: Pedro Calderón de la Barca
: El castillo de Lindabridis
: Linkgua
: 9788498971989
: Teatro
: 1
: CHF 2.70
:
: Dramatik
: Spanish
: 150
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El castillo de Lindabridis es una hilarante comedia de enredo de Calderón de la Barca ambientada en un mundo mitológico. La acción de El castillo de Lindabridis ocurre en dos lugares: en la isla con la montaña y la cueva del Fauno y en Babilonia. Lindabridis es de Tartaria, una «provincia que sobre las dos cervices de África y Asia se sienta». Rosicler, el caballero con quien se casa al final, es de Tracia, una región en el nordeste de Grecia. Floriseo, otro pretendiente, es de Persia. El castillo mismo contiene los jardines colgantes orientales entre las almenas y torres medievales mientras que los desafíos medievales finales ocurren en Babilonia.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro.

Jornada primera


(Dentro Rosicler, Floriseo, Fauno y criados.)

Rosicler¡Talad de este horizonte

la rústica cerviz!

Floriseo ¡Al valle!

Criado ¡Al monte!

Floriseo ¡A la cumbre!

Criado ¡A lo llano!

FaunoMuchos cobardes sois, pero es en vano

temer yo tanto número de gente;

que mil cobardes no hacen un valiente

para lidiar conmigo.

(Sale Fauno, vestido de pieles y con un bastón grande y nudoso, lo más extraño y feroz que pueda, y tras él don Rosicler con espada desnuda.)

Rosicler Yo solamente, bárbaro, te sigo;

porque tengo tu vida

a mi fama ofrecida,

y he de quitar de este gitano imperio

la esclavitud que todo su hemisferio

padece, a tus rigores enseñado.

Fauno¿Sabes que soy el Fauno endemoniado,

hijo feroz, como mi ser lo avisa,

de un espíritu y de una pitonisa,

compuesto de hombre, de demonio y fiera,

escándalo del mar y de la esfera,

vivo horror de esta lóbrega montaña

y escollo vivo de esa azul campaña?

Rosicler Sé que son tus prodigios singulares

peligro de estos montes y estos mares.

FaunoSi tanto aliento tienes

que ya lo sabes y a matarme vienes,

atrévete, infelice caballero,

a hacer campo conmigo. Yo te espero

en esta cueva oscura,

donde —partida, no la lumbre pura

del Sol, que hermoso alumbra,

sino la oscuridad, sino la sombra

de la noche importuna,

jeroglífico ya de la Fortuna—

harás campo conmigo.

Rosicler ¿Qué esperas? Ya te sigo.

FaunoPues ya la infausta boca,

de quien mordaza fue una dura roca,

(Aparte.)está abierta, entra, pues. (Así pretendo

que entren todos tras él, porque, saliendo

yo por la gruta que desotra parte

obró naturaleza sin el arte,

se pierdan todos dentro,

y sea su sepulcro el triste centro

desta bóveda oscura.

Tendrán a un tiempo muerte y sepultura.)

(Vase.)

Rosicler Hoy sabrás que no puedo

ver yo el semblante pálido del miedo.

(Sale don Floriseo.)

Floriseo ¿Dónde vas de esa suerte?

Rosicler A dar al Fauno en esa cueva muerte.

Floriseo Entremos, pues.

Rosicler Yo solo le haré guerra.

Floriseo Sin mí tú no has de entrar.

(Luchan los dos sobre cuál ha de entrar, suenan dentro cajas, clarines y voces, y los dos, al oírlo, se suspenden.)

Voces ¡A tierra, a tierra!

Rosicler ¿Qué repetidas voces

desacordadas suenan y veloces?

Floriseo Tierra dicen, mas es en la montaña,

que a ser la parte que Neptuno baña,

ser bajel era cierto

que aportaba a la paz deste desierto.

Rosicler Pues sea lo que fuere,

déjame entrar.

(Vuelven a luchar.)

Floriseo Sin mí jamás lo espere

osado tu valor; y más si creo

el gran prodigio que en el aire veo.

(Descúbrese el castillo.)

Rosicler ¡Gran maravilla encierra!

¡Santos cielos! ¿Qué es esto?

Voces ¡A tierra, a tierra!

Rosicler Con más causa me admiro

cuando el horror, que no encareces, miro;

pues la estación vacía,

claraboya diáfana del día,

es mar que con asombros

sufre un bajel de piedra, y en sus hombros

a errar tan veloz llega

que sobre golfos de átomos navega.

Floriseo Un castillo eminente

es la proa del cubo de la frente;

ondas de vidrio corre;

árbol mayor es una excelsa torre,

jarcias son las almenas,

de banderolas y estandartes llenas,

popa una cristalina galería,

hermoso espejo en que se toca el día.

El farol es un Sol que en arreboles

duplica rayos, multiplica soles;

y, en fin, todo portento,

es pájaro del mar y pez del viento.

Mas, por dejar la admiración pasmada,

sin plumas vuela, sin escamas nada,

con presunción tan grave

que, atendido mejor, ni es pez ni es ave.

Rosicler ¡Oh tú, ciudad movible,

si eres tu dueño tú o inaccesible

el timón te gobierna o el piloto

que halló camino en rumbo tan remoto,

abate, abate el vuelo,

y déte abrigo este gitano suelo,

si ya el mar no te espera,

que tú tendrás el mar por tu ribera!

Pues quien sulca en el viento,

¿quién duda que en el mar tendrá su asiento?

(Baja el castillo.)

Floriseo A tus voces parece

que el castillo se humilla o se agradece,

pues, posado en la roca

que a la cueva del Fauno abrió la boca,

le deja sepultado,

seguro el monte ya, y a ti vengado.

(Asiéntase en tierra el castillo y abren la puerta.)

Rosicler Un pasmo a otro sucede, pues, abiertas

del castillo veloz las altas puertas,

un escuadrón de ninfas se me ofrece.

Floriseo La isla del Fauno isla del Sol parece.

(Salen todas las damas que puedan, Sirene, Arminda y Lindabridis, vestidas ricamente, y traerá Arminda una rodela, y en ella un cartel.)

Lindabridis Si una mujer peregrina

hallar piedad es posible,

por peregrina y mujer,

en vuestros pechos, decidme,

¿qué tierra es ésta que toco?

¿Qué montes los que se miden

con las estrellas? ¿Qué mares

los que su esmeralda ciñen?

Porque me importa saber,

antes que su arena pise,

qué clima es y quién la habita,

qué tierra es y quién la rige.

Rosicler Huéspeda hermosa del aire,

porque mis voces te obliguen

a pagar también en voces

esa deuda que me pides,

escúchame. Este caduco

homenaje que resiste

embates de mar y viento,

con dos enemigos firme,

es el Cáucaso eminente.

Esta isla, donde asiste

el endemoniado Fauno,

albergue fue oscuro y triste

a quien ese muro ya

de monumento le sirve.

La corona de este imperio

es Menfis, y quien la rige

es el magno Tolomeo,

dueño del alma de Euclides.

Yo soy Rosicler de Tracia,

hermano soy invencible

del caballero del Febo.

El que a tu deidad se rinde

don Floriseo es de Persia.

A tan remotos países

nos trajo ambición de honor;

que éste en nuestros pechos vive.

A vencer vine un prodigio,

a cuya empresa me sigue

Floriseo; que los dos

profesamos las insignes

leyes de caballería;

y si mi intento consigue

vencer la duda, que ya

dentro del alma reside,

con mayor causa diré,

agradecido y humilde,

venciendo mis confusiones,

que a vencer prodigios vine.

Lindabridis Tartaria, aquella provincia

que sobre las dos cervices

de África y Asia se sienta,

rica, hermosa y apacible,

aquélla que dos mitades

del orbe abraza y divide,

línea de plata el Orontes,

pauta de cristal el Tigris,

es mi patria. Hija soy noble

de Brutamonte, felice

rey de Tartaria. Mi nombre,

en ofensa de Floripes,

de Angélica y Bradamante,

es la sin par Lindabridis,

heredera de su...