Jornada segunda
(Salen Jacinta y don Enrique como a escuras.)
Jacinta Llega con silencio.
Enrique Apenas
los pies en la tierra puse.
Jacinta Ésta es el jardín, y aquí
pues de la noche te encubre
el manto, y pues don Gutierre
está preso, no hay que dudes
sino que conseguirás
victorias de amor tan dulces.
Enrique Si la libertad, Jacinta,
que te prometí, presumes
poco premio a bien tan grande,
pide más, y no te excuses
por cortedad. Vida y alma
es bien que por tuyas juzgues.
Jacinta Aquí mi señora siempre
viene, y tiene por costumbre
pasar un poco la noche.
Enrique Calla, calla, no pronuncies
otra razón, porque temo
que los vientos nos escuchen.
Jacinta Ya, pues, porque tanta ausencia
no me indicie, o no me culpe
de este delito, no quiero
faltar de allí.
(Vase Jacinta.)
Enrique Amor, ayude
mi intento. Estas verdes hojas
me escondan y disimulen;
que no seré yo el primero
que a vuestras espaldas hurte
rayos al Sol. Acteón
con Diana me disculpe.
(Escóndese, y sale doña Mencía y criadas.)
Mencía ¡Silvia, Jacinta, Teodora!
Jacinta ¿Qué mandas?
Mencía Que traigas luces;
y venid todas conmigo
a divertir pesadumbres
de la ausencia de Gutierre,
donde el natural presume
vencer hermosos países
que el arte dibuja y pule.
¡Teodora!
Teodora ¿Señora mía?
Mencía Divierte con voces dulces
esta tristeza.
Teodora Holgaréme
que de letra y tono gustes.
(Canta Teodora y duérmese doña Mencía.)
Jacinta No cantes más, que parece
que ya el sueño al alma infunde
sosiego y descanso; y pues
hallaron sus inquietudes
en él sagrado, nosotras
no la despertemos.
Teodora Huye
con silencio la ocasión.
Jacinta (Aparte.) (Yo lo haré, porque la busque
quien la deseó. ¡Oh criadas,
y cuántas honras ilustres
se han perdido por vosotras!)
(Vanse, y sale don Enrique.)
Enrique Sola se quedó. No duden
mis sentidos tanta dicha,
y ya que a esto me dispuse,
pues la ventura me falta,
tiempo y lugar me aseguren.
¡Hermosísima Mencía!
Mencía ¡Válgame Dios!
(Despierta.)
Enrique No te asustes.
Mencía ¿Qué es esto?
Enrique Un atrevimiento,
a quien es bien que disculpen
tantos años de esperanza.
Mencía ¿Pues, señor, vos...
Enrique No te turbes.
Mencía ...de esta suerte...
Enrique No te alteres.
Mencía ...entrasteis...
Enrique No te disgustes.
Mencía ...en mi casa sin temer
que así a una mujer destruye,
y que así ofende un vasallo
tan generoso e ilustre?
Enrique Esto es tomar tu consejo.
Tú me aconsejas que escuche
disculpas de aquella dama,
y vengo a que te disculpes
conmigo de mis agravios.
Mencía Es verdad, la culpa tuve;
pero si he de disculparme,
tu alteza, señor, no dude
que es en orden a mi honor.
Enrique ¿Que ignoro, acaso, presumes
el respeto que les debo
a tu sangre y tus costumbres?
El achaque de la caza
que en estos campos dispuse,
no fue fatigar la caza,
estorbando que saluden
a la venida del día,
sino a ti, garza, que subes
tan remontada, que tocas
por las campañas azules
de los palacios del Sol
los dorados balaústres.
Mencía Muy bien, señor, vuestra alteza
a las garzas atribuye
esta lucha; pues la garza
de tal instinto presume,
que volando hasta los cielos,
rayo de pluma sin lumbre,
ave de fuego con alma,
con instinto alada nube,
parda cometa sin fuego,
quiere que su intento burlen
azores reales; y aun dicen
que cuando de todos huye,
conoce el que ha de matarla;
y así, antes que con él luche,
el temor hace que tiemble,
se estremezca, y se espeluce.
Así yo, viendo a tu alteza
quedé muda, absorta estuve,
conocí el riesgo, y temblé;
tuve miedo, y horror tuve;
porque mi temor no ignore,
porque me espanto no dude,
que es quien me ha de dar la muerte.
Enrique Ya llegué a hablarte, ya tuve
ocasión; no he de perdella.
Mencía ¿Cómo esto los cielos sufren?
Daré voces.
Enrique A ti misma
te infamas.
Mencía ¿Cómo no acuden
a darme favor las fieras?
Enrique Porque de enojarme huyen.
(Dentro don Gutierre.)
Gutierre Ten ese estribo, Coquín,
y llama a esa puerta.
Mencía ¡Cielos!
No mintieron mis recelos;
llegó de mi vida el fin.
Don Gutierre es éste, ¡ay Dios!
Enrique ¡Oh, qué infelice nací!
Mencía ¿Qué ha de ser, señor, de mí,
si os halla conmigo a vos?
Enrique ¿Pues qué he de hacer?
Mencía Retiraros.
Enrique ¿Yo me tengo de esconder?
Mencía El honor de una mujer
a más que esto ha de obligaros.
No podéis salir fl¡soy muerta!fl
que como allá no sabían
mis criadas lo que hacían,
abrieron luego la puerta.
Aun salir no podéis ya.
Enrique ¿Qué haré en tanta confusión?
Mencía Detrás de ese pabellón,
que en mi misma cuadra está,
os esconded.
Enrique No he sabido,
hasta la ocasión presente,
qué es temor. ¡Oh, qué valiente
debe de ser un marido!
(Escóndese.)
Mencía Sí inocente la mujer,
no hay desdicha que no aguarde,
¡válgame Dios, qué cobarde
culpada debe de ser!
(Salen don Gutierre y Coquín.)
Gutierre Mi bien, mi señora, los brazos
darme una y mil veces puedes.
Mencía Con envidia de estas redes,
que en tan amoroso lazos
están inventando abrazos.
Gutierre No dirás que no he venido
a verte.
Mencía Fineza ha sido
de amante firme y constante.
GutierreNo dejo de ser amante
yo, mi bien, por ser marido;
que por propia la hermosura
no desmerece jamás
las finezas; antes más
las alienta y asegura;
y así a su riesgo procura
los medios, las ocasiones.
Mencía En obligación me pones.
Gutierre El alcaide que...