Jornada segunda
(Salen Casandra y Lucrecia.)
Lucrecia Con notable admiración
me ha dejado vuestra alteza.
CasandraNo hay altezas con tristeza,
y más si bajezas son.
Más quisiera, y con razón,
ser una ruda villana
que me hallara la mañana
al lado de un labrador,
que desprecio de un señor
en oro, púrpura y grana.
¡Pluguiera a Dios que naciera
bajamente, pues hallara
quien lo que soy estimara
y a mi amor correspondiera!
En aquella humilde esfera,
como en las camas reales,
se gozan contentos tales,
que no los crece el valor,
si los efectos de amor
son en las noches iguales.
No los halla a dos casados
el Sol por las vidrieras
de cristal, a la primeras
luces del alba, abrazados
con más gusto, ni en dorados
techos más descanso halló
que tal vez su rayo entró,
del aurora a los principios,
por mal ajustados ripios,
y un alma en dos cuerpos vio.
¡Dichosa la que no siente
un desprecio autorizado,
y se levanta del lado
de su esposo alegremente!
La que en la primera fuente
mira y lava, ¡oh cosa rara!,
con las dos manos la cara,
y no en llanto cuando fue
con ser duque de Ferrara.
Sola una noche le vi
en mis brazos en un mes,
y muchas le vi después
que no quiso verme a mí.
Pero de que viva así
¿cómo me puedo quejar,
pues que me pudo enseñar
la fama que quien vivía
tan mal, no se enmendaría
aunque mudase lugar?
Que venga un hombre a su casa
cuando viene al mundo el día,
que viva a su fantasía,
por libertad de hombre pasa.
¿Quién puede ponerle tasa?
Pero que con tal desprecio
trate una mujer de precio,
de que es casado olvidado,
o quiere ser desdichado,
o tiene mucho de necio.
El duque debe de ser
de aquéllos cuya opinión
en tomando posesión,
quieren en casa tener
como alhaja la mujer,
para adorno, lustre y gala,
silla o escritorio en sala;
y es término que condeno,
porque con marido bueno,
¡cuándo se vio mujer mala?
La mujer de honesto trato
viene para ser mujer
a su casa; que no a ser
silla, escritorio o retrato.
Basta ser un hombre ingrato,
sin que sea descortés;
y es mejor, si causa es
de algún pensamiento extraño,
no dar ocasión al daño,
que remediarle después.
Lucrecia Tu discurso me ha causado
lástima y admiración;
que tan grande sinrazón
puede ponerte en cuidado.
¿Quién pensara que casado
fuera el duque tan vicioso,
o que no siendo amoroso,
cortés, como dices, fuera,
con que tu pecho estuviera
para el agravio animoso?
En materia de galán
puédese picar en celos,
y dar algunos desvelos,
cuando dormidos están
el desdén, el ademán,
la risa con quien pasó,
alabar al que la habló,
con que despierta el dormido;
pero celos a marido,
¿quién en el mundo los dio?
¿Hale escrito vuestra alteza
a su padre estos enojos?
CasandraNo, Lucrecia; que mis ojos
sólo saben mi tristeza.
LucreciaConforme a la naturaleza
y a la razón, mejor fuera
que el conde te mereciera
y que contigo casado,
asegurado su estado,
su nieto le sucediera.
Que aquestas melancolías
que trae el conde, no son,
señora, sin ocasión.
CasandraNo serán sus fantasías,
Lucrecia, de envidias mías,
ni yo hermanos le daré;
con que Federico esté
seguro que no soy yo
la que la causa le dio.
Desdicha de entrambos fue.
(Salen el Duque, Federico y Batín.)
Duque Si yo pensara, conde, que te diera
tanta tristeza el casamiento mío,
antes de imaginarlo me muriera.
Federico Señor, fuera notable desvarío
entristecerme a mí tu casamiento.
Ni de tu amor por eso desconfío.
Advierta pues tu claro entendimiento
que si del casamiento me pesara,
disimular supiera el descontento.
La falta de salud se ve en mi cara,
pero no la ocasión.
Duque Mucho presumen
los médicos de Mantua y de Ferrara,
y todos finalmente se resumen
en que casarte es el mejor remedio,
en que tales tristezas se consumen.
Federico Para doncellas era mejor medio,
señor, que para un hombre de mi estado
que no por esos medios me remedio.
Casandra Aun apenas el duque me ha mirado.
¡Desprecio extraño y vil descortesía!
LucreciaSi no te ha visto, no será culpado.
Casandra Fingir descuido es brava tiranía.
Vamos, Lucrecia; que, si no me engaño,
de este desdén le pesará algún día.
(Vanse las dos.)
Duque Si bien de la verdad me desengaño,
yo quiero proponerte un casamiento,
ni lejos de tu amor, ni en reino extraño.
Federico ¿Es por ventura Aurora?
Duque El pensamiento
me hurtaste al producirla por los labios,
como quien tuvo el mismo sentimiento.
Yo consulté los más ancianos sabios
del magistrado nuestro, y todos vienen
en que esto sobredora tus agravios.
Federico Poca experiencia de mi pecho tienen;
neciamente me juzgan agraviado,
pues sin causa ofendido me previenen.
Ellos saben que nunca reprobado
tu casamiento de mi voto ha sido;
antes por tu sosiego deseado.
Duque Así lo creo y siempre lo he creído;
y esa obediencia, Federico, pago
con estar de casarme arrepentido.
Federico Señor, porque no entiendas que yo hago
sentimiento de cosa que es tan justa,
y el amor que me muestras satisfago,
sabré primero si mi prima gusta;
y luego disponiendo mi obediencia
pues lo contrario fuera cosa injusta,
haré lo que me mandas.
Duque Su licencia
tengo firmada de su misma boca.
FedericoYo sé que hay novedad, de cierta ciencia,
y que porque a servirle le provoca,
el marqués en Ferrara se ha quedado.
DuquePues eso, Federico, ¿qué te toca?
Federico Al que se ha de casar le da cuidado
el galán que ha servido y aún enojos;
que es escribir sobre papel borrado.
Duque Si andan los hombres a mirar antojos,
encierren en castillos las mujeres
desde que nacen, contra tantos ojos;
que el más puro cristal, si verte quieres,
se mancha del aliento; mas, ¿qué importa
si del mirar escrupuloso eres?
Pues luego que se limpia y se reporta,
tan claro queda como estaba antes.
FedericoMuy bien tu ingenio y tu valor me exhorta.
Señor, cuando centellas rutilantes
escupe alguna fragua, y el que fragua
quiere apagar las llamas resonantes,
moja las brasas de la ardiente fragua;
pero rebeldes ellas, crecen...