: Antonio Hurtado de Mendoza
: Ni callarlo ni decirlo
: Linkgua
: 9788498975499
: Teatro
: 1
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: Dramatik
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Ni callarlo ni decirlo. Antonio Hurtado de Mendoza Fragmento de la obra Jornada primera (Salga Don Juan de Ayala, pensativo y paseándose por el tablado, y Gonzalo, su criado, detrás de él, mirando del mismo modo. Y después de haber dado una vuelta al tablado y dicho la primera copla, tírele de la capa y diga las demás.) Gonzalo: [Aparte.] (¿Hay suspensión más extraña? ¿Hay amor tan enfadoso? Ea, embisto; que es forzoso que se empiece la maraña.) ¡Ah señor! ¡Qué embelesado se está sin oír ni hablar! ¡El diablo puede esperar lo que se dice un callado! Si es que hacer por lo entendido del divertirte gran precio, si quieres ser menos necio, ¡sé necio, y no divertido! ¿Hay embeleso, hay espanto de amor igual? Luego vi que es estar menos en sí el estar consigo tanto. Juan: Este hermoso, este grande, este escondido afecto de mi amor, que retirado yace en el hondo mar de mi cuidado, y en la ardiente región de mi ¿cuándo en voz se verá, cuándo en gemido de lazos de silencio desatado, o siempre en mis memorias obstinado, cuándo podré acordarme algún olvido? Recato es no morir. Ninguno acierte en mi estrago, la causa al alma asida, la mano celestial, el dueño altivo. Quitaré la costumbre de la muerte y hecho sepulcro de mi propia vida, polvo de amor seré, quedando vivo. Gonzalo: ¿Sonetico? Los condeno. ¡Pardiós!, que quiero decillo si el soteno y tabardillo salen mal del catorceno. ¡Cuál diablos la dama es, que de un hombre honrado amada modestamente, se enfada de una injuria tan cortés! [Aparte.] (¡Díjelo pulidamente!) Sea esa fembra en buen hora. Si del solar del aurora, de todo el Sol descendiente, tu nobleza, aunque no iguala tu presunción, ¿qué se humilla? ¿No fue tu agüelo en Castilla, Don Pedro López de Ayala? ¡Qué suspenso está, y qué mudo! [Aparte.] (¡Vive Dios, que me he vengado! ¡Que a un divertido menguado dalle con lo linajudo!)

Antonio Hurtado de Mendoza (Castro Urdiales, Cantabria, 1586-Zaragoza, 22 de septiembre de 1644). España. Gozó de notable fama de entremesista y de escritor de obras cortas para la Corte del rey Felipe III y para su descendiente Felipe IV. Para este último en 1621 escribió la Relación de las fiestas celebradas en Aranjuez. En 1623, gracias a su vocación servilista y literaria consiguió ser nombrado secretario real y miembro de la Orden de Santiago y Calatrava. En 1632 ejerció de secretario del Consejo de la Inquisición y secretario de la Cámara de Justicia en 1641. Fue amigo de Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Juan Pérez de Montalbán y Gabriel Bocángel. Redactó diversos textos poéticos y dramáticos para la Corte. En su obra lírica, encuadrada en el Culteranismo, destaca la Convocatoria de las cortes de Castilla, escrita con motivo de la jura ante la Corte del príncipe Baltasar Carlos, o la Vida de Nuestra Señora. Sus poemas fueron en su mayor parte recogidos en Obras líricas y cómicas, divinas y humanas (1690). Fue un poeta dramático de gran éxito, a pesar de que escribió poco y no cuidó bien la edición de sus obras. Entre sus obras teatrales están El marido hace mujer y el trato muda costumbre (1631-32) (utilizado por Molière como inspiración para su École des marts), Cada loco con su tema o el montañés indiano (1630), No hay amor donde no hay agravio, Los empeños del mentir o Más merece quien más ama (esta última escrita junto a Diego Juan de Vera Tassis).

Jornada segunda


(Sale Doña Aldonza y Gonzalo, y él, puesta la mano en los labios con mucha hazañería y mirando a una parte y a otra.)

Gonzalo ¿Señora?

Aldonza ¿Hay recato igual?

Gonzalo Mira, que eres mujer noble

y que está hecha la doble

del secreto natural

en él. Te lo dije; y mira

otra vez que declararse

la verdad que ha de callarse

tiene culpa de mentira.

Las verdades su costumbre

pierden, en tal novedad,

que te he dicho una verdad

y ninguna pesadumbre.

Aldonza Yo callaré; pierde el susto;

y a decillo otra vez prueba

que tan agradable nueva

aun no cabe en todo el gusto.

Dime mil veces, amigo,

esta dicha toda mía,

que aunque excedo en la alegría,

yo la disculpo conmigo.

Gonzalo El caballero, en efecto,

ya que no es comparación,

[tiene que hablar con razón

y así en mí no es defecto]:

Un obispo —y no muy lego—

advirtiendo que se hallaba

mucha gente que ignoraba

las cuatro oraciones, luego

con graves excomuniones,

dio por incurso a cualquiera

que de ocho años no supiera

todas las cuatro oraciones.

Publicado este rigor

entre los que tan severa

doctrina ignoraban, era

el señor Corregidor.

Compró una cartilla el hombre,

y con afán cada día

el Padrenuestro aprendía.

Llegó acaso un gentil hombre,

y viéndole tan suspenso,

le dijo: «¿Qué hace, vusté,

seor Corregidor?» —«No sé,

por Dios, que es trabajo inmenso

estudiar de tantos modos;

que ha dado con mil extremos

el seor obispo en que habemos

de ser teólogos todos.»

Aldonza Muy bien aplicado ha estado,

aunque largo, el cuentecillo.

Gonzalo Pues, nótome el cabestrillo;

yo soy el mal aplicado.

Aldonza ¿Tan nuevo precepto admita

no tomar?

Gonzalo ¡Qué lindo empleo

mentir! Pagado lo veo.

¡Cierto es que dije mentira!

Aldonza Muy honrado mentecato

eres.

Gonzalo Pagarme procura

callando, y ten a ventura

hallar necio tan barato.

Y adiós, que vienen. Con pena

voy de no habella agarrado.

(Vase Gonzalo.)

Aldonza ¿Hay suceso tan gustoso?

Pues no cuesta demasía;

no es inmodesta alegría

holgarme con lo dichoso.

(Sale Elvira.)

Elvira No puedo apartar de mí

aquel altivo semblante.

¡Qué hombre aquél! ¡Mal ser amante

quien se guarda tanto en sí!

¡Qué elevación! ¡Qué mesura!

¡Qué vanidad, y qué espanto!,

que aún entendimiento tanto

le embarace una ventura!

Aldonza Ya muero por ver logradas

de don Juan tantas ternezas,

que en ser mayores finezas,

querrán cobrarlo calladas.

Elvira, ¿no se me ve

que estoy contenta?

Elvira No había

advertido en tu alegría.

Aldonza Tengo infinito de qué,

y aunque somos tan amigas...

Elvira Muy prevenida te espero,

que ni preguntallo quiero,

ni quiero que me lo digas.

Y tanto, amiga, con ella,

embarazada te hallamos,

que plegue a Dios que podamos

defendernos de sabella.

(Sale una Criada.)

Criada ¡Señora! ¡Señora!

Elvira ¿Juana?

¡Qué prisa traes! ¡Qué furor!

Criada El camarero mayor

del rey...

Elvira ¡Qué necia! ¡Qué vana!

¿Lo acompañado te admira

de un hombre y lo guarnecido

de los tratos de valido,

lisonja, engaño y mentira?

Va por la calle muy vano,

muy presumido de eterno.

Todo es caudal del invierno.

Deja que llegue el verano.

Aldonza Don Juan de Ayala no es hombre

que del aplauso se engaña,

porque sólo se acompaña

de lo grande de su nombre.

Elvira ¡Muy a tu cargo has tomado

el defender a don Juan!

Criada Locas entrambas están;

que ninguna ha reparado

que está aquí don Juan de Ayala.

Don Juan de Ayala, señora,

espera en la puerta agora.

Aldonza ¿Qué dicha a mi dicha iguala?

Elvira ¿Don Juan de Ayala? ¡Con susto

oigo el nombre! ¿A qué vendrá?

Criada De parte del rey será.

Elvira No ser nada de gusto.

Criada Buena nueva te promete,

que siempre la da el privado,

y se guarda lo penado

a embajador de bonete.

Aldonza Hazle entrar; no se detenga.

Elvira Yo no sé a qué viene aquí.

Aldonza Si no lo sabes, yo sí;

y mil veces don Juan venga.

Elvira ¿Tú sabes a lo que viene?

Aldonza Sélo, y sélo de manera.

Elvira Ya es querer —¡cielos!—, que muera

de nuevo mal.

Aldonza Di que tiene

licencia y aun libertad

de entrar en todo.

Criada Yo voy.

Elvira [Aparte.] (¡Oh, qué bajamente estoy

temiendo!)

Aldonza [Aparte.] (Mi voluntad,

¡qué buen empleo te di!)

(Sale Don Juan.)

Juan [Aparte.] (Pasos de mis desvaríos,

ya, ya parecéis más míos,

que todos sois contra mí.

¡En qué trance que se halla!

¡Cuánto afán mi pecho encierra:

que es mía toda la guerra,

y para otro la batalla!)

Don Juan les hace reverencia, y ellas a él.

Aldonza [Aparte.] (¡Oh, si nos dejase Elvira!)

Elvira [Aparte.] (Todo agravia a mi memoria.)

Juan [Aparte.] (Todo es muerte y es vitoria,

cuanto huye y cuanto mira.)

(Hace que se va ella.)

Aldonza ¿Te vas, prima?

Elvira [Aparte.] (No se van

las penas que a tener vengo.)

Si ningún negocio tengo

yo con el señor don Juan,

¿qué he de hacer aquí?

Juan Esperad,

señora, que os busco a vos.

Aldonza [Aparte.] (Esto no previne, ¡ay Dios!

¡Qué cobarde voluntad!

¡Valerse de Elvira quiere,

para que me hable por él!

¡Qué injusto miedo es en él

lo que calla y lo que muere!

Quiero dejallos aquí.)

¿Elvira, prima?

Elvira ¿Qué quieres?

Aldonza Si confialle quisieres,

también se lo ofrece en mí.

(Vase Aldonza, sale el Rey al paño.)

Elvira (¿Hay confusión semejante?)

Rey [Aparte.] (Salgo a obedecer la ley.

Perdone esta vez lo rey,

que he de cumplir con lo amante.

No es acción digna de mí,

de la sangre y de la fe

desconfiar; más pues amé;

a más cosas me rendí.

¡Qué atentos los dos están!

Uno mata, y otro admira.)

Juan [Aparte.] (Ya no hay que morir, Elvira.)

Elvira...