Jornada segunda
(Félix y el hermano Garrizo.)
Carrizo Sin sentido me has dejado.
FélixYo te he dicho la verdad.
Carrizo¡Que sufras, Suma Bondad,
tan espantoso pecado!
Mira, Félix, que del cielo
bajarán rayos de furia
si haces tan grave injuria
a su castísimo velo.
Félix Deja aparte hipocresías,
loco, que ella me ha contado
que tú la has solicitado
con papeles estos días
de un caballero de aquí.
Carrizo¿Yo?
Félix Tú.
Carrizo Serán de su hermana.
FélixPues que contigo se allana,
ella le conoce a ti;
y abreviemos. O esta daga
te ha de pasar ese pecho
(pues si te quedas, sospecho
que mayor daño me haga),
o conmigo has de venir.
CarrizoTen la daga, que te juro
que con el alma procuro
a ti y a Clara servir.
No es mi miedo ni cumplimiento,
sino que mi propio humor
me lleva a cosas de amor
el alma y el pensamiento.
Soy retozón de mi gusto,
tierno de mi natural:
un chapín, un delantal,
me causan notable susto.
No hay cofia o cabello suelto
que no me lleve tras sí;
que vive un pimiento en mí,
en esta sotana envuelto.
En oyendo yo un cheriba,
me desato en pura miel,
porque soy tan moscatel,
que de sentido me priva.
Cuanto aquí me has visto hacer,
todo ha sido fingimiento;
que no hay centro en lo violento,
y es mi centro una mujer.
Pueden con mi corazón,
en oyéndolas hablar,
como con manteca, dar
lardo a un asado capón.
No hay almíbar que me iguale
en tratándome de amor,
porque el placer y el color
al rostro y ojos me sale.
Vaya fuera la sotana,
no haya más hipocresía;
humana condición mía,
declarad que sois humana.
Venga espada y vengan plumas,
rompan el mundo estos pies.
FélixHuelgo que por tu interés
a servirme te resumas.
Clara vistiéndose está
para el camino un vestido:
lindas joyas ha cogido:
a punto las tiene ya;
yo las mulas a la puerta
de la ciudad, que un villano
guarda.
Carrizo ¿Quién?
Félix El hortelano
desa mi heredad o huerta:
no hay más de hacer una seña.
CarrizoY yo, ¿no me he de mudar?
FélixSí; mas fuera del lugar.
CarrizoAun pienso que Félix sueña.
Félix, ¿es esto de veras?
¡Clara tan loca por ti,
que quiere salir de aquí!
¡A un ángel tan santo esperas!
¡A una mujer que por santa
la dieron este gobierno!
FélixUn amor lloroso y tierno,
Carrizo, un mármol quebranta.
Mi trabajo me ha costado;
tres veces la combatí...
mas no tratemos aquí
lo padecido y pasado,
pues dello surtió el efecto
que ves. Yo he vencido; basta.
Carrizo¿Qué mujer habrá tan casta,
donde no quepa un defecto,
si este enemigo porfía,
y el principio no remedia?
FélixTemí que fuera tragedia,
Carrizo hermano, la mía,
y hase convertido en boda.
Doy un silbo... Mira bien
si hay alguien.
Carrizo Agora, ¿quién?
Porque está la ciudad toda
envuelta en tiniebla y sueño.
(Silbe Félix, y salga doña Clara, de seglar, muy gallarda.)
Doña Clara¿Eres tú?
Félix ¿Quién puede ser?
Dame esos brazos, mujer,
esposa y eterno dueño.
Doña Clara ¡Ay, día de mi esperanza,
hoy en tus brazos cumplido!
¡Jesús! ¿Con quién has venido?
Carrizo¿No me ves?
Doña Clara ¡Qué buena lanza!
Carrizo Lanza o lanzón, cuando aquí
sales a casarte, Clara,
Carrizo sólo repara
en que se pierde por ti.
La sacristía me dan
desta casa, e imagina
que si la imagen camina,
no se queda el sacristán.
La manga voy a llevar
en aquesta procesión.
Doña ClaraYerros por amores son,
a quien dio el alma lugar.
Retiraos los dos allí,
que un poco tengo que hacer.
FélixPresto, que deben de ser
las doce.
Doña Clara ¿Las doce?
Félix Sí.
(Retírense los dos, y ella diga:)
Doña Clara ¡Virgen, que estáis sobre esta puerta santa,
por donde salgo a tanta desventura,
engañada de amor con fuerza tanta,
que no repara el alma en mi locura;
vara de Araón, divina, fértil planta,
que distes al Criador, siendo criatura,
por cuyo fruto os echan bendiciones
las más fieras y bárbaras naciones;
hermosa Virgen, cándida cortina
de aquel Sol de justicia soberano;
Raquel del gran Jacob, Ester divina,
salud eterna del linaje humano,
preciosa piedra imán, que al Norte inclina,
que nos enseña siempre vuestra mano,
yo rompo la palabra que había dado
a vuestro Hijo y a mi Esposo amado!
Con lágrimas lo digo, Virgen bella:
adúltera soy ya; yo soy perdida;
que un ciego amor me arroja y atropella,
y una pasión en vano resistida.
¡Qué vergüenza que tengo, clara estrella,
divina fuente de la eterna vida,
de alzar mis feos ojos a miraros,
siendo los vuestros más que el cielo claros!
Mas ya el demonio, envuelto en mi flaqueza,
a desesperación tan grande incita
mi loca y femenil naturaleza,
que a matarme o salir me solicita.
Por vuestra intacta virginal pureza,
entre todas santísima y bendita,
María celestial, Madre piadosa,
os pido hagáis por mí sola una cosa.
No sé cómo me atrevo, cuando intento
tan gran maldad; pero por ser tan justo
lo que os suplico, tengo atrevimiento,
que no lo hiciera yo si fuera injusto;
y es que, pues yo, con loco pensamiento,
llevada de la infamia de mi gusto,
voy a perderme en tanto vituperio,
quedéis en guarda deste monasterio.
Aquí tuve el gobierno, y voy perdida;
guardad estas ovejas, Virgen santa,
pues su pastora, con infame huida,
las deja al lobo, que el ganado espanta.
No se pierda ninguna, aborrecida
de mi maldad, ni caiga en la garganta
del hambriento león, a ejemplo mío.
¡Guardaldas, Virgen; que de vos las fío!
Carrizo Paréceme que llora.
Félix No lo entiendo.
¿Si se arrepiente ya?
Doña Clara ¡Virgen hermosa,
y vos, Esposo mío, aunque os ofendo,
y el hombre pierdo aquí de vuestra esposa,
guardad estas ovejas!
Félix ¿Si temiendo
la justicia del cielo rigurosa,
no se atreve a partir?
Carrizo Eso sospecho.
Llega, y esfuerza su medroso...