: Pedro Calderón de la Barca
: No siempre lo peor es cierto
: Linkgua
: 9788499533599
: Teatro
: 1
: CHF 2.70
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: Dramatik
: Spanish
: 144
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No siempre lo peor es cierto es una comedia de capa y espada.  Sin embargo, su tono, casi sentimental, y su argumento, la separan del resto de las comedias de Pedro Calderón de la Barca. En No siempre lo peor es cierto Don Carlos, amante de Doña Leonor de Lara, encuentra de noche un hombre en el aposento de ella. Lo toma por su rival, y lo mata, arrebatado por los celos. Luego para salvar el honor de Leonor, se la lleva consigo. La considera culpable, y pese a ello, la protege. La trama de No siempre lo peor es cierto alimenta las sospechas de Carlos, y llena de dudas a los espectadores, hasta que al fin aparece la verdad en todo su esplendor. Carlos se convence de que Leonor le ha sido siempre fiel. Este drama nos admira por el desarrollo vigoroso de su relato y el ingenio delicado de su autor. Encanta también su argumento principal y los caracteres de Don Carlos y Doña Leonor, trazados con fuerza y gracia: Carlos, de nobles y magnánimos pensamientos, arrastrado, no obstante, por esas mismas cualidades a concebir sospechas injustas; Leonor, dulce y por afectuosa con él, que tanto la ofende.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro. Calderón desarrollaría la mitad de su producción paralelamente al ascenso del valido conde-duque de Olivares (entre 1621 y 1643), protector de artistas y literatos. Su bautismo teatral se produce, en 1623, con la obra Amor, honor y poder. Calderón realizará algunos viajes por Flandes e Italia, entre 1623 y 1625, como secretario del duque de Frías. Después, será asiduo escritor de obras para la Corte y para los corrales de comedias. Su prestigio en la Corte fue aumentando, y Felipe IV le otorgó el ingreso como caballero de la orden de Santiago, hacia 1637. También debió vivir algunos episodios oscuros, como una acusación por violar, junto a su hermano, la clausura de un convento de trinitarias, tema del que no se sabe a ciencia cierta la verdad. Por otro lado, su buena relación con Lope de Vega debió enfriarse hacia 1629, aunque tampoco hay datos fiables sobre los motivos. Se habla de un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.

Jornada segunda


(Salen don Carlos y Fabio.)

Carlos ¿Está todo prevenido?

Fabio Ya la ropa y las maletas

tengo aparejadas, sólo

falta que las postas vengan.

Carlos Más falta.

Fabio ¿Qué es?

Carlos Que don Juan

que hoy he de partirme sepa,

para que de él me despida.

Fabio Pues ¿no sabe que hoy te ausentas?

Carlos No; ni él ni Leonor lo saben;

que anoche aun no tenía esta

resolución.

Fabio Pues yo iré

a avisarle.

Carlos Aguarda, espera;

que él parece que ha tenido

de mi pensamiento nuevas,

pues a la posada viene

antes casi que amanezca.

(Sale don Juan.)

¿Tan de mañana, don Juan?

Pues ¿qué madrugada es ésta?

Juan Lo mismo puedo deciros.

¿Dónde vais con tanta priesa?

Carlos Anoche, cuando volví

de vuestra casa, en aquesta

posada supe que hay

en Vinaroz dos galeras

de Italia, y perder no quiero

la ocasión de irme con ellas,

porque no veo la hora

de hacer de Leonor ausencia;

que, aunque yo por verla muero,

muero también por no verla.

Y ya que queda segura,

tengo por la acción más cuerda

volver a todo la espalda.

Y así, con vuestra licencia,

don Juan, pienso partir hoy.

Juan Si yo, don Carlos, pudiera

o concederla o negarla,

fuera muy gran conveniencia

de mi dolor poder antes

negarla que concederla.

Carlos ¿Cómo?

Juan Como me importara

deteneros en Valencia

unos días alma y vida.

Carlos ¡Fabio!

Fabio ¿Señor?

Carlos Cuando vengan

las postas, despediráslas.

(Vase Fabio.)

Ved, don Juan, con cuánta priesa

son vuestros preceptos, antes

que preceptos, obediencias.

¿Qué hay de nuevo?

Juan ¿Estamos solos?

Carlos Sí.

Juan Pues cerrad esa puerta.

(Cierra la puerta don Carlos.)

Carlos Ya lo está. ¿Qué es esto?

Juan Es

una desdicha, una pena

tan grande, Carlos, que solo

vos podéis de mi saberla

como mi amigo, porque

soy mitad del alma vuestra,

y como mi sangre, Carlos,

por ser en los dos la mesma.

Mirad cuánto de un día a otro

muda la inconstante rueda

de la fortuna las cosas.

Ayer en vuestras tragedias

venisteis de mí a valeros,

y hoy en las mías es fuerza

que yo me valga de vos.

¡Oh cuán villana, cuán necia

es mi desdicha, pues cobra

con tanta priesa la deuda!

Carlos ¿Desde anoche acá hubo causa

que a tan grande extremo os mueva?

Juan Después que anoche salisteis

de mi casa, porque en ella

ni vos quisisteis quedaros

ni yo quise haceros fuerza,

y después que con instancias

no dejasteis que viniera

con vos, traté recogerme;

y recorriendo las puertas

de mi casa, que es en mí

costumbre y no diligencia,

en mi cuarto me entré, donde

mil ilusiones diversas

me desvelaron flde suerte

que entre confusas ideas

apenas dormir quería,

cuando dispertaba a penasfl

cuando oigo fl¡tiemblo al decirlo!fl

que en una cuadra de afuera

una ventana se abría.

Presumiendo que por ella

alguna criada hablaba,

quise averiguar quién era,

abriendo, sin hacer ruido,

de mi ventana la media;

pues, oyendo una razón

o tomando alguna seña,

sin escándalo podía

poner en el daño enmienda.

A nadie en la calle vi,

con que casi satisfechas

mis dudas se persuadieron

a que el viento hacer pudiera

el ruido. Pero ¡qué poco

dura el bien que un triste piensa!

Pues por el balcón a este

tiempo vi que se descuelga

un hombre. Acudí volando

a tomar una escopeta,

y por prisa que me di,

ya otro y él daban la vuelta

a la calle, a cuyo tiempo

cerraron, porque aun aquella

o tibia o fácil o vana

imaginación siquiera

de que eran ladrones no

me quedase, viendo que eran

cómplices del hurto iguales

los que huyen y el que cierra.

Quise arrojarme tras ellos,

mas, viendo con cuánta priesa

y ventaja iban, hallé

que era inútil diligencia.

Conocer quién era quise

la que vestida y despierta

a aquellas horas estaba,

y abriendo fl¡ay de mífl la puerta

de mi cuarto, el de mi hermana

cerrado hallé; de manera

que llamar a él no era más,

pues todas en mi presencia

habían de alborotarse,

que, equivocando las señas,

el semblante de la culpa

ponérsele a la inocencia

y advertir para adelante;

siendo la acción menos cuerda

que hace un ofendido, cuando

no está en términos la ofensa,

darla a entender con decirla

para no satisfacerla.

Yo no he de hacer en mi casa

novedad; de la manera

que hasta aquí me vieron todos

me han de ver, tan sin sospecha

que hasta mi mismo semblante

sabré hacer que el color mienta.

Pero para este recato

tener un amigo es fuerza

afuera, si estoy en casa,

o en casa, si estoy afuera.

Pues si he de fiarme de otro,

¿de quién con mayor certeza

que de vos que, como dije,

sois mitad del alma mesma,

y como deudo y amigo

os toca tanto mi afrenta?

Y así, para averiguarlo,

oíd lo que mi pecho intenta.

Dentro de mi cuarto yo

tengo una cuadra pequeña

con libros y con papeles,

donde jamás sale o entra

criado alguno. Aquí escondido,

don Carlos... pero a la puerta

llaman.

(Llaman dentro.)

Carlos Esperad. ¿Quién es?

Fabio (Dentro.) Yo soy, señor; abre apriesa.

Carlos Si ves que tengo cerrado,

¿por qué llamas?

(Sale Fabio.)

Fabio Porque sepas

una grande novedad,

de que importa darte cuenta.

Carlos ¿Qué es?

Fabio Estando de esta casa

esperándote a la puerta,

llegó de camino el padre

de Leonor, a ver si en ella

posada había.

Carlos ¿Qué dices?

Fabio Lo que he visto; considera

si es cosa para que oculta

un instante te la tenga,

y más habiéndole dicho

que sí, y apeádose ahí fuera,

donde te ha de ver, si sales.

Carlos ¿Hay desdicha como ésta?

Sin duda en mi seguimiento

y de Leonor a Valencia

viene.

Juan ¿Conóceos él?

Carlos Sí.

Juan Pues mira tú cuándo...