: Pedro Calderón de la Barca
: El mágico prodigioso
: Linkgua
: 9788498972382
: Teatro
: 1
: CHF 2.70
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: Dramatik
: Spanish
: 144
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El mágico prodigioso (1637) forma parte de los dramas religiosos (comedias de santos) escritos por Calderón de la Barca, según su interpretación de la Biblia.Esta obra es una de las más representativas del teatro del siglo de oro por el calado filosófico y teológico de los temas tratados, la potencia de la devoción ante lo divino, y su fuerza visual. El mágico prodigioso relata la leyenda de san Cipriano y de santa Justina de Antioquía, mártires cristianos del siglo III y debería ser representado en la celebración del Corpus Christi. Cipriano lucha contra el Demonio en una epopeya del teatro de la ilusión y del desengaño.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681)Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro. Calderón desarrollaría la mitad de su producción paralelamente al ascenso del valido conde-duque de Olivares (entre 1621 y 1643), protector de artistas y literatos. Su bautismo teatral se produce, en 1623, con la obra Amor, honor y poder. Calderón realizará algunos viajes por Flandes e Italia, entre 1623 y 1625, como secretario del duque de Frías. Después, será asiduo escritor de obras para la Corte y para los corrales de comedias. Su prestigio en la Corte fue aumentando, y Felipe IV le otorgó el ingreso como caballero de la orden de Santiago, hacia 1637. También debió vivir algunos episodios oscuros, como una acusación por violar, junto a su hermano, la clausura de un convento de trinitarias, tema del que no se sabe a ciencia cierta la verdad. Por otro lado, su buena relación con Lope de Vega debió enfriarse hacia 1629, aunque tampoco hay datos fiables sobre los motivos. Se habla de un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.

Jornada segunda


(Salen Cipriano, Moscón y Clarín, vestidos de galanes.)

Cipriano (Aparte.) (Altos pensamientos míos,

¿dónde, dónde me traéis,

si ya por cierto tenéis

que son locos desvaríos

los que intentáis,

pues, atreviéndoos al cielo,

precipitados de un vuelo

hasta el abismo bajáis?

Vi a Justina... ¡A Dios pluguiera

que nunca viera a Justina,

ni en su perfección divina

la luz de la cuarta esfera!

Dos amantes la pretenden,

uno del otro ofendido;

y yo, a dos celos rendido,

aun no sé los que me ofenden:

sólo sé que mis recelos

me despeñan con sus furias

de un desdén a las injurias,

de un agravio a los desvelos.

Todo lo demás ignoro,

y en tan abrasado empeño,

cielos, Justina es mi dueño,

cielos, a Justina adoro.)

Moscón.

Moscón Señor.

Cipriano Ve si está

Lisandro en casa.

Moscón Es razón.

ClarínNo es; yo iré, porque Moscón

hoy no puede entrar allá.

Cipriano ¡Oh qué cansada porfía

siempre la de los dos fue!

¿Por qué no puede? ¿Por qué?

ClarínPorque hoy, señor, no es su día

mío sí, y de buena gana

a dar el recado voy;

que yo allá puedo entrar hoy,

y Moscón no, hasta mañana.

Cipriano ¿Qué nueva locura es ésta,

añadida al porfiar?

Ni tú ni él habéis de entrar

ya, pues su luz manifiesta

Justina.

Clarín De fuera viene.

hacia su casa.

(Salen Livia y Justina, con mantos, por una puerta.)

Justina ¡Ay de mí!

Livia, Cipriano está aquí.

Cipriano (Aparte.)(Disimular me conviene

de mis celos los desvelos,

hasta apurarlos mejor.

Sólo la hablaré en mi amor,

si lo permiten mis celos.)

No en vano, señora, ha sido

haber el traje mudado,

para que, como criado,

pueda, a vuestros pies rendido,

serviros. A mereceros

esto lleguen mis suspiros.

dad licencia de serviros,

pues no la dais de quereros.

Justina Poco, señor, han podido

mis desengaños con vos,

pues no han podido...

Cipriano ¡Ay Dios!

Justina...mereceros un olvido.

¿De qué manera queréis

que os diga cuánto es en vano

la asistencia, Cipriano,

que a mis umbrales tenéis?

Si días, si meses, si años,

si siglos a ellos estáis,

no esperéis que a ellos oigáis

sino sólo desengaños,

porque es mi rigor de suerte,

de suerte mis males fieros,

que es imposible quereros,

Cipriano, hasta la muerte.

(Vase Justina.)

Cipriano La esperanza que me dais

ya dichoso puede hacerme.

si en muerte habéis de quererme,

muy corto plazo tomáis.

Yo le acepto, y si a advertir

llegáis cuán presto ha de ser,

empezad vos a querer,

que yo ya empiezo a morir.

Clarín En tanto que mi señor,

Livia, triste y discursivo,

está de esqueleto vivo

desengañando a su amor,

dame los brazos.

Livia Paciencia

ten, mientras que considero

si es tu día; que no quiero

encargar yo mi conciencia.

Martes sí, miércoles no

Clarín¿Qué cuentas, pues ha callado

Moscón?

Livia Puede haberse errado,

y no quiero errarme yo;

porque no quiero, si arguyo

que justicia he de guardar,

condenarme por no dar

a cada uno lo que es suyo.

Pero bien dices, tu día

es hoy.

Clarín Pues dame los brazos.

LiviaCon mil amorosos lazos.

Moscón¿Oye usarcé, reina mía?

Bien ve usarcé, con la gana

que hoy aquesos lazos hace.

Dígolo porque me abrace

con la misma a mí mañana.

Livia Excusada es la sospecha

de que a usted no satisfaga,

ni quiera Júpiter que haga

yo una cosa tan mal hecha

como usar de demasía

con nadie. Yo abrazaré

con mucha equidad a usté

cuando le toque su día.

(Vase Livia.)

Clarín Por lo menos, no he de vello

yo.

Moscón Pues eso ¿qué ha importado?

¿Puede a mí haberme agraviado

jamás, si reparo en ello,

una moza que no es mía?

ClarínNo.

Moscón Luego yo bien porfío

que no ha sido en daño mío

lo que no ha sido en mi día.

Mas ¿qué hace nuestro amo allí

tan suspenso?

Clarín Por si a hablar

llega algo, quiero escuchar.

MoscónY yo también.

Cipriano ¡Ay de mí!

(Al irse acercando cada uno por su lado, Cipriano con la acción da a entrambos.)

¡Que tanto, Amor, desconfíes!

Clarín¡Ay de mí!

Moscón ¡Ay de mí! también.

ClarínLlamar a este sitio es bien

la Isla de los Ay-de-míes.

Cipriano ¿Aquí estábades los dos?

ClarínYo bien juraré que estaba.

MoscónYo y todo.

Cipriano Desdicha, acaba

de una vez conmigo. ¡Ay Dios!

¿Viose en tan nuevos extremos

el humano corazón?

Clarín¿Adónde vamos, Moscón?

MoscónEn llegando lo sabremos.

Pero fuera del lugar

camina.

Clarín Excusado es

salir al campo, pues

no tenemos que estudiar.

Cipriano Clarín, vete a casa.

Moscón ¿Y yo?

Clarín¿Tú te habías de quedar?

CiprianoLos dos me habéis de dejar.

ClarínA entrambos nos lo mandó.

(Vanse Clarín y Moscón.)

Cipriano Confusa memoria mía,

no tan poderosa estés

que me persuadas que es

otra alma la que me guía.

Idólatra me cegué,

ambicioso me perdí,

porque una hermosura vi,

porque una deidad miré;

y entre confusos desvelos

de un equívoco rigor

conozco a quien tengo amor,

y no de quien tengo celos.

Ya tanto aquesta pasión

arrastra mi pensamiento,

tanto —¡ay de mí!— este tormento

lleva mi imaginación

que diera —despecho es loco,

indigno de un noble ingenio—

al más diabólico genio

—harto al infierno provoco—

ya rendido, y ya sujeto

a penar y padecer,

por gozar a esta mujer

diera el alma.

Demonio (Dentro.) Yo la aceto.

(Suena ruido de truenos como tempestad y rayos.)

Cipriano ¿Qué es ésto, cielos puros?

¡Claros a un tiempo, y en el mismo oscuros!

Dando al día desmayos,

los truenos, los relámpagos y rayos

abortan de su...