: Pedro Calderón de la Barca
: El médico de su honra
: Linkgua
: 9788498972412
: Teatro
: 1
: CHF 2.70
:
: Dramatik
: Spanish
: 132
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El médico de su honra, de Calderón de la Barca, relata la historia de un marido celoso que asesina a su mujer al sospechar que le es infiel.El médico de su honratrata sobre las pasiones humanas, la traición, aderezada con celos, desconfianza, amor y desdén. La obra pertenece al ciclo de comedias inspiradas en el tema de los celos o la venganza en nombre del honor: El pintor de su deshonra, A secreto agravio, secreta venganza, El mayor monstruo, los celos, etc.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681)Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro. Calderón desarrollaría la mitad de su producción paralelamente al ascenso del valido conde-duque de Olivares (entre 1621 y 1643), protector de artistas y literatos. Su bautismo teatral se produce, en 1623, con la obra Amor, honor y poder. Calderón realizará algunos viajes por Flandes e Italia, entre 1623 y 1625, como secretario del duque de Frías. Después, será asiduo escritor de obras para la Corte y para los corrales de comedias. Su prestigio en la Corte fue aumentando, y Felipe IV le otorgó el ingreso como caballero de la orden de Santiago, hacia 1637. También debió vivir algunos episodios oscuros, como una acusación por violar, junto a su hermano, la clausura de un convento de trinitarias, tema del que no se sabe a ciencia cierta la verdad. Por otro lado, su buena relación con Lope de Vega debió enfriarse hacia 1629, aunque tampoco hay datos fiables sobre los motivos. Se habla de un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.

Jornada segunda


(Salen Jacinta y don Enrique como a escuras.)

Jacinta Llega con silencio.

Enrique Apenas

los pies en la tierra puse.

Jacinta Ésta es el jardín, y aquí

pues de la noche te encubre

el manto, y pues don Gutierre

está preso, no hay que dudes

sino que conseguirás

victorias de amor tan dulces.

Enrique Si la libertad, Jacinta,

que te prometí, presumes

poco premio a bien tan grande,

pide más, y no te excuses

por cortedad. Vida y alma

es bien que por tuyas juzgues.

Jacinta Aquí mi señora siempre

viene, y tiene por costumbre

pasar un poco la noche.

Enrique Calla, calla, no pronuncies

otra razón, porque temo

que los vientos nos escuchen.

Jacinta Ya, pues, porque tanta ausencia

no me indicie, o no me culpe

de este delito, no quiero

faltar de allí.

(Vase Jacinta.)

Enrique Amor, ayude

mi intento. Estas verdes hojas

me escondan y disimulen;

que no seré yo el primero

que a vuestras espaldas hurte

rayos al Sol. Acteón

con Diana me disculpe.

(Escóndese, y sale doña Mencía y criadas.)

Mencía ¡Silvia, Jacinta, Teodora!

Jacinta ¿Qué mandas?

Mencía Que traigas luces;

y venid todas conmigo

a divertir pesadumbres

de la ausencia de Gutierre,

donde el natural presume

vencer hermosos países

que el arte dibuja y pule.

¡Teodora!

Teodora ¿Señora mía?

Mencía Divierte con voces dulces

esta tristeza.

Teodora Holgaréme

que de letra y tono gustes.

(Canta Teodora y duérmese doña Mencía.)

Jacinta No cantes más, que parece

que ya el sueño al alma infunde

sosiego y descanso; y pues

hallaron sus inquietudes

en él sagrado, nosotras

no la despertemos.

Teodora Huye

con silencio la ocasión.

Jacinta (Aparte.) (Yo lo haré, porque la busque

quien la deseó. ¡Oh criadas,

y cuántas honras ilustres

se han perdido por vosotras!)

(Vanse, y sale don Enrique.)

Enrique Sola se quedó. No duden

mis sentidos tanta dicha,

y ya que a esto me dispuse,

pues la ventura me falta,

tiempo y lugar me aseguren.

¡Hermosísima Mencía!

Mencía ¡Válgame Dios!

(Despierta.)

Enrique No te asustes.

Mencía ¿Qué es esto?

Enrique Un atrevimiento,

a quien es bien que disculpen

tantos años de esperanza.

Mencía ¿Pues, señor, vos...

Enrique No te turbes.

Mencía ...de esta suerte...

Enrique No te alteres.

Mencía ...entrasteis...

Enrique No te disgustes.

Mencía ...en mi casa sin temer

que así a una mujer destruye,

y que así ofende un vasallo

tan generoso e ilustre?

Enrique Esto es tomar tu consejo.

Tú me aconsejas que escuche

disculpas de aquella dama,

y vengo a que te disculpes

conmigo de mis agravios.

Mencía Es verdad, la culpa tuve;

pero si he de disculparme,

tu alteza, señor, no dude

que es en orden a mi honor.

Enrique ¿Que ignoro, acaso, presumes

el respeto que les debo

a tu sangre y tus costumbres?

El achaque de la caza

que en estos campos dispuse,

no fue fatigar la caza,

estorbando que saluden

a la venida del día,

sino a ti, garza, que subes

tan remontada, que tocas

por las campañas azules

de los palacios del Sol

los dorados balaústres.

Mencía Muy bien, señor, vuestra alteza

a las garzas atribuye

esta lucha; pues la garza

de tal instinto presume,

que volando hasta los cielos,

rayo de pluma sin lumbre,

ave de fuego con alma,

con instinto alada nube,

parda cometa sin fuego,

quiere que su intento burlen

azores reales; y aun dicen

que cuando de todos huye,

conoce el que ha de matarla;

y así, antes que con él luche,

el temor hace que tiemble,

se estremezca, y se espeluce.

Así yo, viendo a tu alteza

quedé muda, absorta estuve,

conocí el riesgo, y temblé;

tuve miedo, y horror tuve;

porque mi temor no ignore,

porque me espanto no dude,

que es quien me ha de dar la muerte.

Enrique Ya llegué a hablarte, ya tuve

ocasión; no he de perdella.

Mencía ¿Cómo esto los cielos sufren?

Daré voces.

Enrique A ti misma

te infamas.

Mencía ¿Cómo no acuden

a darme favor las fieras?

Enrique Porque de enojarme huyen.

(Dentro don Gutierre.)

Gutierre Ten ese estribo, Coquín,

y llama a esa puerta.

Mencía ¡Cielos!

No mintieron mis recelos;

llegó de mi vida el fin.

Don Gutierre es éste, ¡ay Dios!

Enrique ¡Oh, qué infelice nací!

Mencía ¿Qué ha de ser, señor, de mí,

si os halla conmigo a vos?

Enrique ¿Pues qué he de hacer?

Mencía Retiraros.

Enrique ¿Yo me tengo de esconder?

Mencía El honor de una mujer

a más que esto ha de obligaros.

No podéis salir fl¡soy muerta!fl

que como allá no sabían

mis criadas lo que hacían,

abrieron luego la puerta.

Aun salir no podéis ya.

Enrique ¿Qué haré en tanta confusión?

Mencía Detrás de ese pabellón,

que en mi misma cuadra está,

os esconded.

Enrique No he sabido,

hasta la ocasión presente,

qué es temor. ¡Oh, qué valiente

debe de ser un marido!

(Escóndese.)

Mencía Sí inocente la mujer,

no hay desdicha que no aguarde,

¡válgame Dios, qué cobarde

culpada debe de ser!

(Salen don Gutierre y Coquín.)

Gutierre Mi bien, mi señora, los brazos

darme una y mil veces puedes.

Mencía Con envidia de estas redes,

que en tan amoroso lazos

están inventando abrazos.

Gutierre No dirás que no he venido

a verte.

Mencía Fineza ha sido

de amante firme y constante.

GutierreNo dejo de ser amante

yo, mi bien, por ser marido;

que por propia la hermosura

no desmerece jamás

las finezas; antes más

las alienta y asegura;

y así a su riesgo procura

los medios, las ocasiones.

Mencía En obligación me pones.

Gutierre El alcaide que...