Jornada primera
([Salen] Reinaldos y Malgesí.)
Reinaldos Sin duda que el ser pobre es causa desto;
pues, ¡vive Dios!, que pueden estas manos
echar a todas horas todo el resto
con bárbaros, franceses y paganos.
¿A mí, Roldán, a mí se ha de hacer esto?
Levántate a los cielos soberanos,
el confalón que tienes de la Iglesia.
O reniego, o descreo...
Malgesí ¡Oh, hermano!
Reinaldos ¡Oh, pesia...!
MalgesíMira que suenan mal esas razones.
Reinaldos Nunca las pasa mi intención del techo.
Malgesí Pues, ¿por qué a pronunciallas te dispones?
Reinaldos ¡Rabio de enojo y muero de despecho!
Malgesí Pónesme en confusión.
Reinaldos Y tú me pones...
¡Déjame, que revienta de ira el pecho!
Malgesí ¡Por Dios!, que has de decirme en este instante
con quién las has.
Reinaldos Con el señor de Aglante.
Con aquese bastardo, malnacido,
arrogante, hablador, antojadizo,
más de soberbia que de honor vestido.
Malgesí ¿No me dirás, Reinaldos, qué te hizo?
Reinaldos ¿Que a tanto desprecio he yo venido,
que así ose atrevérseme un mestizo?
Pues ¡juro a fe que, aunque le valga Roma,
que le mate, y le guise, y me le coma!
En un balcón estaba de palacio,
y con él Galalón junto a su lado;
yo entraba por el patio, muy de espacio,
cual suelo, de mí mismo acompañado;
los dos miraron mi bohemio lacio
y no de perlas mi capelo ornado;
tomáronse a reír, y a lo que creo,
la risa fue de ver mi pobre arreo.
Subí, como con alas, la escalera,
de rabia lleno y de temor vacío;
no los hallé donde los vi, y quisiera
ejecutar en mí mi furia y brío.
Entráronse allá dentro, y, si no fuera
porque debo respeto al señor mío,
en su presencia le sacara el alma,
pequeña a tanta injuria, y débil palma.
De aquel traidor de Galalón no hago
cuenta ninguna, que es cobarde y necio;
de Roldán, sí, y en ira me deshago,
pues me conoce, y no me tiene en precio.
Pero presto tendrán los dos el pago,
pagando con sus vidas mi desprecio,
aunque lo estorbe...
Malgesí ¿No ves que desatinas?
Reinaldos Con aquesas palabras más me indinas.
Malgesí Roldán es éste, vesle aquí que sale,
y con él Galalón.
Reinaldos Hazte a una parte,
que quiero ver lo que este infame vale,
que es tenido en el mundo por un Marte.
([Salen] Roldán y Galalón.)
¡Agora, sí, burlón, que no te cale
en la estancia de Carlos retirarte,
ni a ti forjar traiciones y mentiras
para volver pacíficas mis iras!
Galalón Vuélvome, porque es éste un atrevido
y el decir y hacer pone en un punto.
[Vase.]
Reinaldos ¡Bien os habéis de mi ademán reído
los dos, a fe!
Roldán ¡Que está loco barrunto!
Reinaldos ¿Dónde está aquel cobarde?
Malgesí Ya se ha ido.
Reinaldos Tuvo temor de no quedar difunto
si un soplo le alcanzara de mi boca.
Roldán ¡A risa su arrogancia me provoca!
¿Con quién las has, Reinaldos?
Reinaldos ¿Yo? Contigo.
Roldán ¿Conmigo? Pues, ¿por qué?
Reinaldos Ya tú lo sabes.
Roldán No sé más de que siempre fui tu amigo,
pues de mi voluntad tienes las llaves.
Reinaldos Tu risa ha sido deso buen testigo;
no hay para qué tan sin porqué te alabes.
Dime: ¿puede, por dicha, la pobreza
quitar lo que nos da naturaleza?
Que yo trujera con anillos de oro
adornadas mis manos y trujera
con pompa, a modo de real decoro,
mi persona compuesta; ¿adóndequiera
rindiera yo con esto al fuerte moro
o al gallardo español, que nos espera?
No; que no dan costosos atavíos
fuerza a los brazos y a los pechos bríos.
Mi persona desnuda, y esta espada,
y este indomable pecho que conoces,
ancha se harán adondequiera entrada,
como en la seca mies agudas hoces.
Mi fuerza conocida y estimada
está por todo el orbe dando voces,
diciendo quién yo soy; y así, tu burla
contra toda razón de mí se burla.
Y, porque veas que en razón me fundo,
mete mano a la espada y haz la prueba:
verás que en nada no te soy segundo,
ni es para mí el probarte cosa nueva.
¿Que de nuevo te ríes, pese al mundo?
Roldán ¿Qué endiablado furor, primo, te lleva
a romper nuestras paces, o qué risa
así el aviso tuyo desavisa?
Malgesí Dice que dél hiciste burla cuando
entraba por el patio de palacio,
su poco fausto y soledad mirando,
y su bohemio, por antiguo, lacio.
Pensólo, y, su estrecheza contemplando,
y creyendo la burla, en poco espacio
la escalera subió; y, si allí os hallara,
en llanto vuestra risa se tornara.
Roldán Hiciera mal, porque por Dios os juro
que no me pasó tal por pensamiento;
y desto puede estar cierto y seguro,
pues yo lo digo y más con juramento.
Al pilar de la Iglesia, al fuerte muro,
al amparo de Francia y al aliento
de los pechos valientes, ¿quién osara,
aunque en ello la vida le importara?
Esta disculpa baste, ¡oh primo amado!,
para templar vuestra no vista furia;
que no es costumbre de mi pecho honrado
hacer a nadie semejante injuria.
Y más a vos, que solo habéis ganado
más oro que tendrá y tiene Liguria,
si es que la honra vale más que el oro
que en Tíbar cierne el mal vestido moro.
Dadme esa mano, ¡oh primo!, porque, en uno
estas dos que imagino sin iguales,
no siento yo que habrá valor alguno
que de su puerta llegue a los umbrales.
(Vuelve Galalón con el emperador Carlomagno.)
Emperador ¿Que así comenzó a hablar el importuno,
y descubrió en el modo indicios tales,
que presto de la lengua desmandada
pasaría la cólera a la espada?
Galalón No los pongas en paz, porque es prudencia,
y en materia de estado esto se advierte,
tener a tales dos en diferencia,
que son ministros de tu vida y muerte;
que, habiendo entre dos grandes competencia
y entre dos consejeros, de tal suerte
el uno y otro a sus contrarios temen,
que es fuerza que en virtud ambos se estremen,
por temor de las ciertas parlerías
que te podrá decir aquél de aquéste;
y no desprecies las razones mías,
si no quieres que caro no te cueste.
Emperador No están de aquel talante que decías.
Di: ¿Roldán no es aquél? ¿Reinaldos, éste?
En paz están, y asidos de la mano.
Galalón Señores, ¿no habéis visto a Carlomano?
Roldán ¡Oh grande emperador!
Emperador ¡Oh amados primos!
¿Habéis tenido...