: Miguel de Cervantes Saavedra
: El laberinto de amor
: Linkgua
: 9788498972368
: Teatro
: 1
: CHF 2.60
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: Dramatik
: Spanish
: 142
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El laberinto de amor es una comedia de rasgos caballerescos ambientada en la Italia de la época. Relata las pasiones amorosas y sus consecuencias trágicas o cómicas, centrándolo en la historia de una inocente que es calumniada y después defendida por un paladín desconocido. La trama era habitual en la literatura medieval. Miguel de Cervantes condena los matrimonios de conveniencia impuestos por los padres enfrentados al amor verdadero. Asimismo introduce nuevos elementos de intriga en la trama para sorprender a los espectadores en las escenas finales.

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España.Miguel de Cervantes Saavedra nació a mediados de 1547, en Alcalá de Henares, como cuarto de los siete hijos del cirujano Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Después, entre 1551 y 1556, su familia se trasladaría, sucesivamente, a Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid, donde llevarían siempre una vida modesta y no exenta de dificultades. No se conocen referencias claras sobre la infancia y juventud de Cervantes, y tampoco sobre su formación. Es probable que estudiara en los colegios jesuitas de Córdoba y Sevilla, pero no en la universidad. Sí consta su contacto, a partir de 1566, con el catedrático de gramática y retórica Juan López de Hoyos, en Madrid, quien probablemente lo inició en el arte de la poesía y en la cultura renacentista y humanista de la época. Hacia 1569, tras algún lance callejero o de honor en el que debió herir a un tal Antonio de Sigura, Miguel de Cervantes marchó a Roma con la intención, sobre todo, de eludir a la justicia. Allí entró al servicio del cardenal Giulio Acquaviva y, poco después, trabajó como soldado en el tercio de Miguel de Moncada. Los motivos de este cambio de ocupación son, todavía hoy, un enigma. Los azares bélicos llevaron a Cervantes a la batalla de Lepanto (1571), a bordo de la galera Marquesa, perteneciente a la escuadra mandada por Juan de Austria. En esta batalla fue herido en la mano izquierda, la cual le quedó inútil. Después, tras unos meses de recuperación en Mesina, volvió a participar en las campañas de Bizerta y Túnez. En el prólogo de la segunda parte del Quijote, el mismo Cervantes refiere con orgullo su participación en la batalla de Lepanto, así como su herida y la compensación que obtuvo por su valor.

Jornada segunda


(Salen Cornelio y Anastasio.)

Cornelio Volviendo a lo comenzado,

señor, ¿qué piensas hacer?

AnastasioLo que procuro es saber

si el príncipe se ha engañado,

o qué causa le ha movido

a acusar a Rosamira:

si fueron celos, o ira,

ser llamado, y no escogido;

y, cuando desta querella

no sepa verdad jamás,

por gentileza no más

me dispongo a defendella.

Cornelio Propongo que Dagoberto

es vencido en la batalla,

y que ella libre se halla

de la tormenta en el puerto:

¿tendrás por cosa notoria

el poder asegurarte

que la razón vino a darte,

y no fuerza, la vitoria?

Porque de Dios los secretos

son tan incomprehensibles,

que a veces vemos visibles,

de bienes, malos efetos.

AnastasioYa entiendo tus argumentos,

y con ellos me das pena.

Haga el Cielo lo que ordena;

yo honraré mis pensamientos.

(Salen Julia y Porcia.)

Cornelio Los estudiantes son estos

de quien los otros burlaron.

AnastasioSus burlas, ¿en qué pararon?

CornelioEran algo descompuestos.

Forastero me parece

en cierto modo su traje;

eso veré en su lenguaje,

si el hablallos se me ofrece.

PorciaCamilo, no te descuides

en mostrar en dicho y hecho

que eres varón, a despecho

de cuantos cuidados cuides.

Deja melindres aparte,

da a las ternezas de mano,

y mira que está en tu mano

el perderte o el ganarte.

Mira que amor te ha traído,

por un nunca visto enredo

a ser paje de Manfredo,

y paje favorecido:

que es principio que asegura

buen fin a tu pretensión.

JuliaTienes, Rutilio, razón;

mas no tengo yo ventura,

pues, cuando más me acomodo

a hacer lo que me ordenas,

embebecida en mis penas,

se me olvida a veces todo.

Mas, ¡ay de mí, desdichada,

que éste es el duque, mi hermano!

PorciaVuelve el rostro a esotra mano,

y vuélvete a la posada;

que él no me conoce a mí,

y conviéneme hablalle.

Julia¿Por dó he de ir?

Porcia Por esa calle.

Julia¿Vendrás presto?

Porcia Voy tras ti.

(Vase Julia.) Buen hombre, ¿sois desta tierra?

AnastasioNi soy della, ni buen hombre.

PorciaPues, ¿cómo la vuestra ha nombre?

AnastasioComo el cielo que la encierra.

Cornelio (Aparte.) (Querrá decir Rosamira,

que es tierra y cielo a do vive.

Estas quimeras concibe

quien más por amor suspira.)

AnastasioY vos, ¿sois deste lugar,

señor estudiante?

Porcia No.

Anastasio¿Pues de dónde?

Porcia Aún no sé yo

de a dó me podré llamar:

que el cielo y tierra, hasta agora,

me tratan como estranjero,

y ni dél ni della espero

ver en mis cuitas mejora.

Anastasio¿Vos con cuitas en edad

tan tierna? ¡A fe que me espanta!

PorciaA los años se adelanta

tal vez la calamidad;

y más cuando son de aquellas

que trae el amor en sus alas.

CornelioSus razones no son malas,

aunque yo no sé entendellas;

mas, con todo, apostaré

que está el rapaz traspasado

del agudo arpón dorado,

como el señor su mercé.

Anastasio¿Amáis, por ventura?

Porcia Sí;

mas no sé si por ventura,

aunque alguna me asegura

ver ahora lo que vi.

AnastasioPues, ¿qué veis?

Porcia No será honesto

hacer que me ponga en mengua

tan fácilmente mi lengua

como mis ojos me han puesto;

ni vuestro traje me mueve,

ni mi deseo, a mostrar

lo que en silencio ha de estar

hasta que otras cosas pruebe.

Anastasio¿Tan mal os parece el traje?

PorciaNo, por cierto; porque veo

que dese rústico aseo

es muy contrario el lenguaje,

y podrá ser que el sayal

encubra el al del refrán.

Anastasio¿De dónde sois?

Porcia De Dorlán.

AnastasioDe ahí soy yo natural.

¿Cuánto ha que de allá venistes?

PorciaPoco más de doce días.

Anastasio¿Qué hay de nuevo?

PorciaNiñerías,

aunque son un poco tristes.

Anastasio¿Y qué son?

Porcia Que el de Rosena,

que el de Dorlán hospedó,

a Julia y Porcia robó,

como Paris hizo a Helena.

Anastasio¿Tiénese eso por verdad?

PorciaSí tiene; mas yo imagino

que no lleva más camino

que del cielo la maldad.

Anastasio¿Pues qué dicen?

PorciaYo entreoí

que la Porcia quería bien

a Anastasio.

Anastasio ¿Cómo? ¿A quién?

PorciaA Anastasio.

Anastasio (Aparte.)(¿Cómo? ¿A mí?

¿A su primo hermano? ¡Bueno!)

PorciaQuizá guiaba su intento

por vía de casamiento.

AnastasioDeso está mi bien ajeno.

Mas, ¿eso qué importa al hecho

de roballa?

Porcia No sé yo;

dícese que la sacó

el mismo amor de su pecho.

Mas deben de ser hablillas

del vulgo mal informado.

CornelioA mí me han maravillado.

Anastasio¿Pues de qué te maravillas?

Di: ¿no puede acontecer,

sin admiración que asombre,

que una mujer busque a un hombre,

como un hombre a una mujer?

Cornelio Sí puede; y es tan agible

lo que dices, que se ve

que, en las posibles, no sé

otra cosa más posible.

AnastasioComo a su centro camina,

esté cerca o apartado,

lo leve o lo que es pesado,

y a procuralle se inclina,

tal la hembra y el varón

el uno al otro apetece,

y a veces más se parece

en ella esta inclinación;

y si la naturaleza

quitase a su calidad

el freno de honestidad,

que tiempla su ligereza,

correría a rienda suelta

por do más se le antojase,

sin que la razón bastase

a hacerla dar la vuelta;

y ansí, cuando el freno toma

entre los dientes del gusto,

ni la detiene lo justo,

ni algún respeto la doma.

Porcia¡En poca deuda os están

las mujeres!

Cornelio Si así fuera,

ni yo este traje trujera,

ni él vistiera aquel gabán.

AnastasioNo es tan poca: que si hago

la cuenta, no sé yo paga

que a la deuda satisfaga,

puesto que en ella me pago.

PorciaEn fin: ¿amáis?

Anastasio Alma tengo,

y no he de estar sin amor.

PorciaHay amor bueno, y mejor.

AnastasioYo con el mejor me avengo.

Porcia¿Es...