Jornada segunda
(Suenan chirimías y atabalillos y sale en lo alto del teatro Licas con un estandarte, y por lo bajo salen Friso, Flavio y gente.)
Licas Oíd, oíd, oíd, vasallos.
Ninias vive, Ninias reina.
Decid todos ¡viva!
Todos ¡Viva
siglos y edades eternas!
(Enarbola el estandarte, vuelven a tocar, y vase Licas y el acompañamiento, y quédanse Friso y Flavio.)
Friso Viva porque muera yo.
Flavio Señor, pues ¿de esta manera,
en día tan celebrado
de la plebe y la nobleza,
tú sólo al concurso faltas
y de la jura te ausentas?
Friso Sí, Flavio; que aquestas voces,
que ufanas y lisonjeras
publican que Ninias viva,
publican que Friso muera;
porque siendo para todos
de alegría, gusto y fiesta,
son para mí solamente
de pena, llanto y tristeza.
Flavio Pues ¿qué novedad, señor,
hay para que tú lo sientas?
Friso Si no sabes, escucha
lo que ha pasado en tu ausencia.
Vino a Babilonia Ninias,
y ganando su belleza
un común afecto en todos,
o fuese natural deuda,
o heredero vasallaje,
o confusa o novelera
ceremonia de la plebe,
que ésa es la opinión más cierta,
su nombre vio repetido
y aclamado de las lenguas
del vulgo, cuyos acentos
llegaron a las orejas
de Semíramis, que, airada
de ver que reinando ella
tan victoriosa aplaudiesen
ni aun a su hijo en su ofensa,
y más, día en que acababa
de darles la más sangrienta
victoria que vio el Eufrates
sobre sus, ondas soberbias,
por vengarse así de todos,
irritada de la queja,
ofendida del agravio,
y de la cólera ciega,
del gobierno desistió,
diciendo a voces que ella
el cetro y laurel dejaba
en su hijo. ¡Oh, cuánto yerra
quien grandes resoluciones
toma aprisa! Pues es fuerza
que quien presto se resuelve,
presto también se arrepienta.
Yo, pues, juzgando que aquello
más efecto no tuviera
que una cosa dicha acaso,
con cólera y sin prudencia,
quise llevar adelante
las empezadas finezas
de su servicio, creyendo
que su ambición y soberbia
no había de querer jamás
darse la partido, y que puesta
en castigar el motín,
se había de salir resuelta
con todo, quedando yo
en su gracia, viendo que era
el que solo no había dado
a su hijo la obediencia.
Entrambos discursos, Flavio,
me salieron mal, porque ella
llevar también adelante
quiso el rencor, de manera
que, de la última cuadra
de aquesa fábrica inmensa,
para estancia suya, hizo
clavar ventanas y puertas,
guardando desde aquel día
una viudez tan severa,
que el Sol apenas la ve,
y si el Sol la ve, es a penas.
De todas las damas suyas
una sola sale y entra
a servirla, sin que otra
ninguna el rostro la vea;
tanto, que, entrando su hijo
a rendirla la obediencia,
le habló, cubierta la cara
de un negro cendal; y en muestra
de que gustaba que él
gobernase, la diadema
y el cetro de oro, que fue
de Nino su esposo herencia,
le dio, y para coronarse
con tantas públicas muestras
como hoy hace Babilonia,
su permisión y licencia.
Si la habrá pesado ya,
no sé; pero bien se deja
conocer cuánto burlada
halla un hombre su soberbia
el día que, por vengarse
de otro, en sí mismo se venga.
Yo, pues, que por ella estaba
declarado, y que con guerras
civiles pensaba ver
a Babilonia revuelta,
no besé a Ninias la mano,
o se la besé por fuerza.
Cuando vino a Babilonia,
informado de mi queja,
se mostró airado conmigo;
de suerte que a verse llega
hoy tan neutral mi fortuna,
que, por servir a la reina,
no serví al rey, siendo así
que a la que obligué se ausenta
y al que ofendí se corona;
y siendo de esta manera,
hoy que la nobleza y plebe
le jura y su mano besa,
y que mi hermano levanta,
del mauseolo a las puertas,
el estandarte por él,
yo huyo de su presencia;
porque esas festivas voces
son de mi fortuna exequias,
cuando repetidas dicen
en tantas confusas lenguas...
Voces (Dentro.) ¡Viva Ninias!
(Suenan chirimías dentro.)
Todos (Dentro.) ¡Ninia viva
siglos y edades eternas!
Flavio Ya todas las ceremonias
se acabaron.
Friso Bien lo muestra
el grande acompañamiento
con que da a palacio vuelta.
Flavio Señor, si de aconsejarte
merezco alguna licencia,
no te extrañes con el rey.
Llega con todos, y deja
que obre su enojo; no tú
te anticipes. Considera
que quizá el verte tan fino
antes de ahora con la reina
le obligará a que presuma
que con él lo serás.
Friso Esa
razón en un pecho, Flavio,
de sustancia y de prudencia
militada es, pero no
en el suyo; porque piensa
que, afeminado, de todo
se recata y se recela.
Pero tu consejo es bien
seguir; y puesto que llega
con tanto acompañamiento,
en él quiero que me vea
entre todos.
(Sale todo el acompañamiento, Lisias, Licas y Ninias, y vuelve la música.)
Todos ¡Ninias viva
siglos y edades eternas!
Ninias Vasallos, deudos y amigos,
leal plebe, ilustre nobleza,
a cuyos grandes aplausos,
a cuyas raras finezas
siempre agradecida el alma
vivirá ufana y atenta.
Ya que Semíramis quiso,
mi señora y vuestra reina,
que yo os gobierne y que ciña
el laurel, por su obediencia
aún más que por mi deseo,
a todos hacer quisiera
merced y pagar a todos,
reconociendo la deuda
en que os estoy; y así, en tanto
que la ocasión se me ofrezca
de honraros a todos, quiero
empezar a que se vea
en mis mercedes el gusto
que he de tener en hacerlas.
Una palabra que di
hoy ha de ser la primera
que cumpla; que a mi palabra
acudir antes es fuerza.
A Lidoro desatad
de aquella injusta cadena
en que está, y decid que al punto
venga libre a mi presencia.
Lisias Señor, que con él piadoso
andes, en noble clemencia;
mas no le des libertad
absolutamente. Piensa
que es poderoso contrario,
y que antes que la tenga
es justo asentar con él
que te ha de dar la obediencia
y feudo que dio a tu padre.
Ninias Tú, Lisias, me aconsejas
siempre lo mejor, y yo
seguir lo mejor quisiera;
y así, por ese consejo,
por tus canas y experiencia,
juez mayor te hago de Siria
y gobernador en ella.
Lisias Los pies te...