: Pedro Calderón de la Barca
: La hija del aire II
: Linkgua
: 9788498970807
: Teatro
: 1
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: Dramatik
: Spanish
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La hija del aire (1653) es un drama histórico de Pedro Calderón de la Barca con base mitológica. Relata la historia de Semíramis, la reina de Asiria y fundadora de Babilonia. Célebre por ser una mujer seductora y guerrera, nacida bajo el signo de la violencia. Su padre había violado a su madre, ésta lo había ejecutado y a su vez había muerto durante el parto de ella. Semíramis es acusada por el rey de Lidia de usurpar el poder que debía ser ejercido por Ninias, su propio hijo. Tras la acusación el rey de Lidia y Semíramis se declaran la guerra. En esta historia contada en La hija del aire el pueblo reclama el poder para Ninias y Semíramis renuncia. Luego, hace terribles amenazas al reino, y reaparece disfrazada de Ninias aprovechando el gran parecido que tiene con él. A través de ese personaje, Calderón reflexiona sobre los excesos que cometen los gobernantes cuando los intereses o impulsos personales prevalecen ante el bien general, y sobre la legitimidad de diferentes modelos de gobierno que van desde la tiranía personalista al populismo reaccionario. La hija del aire está dividida en dos partes, la primera se estrenó el 13 de noviembre de 1653 y la segunda el 16 de noviembre, en palacio y ante el rey Felipe IV. La figura central de la primera parte de La hija del aire, Semíramis, conduce su gobierno movida por la pasión de poder y por la tiranía. El modelo de régimen que representa su hijo en la segunda parte, el imprudente Ninias, es igualmente perjudicial para su país. Su inexperiencia y desidia ante las obligaciones de su puesto, provocan la inestabilidad política y social. 

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro. Calderón desarrollaría la mitad de su producción paralelamente al ascenso del valido conde-duque de Olivares (entre 1621 y 1643), protector de artistas y literatos. Su bautismo teatral se produce, en 1623, con la obra Amor, honor y poder. Calderón realizará algunos viajes por Flandes e Italia, entre 1623 y 1625, como secretario del duque de Frías. Después, será asiduo escritor de obras para la Corte y para los corrales de comedias. Su prestigio en la Corte fue aumentando, y Felipe IV le otorgó el ingreso como caballero de la orden de Santiago, hacia 1637. También debió vivir algunos episodios oscuros, como una acusación por violar, junto a su hermano, la clausura de un convento de trinitarias, tema del que no se sabe a ciencia cierta la verdad. Por otro lado, su buena relación con Lope de Vega debió enfriarse hacia 1629, aunque tampoco hay datos fiables sobre los motivos. Se habla de un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.

Jornada segunda


(Suenan chirimías y atabalillos y sale en lo alto del teatro Licas con un estandarte, y por lo bajo salen Friso, Flavio y gente.)

Licas Oíd, oíd, oíd, vasallos.

Ninias vive, Ninias reina.

Decid todos ¡viva!

Todos ¡Viva

siglos y edades eternas!

(Enarbola el estandarte, vuelven a tocar, y vase Licas y el acompañamiento, y quédanse Friso y Flavio.)

Friso Viva porque muera yo.

Flavio Señor, pues ¿de esta manera,

en día tan celebrado

de la plebe y la nobleza,

tú sólo al concurso faltas

y de la jura te ausentas?

Friso Sí, Flavio; que aquestas voces,

que ufanas y lisonjeras

publican que Ninias viva,

publican que Friso muera;

porque siendo para todos

de alegría, gusto y fiesta,

son para mí solamente

de pena, llanto y tristeza.

Flavio Pues ¿qué novedad, señor,

hay para que tú lo sientas?

Friso Si no sabes, escucha

lo que ha pasado en tu ausencia.

Vino a Babilonia Ninias,

y ganando su belleza

un común afecto en todos,

o fuese natural deuda,

o heredero vasallaje,

o confusa o novelera

ceremonia de la plebe,

que ésa es la opinión más cierta,

su nombre vio repetido

y aclamado de las lenguas

del vulgo, cuyos acentos

llegaron a las orejas

de Semíramis, que, airada

de ver que reinando ella

tan victoriosa aplaudiesen

ni aun a su hijo en su ofensa,

y más, día en que acababa

de darles la más sangrienta

victoria que vio el Eufrates

sobre sus, ondas soberbias,

por vengarse así de todos,

irritada de la queja,

ofendida del agravio,

y de la cólera ciega,

del gobierno desistió,

diciendo a voces que ella

el cetro y laurel dejaba

en su hijo. ¡Oh, cuánto yerra

quien grandes resoluciones

toma aprisa! Pues es fuerza

que quien presto se resuelve,

presto también se arrepienta.

Yo, pues, juzgando que aquello

más efecto no tuviera

que una cosa dicha acaso,

con cólera y sin prudencia,

quise llevar adelante

las empezadas finezas

de su servicio, creyendo

que su ambición y soberbia

no había de querer jamás

darse la partido, y que puesta

en castigar el motín,

se había de salir resuelta

con todo, quedando yo

en su gracia, viendo que era

el que solo no había dado

a su hijo la obediencia.

Entrambos discursos, Flavio,

me salieron mal, porque ella

llevar también adelante

quiso el rencor, de manera

que, de la última cuadra

de aquesa fábrica inmensa,

para estancia suya, hizo

clavar ventanas y puertas,

guardando desde aquel día

una viudez tan severa,

que el Sol apenas la ve,

y si el Sol la ve, es a penas.

De todas las damas suyas

una sola sale y entra

a servirla, sin que otra

ninguna el rostro la vea;

tanto, que, entrando su hijo

a rendirla la obediencia,

le habló, cubierta la cara

de un negro cendal; y en muestra

de que gustaba que él

gobernase, la diadema

y el cetro de oro, que fue

de Nino su esposo herencia,

le dio, y para coronarse

con tantas públicas muestras

como hoy hace Babilonia,

su permisión y licencia.

Si la habrá pesado ya,

no sé; pero bien se deja

conocer cuánto burlada

halla un hombre su soberbia

el día que, por vengarse

de otro, en sí mismo se venga.

Yo, pues, que por ella estaba

declarado, y que con guerras

civiles pensaba ver

a Babilonia revuelta,

no besé a Ninias la mano,

o se la besé por fuerza.

Cuando vino a Babilonia,

informado de mi queja,

se mostró airado conmigo;

de suerte que a verse llega

hoy tan neutral mi fortuna,

que, por servir a la reina,

no serví al rey, siendo así

que a la que obligué se ausenta

y al que ofendí se corona;

y siendo de esta manera,

hoy que la nobleza y plebe

le jura y su mano besa,

y que mi hermano levanta,

del mauseolo a las puertas,

el estandarte por él,

yo huyo de su presencia;

porque esas festivas voces

son de mi fortuna exequias,

cuando repetidas dicen

en tantas confusas lenguas...

Voces (Dentro.) ¡Viva Ninias!

(Suenan chirimías dentro.)

Todos (Dentro.) ¡Ninia viva

siglos y edades eternas!

Flavio Ya todas las ceremonias

se acabaron.

Friso Bien lo muestra

el grande acompañamiento

con que da a palacio vuelta.

Flavio Señor, si de aconsejarte

merezco alguna licencia,

no te extrañes con el rey.

Llega con todos, y deja

que obre su enojo; no tú

te anticipes. Considera

que quizá el verte tan fino

antes de ahora con la reina

le obligará a que presuma

que con él lo serás.

Friso Esa

razón en un pecho, Flavio,

de sustancia y de prudencia

militada es, pero no

en el suyo; porque piensa

que, afeminado, de todo

se recata y se recela.

Pero tu consejo es bien

seguir; y puesto que llega

con tanto acompañamiento,

en él quiero que me vea

entre todos.

(Sale todo el acompañamiento, Lisias, Licas y Ninias, y vuelve la música.)

Todos ¡Ninias viva

siglos y edades eternas!

Ninias Vasallos, deudos y amigos,

leal plebe, ilustre nobleza,

a cuyos grandes aplausos,

a cuyas raras finezas

siempre agradecida el alma

vivirá ufana y atenta.

Ya que Semíramis quiso,

mi señora y vuestra reina,

que yo os gobierne y que ciña

el laurel, por su obediencia

aún más que por mi deseo,

a todos hacer quisiera

merced y pagar a todos,

reconociendo la deuda

en que os estoy; y así, en tanto

que la ocasión se me ofrezca

de honraros a todos, quiero

empezar a que se vea

en mis mercedes el gusto

que he de tener en hacerlas.

Una palabra que di

hoy ha de ser la primera

que cumpla; que a mi palabra

acudir antes es fuerza.

A Lidoro desatad

de aquella injusta cadena

en que está, y decid que al punto

venga libre a mi presencia.

Lisias Señor, que con él piadoso

andes, en noble clemencia;

mas no le des libertad

absolutamente. Piensa

que es poderoso contrario,

y que antes que la tenga

es justo asentar con él

que te ha de dar la obediencia

y feudo que dio a tu padre.

Ninias Tú, Lisias, me aconsejas

siempre lo mejor, y yo

seguir lo mejor quisiera;

y así, por ese consejo,

por tus canas y experiencia,

juez mayor te hago de Siria

y gobernador en ella.

Lisias Los pies te...