: Félix Lope de Vega y Carpio
: El castigo sin venganza
: Linkgua
: 9788498971972
: Teatro
: 1
: CHF 2.60
:
: Dramatik
: Spanish
: 128
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
El castigo sin venganza. Félix Lope de Vega Fragmento de la obra Jornada primera (Salen el Duque, Febo y Ricardo.) Ricardo: ¡Linda burla! Febo: ¡Por extremo! Pero, ¿quién imaginara que era el duque de Ferrara? Duque: Que no me conozcan temo. Ricardo: Debajo de ser disfraz, hay licencia para todo; que aun el cielo en algún modo es de disfraces capaz. ¿Qué piensas tú que es el velo con que la noche le tapa? Una guarnecida capa con que se disfraza el cielo. Y para dar luz alguna, las estrellas que dilata son pasamanos de plata, y una encomienda la Luna. Duque: ¿Ya comienzas desatinos? Febo: No, lo ha pensado poeta de estos de la nueva seta, que se imaginan divinos. Ricardo: Si a sus licencias apelo, no me darás culpa alguna; que yo sé quien a la Luna llamó requesón del cielo.

Félix Lope de Vega (Madrid, 1562-1637). España. El que fuera llamado 'Fénix de los ingenios españoles', Félix Lope de Vega Carpio, nació en Madrid a finales de 1562. Su padre, el artesano bordador Félix de Vega, y su madre, Francisca Fernández Flórez, eran, probablemente, oriundos del valle de Carriedo (Cantabria), y se trasladaron a Madrid hacia 1561. El origen humilde de Lope de Vega sería transformado por él mismo en una imaginada hidalguía; de hecho, Lope siempre fue dado a investirse con atributos que le favorecieran y nunca ocultó su abultado deseo de fama y éxito. Sea como fuera, cristiano viejo o converso, lo que sí refleja su obra es una completa y cabal asimilación de los valores imperantes en la sociedad de su tiempo. Lope estudió primero en la escuela madrileña de Vicente Espinel, por quien siempre demostró estima y admiración, y después en un colegio jesuita que, años después, se llamó colegio Imperial. Posteriormente, al parecer entre 1577 y 1581, estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, aunque no consta que obtuviera ningún título. Es probable, también, que siguiera algunas lecciones en la Universidad de Salamanca. Tras servir, desde muy joven, al obispo de Cartagena, inquisidor general y más tarde obispo de Ávila, don Jerónimo Manrique, Lope se alista en una escuadra de navíos y, en junio de 1583, zarpa de Lisboa rumbo a la isla Terceira (Azores), donde habían de combatir al prior de Crato, aspirante al trono portugués entonces en manos españolas a través de Felipe II. Acabada su misión, Lope regresa e inicia una de sus primeras relaciones amorosas, de entre las numerosas que se le atribuyen. Se trataba de Elena Osorio (su Filis), mujer bella y cultivada, hija de un empresario y actor teatral, la cual estaba separada de su marido (un actor). Lope escribiría algunas comedias para el padre de Elena. Años después, en 1587, tras enterarse de que Elena planeaba sustituirle por un influyente personaje madrileño (Francisco Perrenot Granvela), Lope difundió unos poemas infamantes contra ella y su familia, lo que le valió un destierro judicial de Madrid, por cuatro años, y de Castilla, por dos. En mayo de 1588, Lope toma por esposa a Isabel de Urbina Alderete (su Belisa), en Madrid. Isabel pertenecía a una familia muy influyente y de linaje antiguo, y es probable que el casamiento, aunque se realizó por poderes, pasara antes por algunas dificultades y supusiera la violación de la orden judicial por parte del escritor, que tenía prohibido regresar a la capital. Tras su boda, y ante la imposibilidad de estar en Madrid con su esposa, es probable que Lope de Vega se alistara como voluntario, junto a su hermano Juan, en la Armada Invencible, a bordo del galeón San Juan. Tras el fracaso de la expedición, en la que su hermano perdió la vida, Lope estará sucesivamente en Cádiz, Toledo, donde se reúne con Isabel (violando la orden de destierro), y Valencia, donde se establece el matrimonio hacia 1589. Valencia era una de las principales ciudades españolas, y su actividad teatral era de las más notables; allí se relacionó con dramaturgos locales como Francisco Tárrega, Carlos Boyl, Gaspar Aguilar y Guillén deCastro. Su actividad como escritor de comedias pasó de ser un divertimento a una actividad profesional con la que sostenía a su familia y con la que iba ganando creciente fama y popularidad, algo, como se dijo antes, muy conscientemente buscado por el escritor.

Jornada segunda


(Salen Casandra y Lucrecia.)

Lucrecia Con notable admiración

me ha dejado vuestra alteza.

CasandraNo hay altezas con tristeza,

y más si bajezas son.

Más quisiera, y con razón,

ser una ruda villana

que me hallara la mañana

al lado de un labrador,

que desprecio de un señor

en oro, púrpura y grana.

¡Pluguiera a Dios que naciera

bajamente, pues hallara

quien lo que soy estimara

y a mi amor correspondiera!

En aquella humilde esfera,

como en las camas reales,

se gozan contentos tales,

que no los crece el valor,

si los efectos de amor

son en las noches iguales.

No los halla a dos casados

el Sol por las vidrieras

de cristal, a la primeras

luces del alba, abrazados

con más gusto, ni en dorados

techos más descanso halló

que tal vez su rayo entró,

del aurora a los principios,

por mal ajustados ripios,

y un alma en dos cuerpos vio.

¡Dichosa la que no siente

un desprecio autorizado,

y se levanta del lado

de su esposo alegremente!

La que en la primera fuente

mira y lava, ¡oh cosa rara!,

con las dos manos la cara,

y no en llanto cuando fue

con ser duque de Ferrara.

Sola una noche le vi

en mis brazos en un mes,

y muchas le vi después

que no quiso verme a mí.

Pero de que viva así

¿cómo me puedo quejar,

pues que me pudo enseñar

la fama que quien vivía

tan mal, no se enmendaría

aunque mudase lugar?

Que venga un hombre a su casa

cuando viene al mundo el día,

que viva a su fantasía,

por libertad de hombre pasa.

¿Quién puede ponerle tasa?

Pero que con tal desprecio

trate una mujer de precio,

de que es casado olvidado,

o quiere ser desdichado,

o tiene mucho de necio.

El duque debe de ser

de aquéllos cuya opinión

en tomando posesión,

quieren en casa tener

como alhaja la mujer,

para adorno, lustre y gala,

silla o escritorio en sala;

y es término que condeno,

porque con marido bueno,

¡cuándo se vio mujer mala?

La mujer de honesto trato

viene para ser mujer

a su casa; que no a ser

silla, escritorio o retrato.

Basta ser un hombre ingrato,

sin que sea descortés;

y es mejor, si causa es

de algún pensamiento extraño,

no dar ocasión al daño,

que remediarle después.

Lucrecia Tu discurso me ha causado

lástima y admiración;

que tan grande sinrazón

puede ponerte en cuidado.

¿Quién pensara que casado

fuera el duque tan vicioso,

o que no siendo amoroso,

cortés, como dices, fuera,

con que tu pecho estuviera

para el agravio animoso?

En materia de galán

puédese picar en celos,

y dar algunos desvelos,

cuando dormidos están

el desdén, el ademán,

la risa con quien pasó,

alabar al que la habló,

con que despierta el dormido;

pero celos a marido,

¿quién en el mundo los dio?

¿Hale escrito vuestra alteza

a su padre estos enojos?

CasandraNo, Lucrecia; que mis ojos

sólo saben mi tristeza.

LucreciaConforme a la naturaleza

y a la razón, mejor fuera

que el conde te mereciera

y que contigo casado,

asegurado su estado,

su nieto le sucediera.

Que aquestas melancolías

que trae el conde, no son,

señora, sin ocasión.

CasandraNo serán sus fantasías,

Lucrecia, de envidias mías,

ni yo hermanos le daré;

con que Federico esté

seguro que no soy yo

la que la causa le dio.

Desdicha de entrambos fue.

(Salen el Duque, Federico y Batín.)

Duque Si yo pensara, conde, que te diera

tanta tristeza el casamiento mío,

antes de imaginarlo me muriera.

Federico Señor, fuera notable desvarío

entristecerme a mí tu casamiento.

Ni de tu amor por eso desconfío.

Advierta pues tu claro entendimiento

que si del casamiento me pesara,

disimular supiera el descontento.

La falta de salud se ve en mi cara,

pero no la ocasión.

Duque Mucho presumen

los médicos de Mantua y de Ferrara,

y todos finalmente se resumen

en que casarte es el mejor remedio,

en que tales tristezas se consumen.

Federico Para doncellas era mejor medio,

señor, que para un hombre de mi estado

que no por esos medios me remedio.

Casandra Aun apenas el duque me ha mirado.

¡Desprecio extraño y vil descortesía!

LucreciaSi no te ha visto, no será culpado.

Casandra Fingir descuido es brava tiranía.

Vamos, Lucrecia; que, si no me engaño,

de este desdén le pesará algún día.

(Vanse las dos.)

Duque Si bien de la verdad me desengaño,

yo quiero proponerte un casamiento,

ni lejos de tu amor, ni en reino extraño.

Federico ¿Es por ventura Aurora?

Duque El pensamiento

me hurtaste al producirla por los labios,

como quien tuvo el mismo sentimiento.

Yo consulté los más ancianos sabios

del magistrado nuestro, y todos vienen

en que esto sobredora tus agravios.

Federico Poca experiencia de mi pecho tienen;

neciamente me juzgan agraviado,

pues sin causa ofendido me previenen.

Ellos saben que nunca reprobado

tu casamiento de mi voto ha sido;

antes por tu sosiego deseado.

Duque Así lo creo y siempre lo he creído;

y esa obediencia, Federico, pago

con estar de casarme arrepentido.

Federico Señor, porque no entiendas que yo hago

sentimiento de cosa que es tan justa,

y el amor que me muestras satisfago,

sabré primero si mi prima gusta;

y luego disponiendo mi obediencia

pues lo contrario fuera cosa injusta,

haré lo que me mandas.

Duque Su licencia

tengo firmada de su misma boca.

FedericoYo sé que hay novedad, de cierta ciencia,

y que porque a servirle le provoca,

el marqués en Ferrara se ha quedado.

DuquePues eso, Federico, ¿qué te toca?

Federico Al que se ha de casar le da cuidado

el galán que ha servido y aún enojos;

que es escribir sobre papel borrado.

Duque Si andan los hombres a mirar antojos,

encierren en castillos las mujeres

desde que nacen, contra tantos ojos;

que el más puro cristal, si verte quieres,

se mancha del aliento; mas, ¿qué importa

si del mirar escrupuloso eres?

Pues luego que se limpia y se reporta,

tan claro queda como estaba antes.

FedericoMuy bien tu ingenio y tu valor me exhorta.

Señor, cuando centellas rutilantes

escupe alguna fragua, y el que fragua

quiere apagar las llamas resonantes,

moja las brasas de la ardiente fragua;

pero rebeldes ellas, crecen...