresión verbal. Lo único que provoca en estos casos es aumentar la crispación y abrir más la “herida” de la familia.
Es muy difícil entenderse en estos momentos; h