Enrique de villena (Cuenca, 1384-1434)
Libro de la ciencia Gaya
[La arte del trovar se llamaba antiguamente en Castilla la gaya ciencia, como parece por el libro que hizo della don Enrique de Villena, intitulándola a don Iñigo López de Mendoza, señor de Hita, etc. Síguese algunos vocablos y cosas de este libro]
[...] Por la mengua de la ciencia todos se atreven a hacer dictados, solamente guardada la igualdad de las sílabas y concordancia de los bordones, según el compás tomado, cuidando que otra cosa no sea cumplidera a la rítmica doctrina. Y por esto no es fecha diferencia entre los claros ingenios y los oscuros. [...]
[...] Maguer otras cosas arduas, vindicasen a sí mi intento, así que un trabajo fuese reposo de otro trabajo [La traslación de Virgilio que hacía don Enrique de Villena de la Eneida]. [...]
Y quise dirigir este tratado a vos, honorable y virtuoso caballero don Iñigo López de Mendoza, pues que mis obras, aunque impertinentes, conozco a vos ser placibles y que vos deleitáis en hacer dictados y trovas, ya divulgadas y leídas en muchas partes. Y por mengua de la gaya doctrina, no podéis transfundir en los oidores de vuestras obras las excelentes invenciones que natura ministra a la serenidad de vuestro ingenio con aquella propiedad que fueron concebidas. Y vos, informado por el dicho tratado, seáis originidad donde tomen lumbre y doctrina todos los otros del reino que se dicen trovadores para que lo sean verdaderamente. [...]
Tomaréis algún depuerto [...]
El consistorio de la gaya ciencia se formó en Francia en la ciudad de Tolosa por Ramón Vidal de Besaldú [...]
Esmerándose con aquellas reglas los entendidos de los groseros [...]
Este Ramón, por ser comenzador, no habló tan cumplidamente. Sucedióle Jofré de Foxá, monje negro, y dilató la materia, llamando a la obra que hizo Continuación del trovar.
Vino después de este Berenguer de Noya e hizo un libro de figuras y colores retóricos. Después escribió Guilielmo Vedel de Mallorca la Summa vitulina.
Con este tratado, porque durase la gaya ciencia, se fundó el colegio de Tolosa de trovadores, con autoridad y permisión del rey de Francia, en cuyo territorio es. Y les dio libertades y privilegios y asinó ciertas rentas para las despensas del consistorio de la gaya doctrina. Ordenó que hubiese siete mantenedores que hiciesen leyes [etc.] [...]
Hicieron el tratado intitulado Leyes de amor, donde se cumplieron todos los defectos de los tratados pasados.
Este era largo, por donde Guillén Moliner le abrevió e hizo el Tratado de las flores,