: Tirso de Molina
: La mejor espigadera
: Linkgua
: 9788499532325
: Teatro
: 1
: CHF 2.70
:
: Dramatik
: Spanish
: 156
: DRM
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: ePUB
En La mejor espigadera Tirso de Molina reescribe la historia bíblica de Ruth, sus orígenes modestos y su conversión en una mujer moabita con liderazgo. En esta trama Ruth asciende a la nobleza, y vive un triángulo de amor, como una mujer inteligente y decidida, que no se somete a los deseos de los demás. Al final, de la pieza Tirso muestra la aspiración del arte barroco de intentar superar los modelos que toma de la vida real.

Tirso de Molina (Madrid, 1584-Almazán, 1648). España. Su verdadero nombre fue Gabriel Téllez, y nació hacia 1580-84 en Madrid. Su ascendencia no está documentada, y se ha especulado (con poca solidez) sobre la posibilidad de que fuera hijo ilegítimo del duque de Osuna, Pedro Téllez-Girón, uno de los personajes más influyentes en la vida pública del momento. También se cree que sus padres debieron ser sirvientes de los condes de Molina, cuyo apellido adoptaría más tarde Gabriel al ordenarse monje como fray Tirso de Molina. Tras realizar estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, donde debió conocer a Lope de Vega, Tirso de Molina ingresó en el convento de la orden de la Merced de Guadalajara, en noviembre de 1600, y tomó los hábitos dos meses y medio después, en el monasterio de San Antolín, en la misma ciudad. En 1606 se ordenó sacerdote en Toledo, donde estudió artes y teología. Desde Toledo haría diversos viajes por la Península (Galicia, Salamanca, Lisboa y otras ciudades), con una estancia de dos años (1614-15) en el monasterio de Estercuel, en Aragón. También estuvo en América, y más concretamente en Santo Domingo, entre 1616 y 1618, experiencia que reflejaría en algunas obras. A su regreso, instalado en Madrid, fueron apareciendo sus comedias profanas, mal recibidas por las autoridades eclesiásticas y políticas, que lo apartaron primero a Sevilla y, años después (1625), a Cuenca. Tirso de Molina, que había empezado a divulgar sus obras de teatro hacia 1605 o antes, hubo de esquivar críticas políticas y religiosas respecto a la ligereza y supuesta inmoralidad de muchas de ellas (sobre todo, las sátiras y las comedias), lo que lo obligó a escribir gran parte de sus textos en el anonimato, cosa que hizo tanto en sus encierros de Sevilla y Cuenca. La reclusión en Cuenca se levantó hacia 1626, pasando después a ostentar diversos cargos eclesiásticos en Trujillo, Madrid, Toledo y Cataluña. Durante la estancia de Tirso en Cataluña, al mismo tiempo que escribía su obra literaria, redactó la crónica de su orden, Historia general de la orden de la Merced. Dicho texto le valió que el papa Urbano VIII le concediera el grado de maestro y cronista general de su orden en 1639, pero nuevos enfrentamientos con miembros mercedarios lo condujeron a un nuevo retiro a Cuenca al año siguiente, de donde sólo saldrá, en 1645, con la encomienda del convento mercedario de Soria, retiro en el que pasará sus últimos años. Tirso de Molina murió en la localidad soriana de Almazán en 1648.

Jornada segunda


(Salen el Rey de Moab, Rut, Orfá, Timbreo, Nisiro y otros.)

Rey ¿Es posible, hija querida,

que cuando para consuelo

de mi vejez afligida

en ti creí darme el cielo

un báculo en que mi vida

sustentase al grave peso

de mi edad y la grandeza

que con el reino intereso,

quieres con esa tristeza

quitarme el descanso y seso?

¿No me bastaba, el cuidado

que en mi larga edad se ve?

¿Cómo de un reino pesado

la carga sustentaré

sobre un báculo quebrado?

¿Qué interior melancolía

eclipsa la luz hermosa

de esa cara que es mi día?

¿Qué cierzo seca la rosa

de esa primavera mía?

¿Qué riguroso pirata,

hurtando al gusto el tesoro,

te aflige y matarme trata,

cuando tus cabellos de oro

daban valor a mi plata?

Un mes ha que en dilaciones

suspendo tu casamiento,

y fingiendo ocupaciones

doy ziguroso tormento

a enamoradas pasiones.

¿Cuándo tras la noche oscura

de ese escondido pesar,

tirano de tu hermosura,

volverá el Sol a alumbrar

de tu cara mi ventura?

¿Cuándo del hermoso espejo

en que mis penas engaño

y mi amor cifrado dejo,

quitarás el triste paño

para mirarse este viejo?

¿Cuándo en tu rostro gentil

cobrarán su resplandor

Rut, el coral y el marfil?

¿Cuándo poblará de flor

tus mejillas el Abril?

¿Y cuándo, en fin, mi deseo

su vejez remozará,

y en los brazos de Himeneo

seguro dormir podrá

el firme amor de Timbreo?

Timbreo No es digna mi suerte dura

que goce sin contrapeso,

señor, tan grande hermosura.

Quíteme su amor el seso,

y su desdén la ventura,

seré amante desdichado,

y tendré que agradecer

menos al amor vendado,

que el pesar con el placer

de mis bodas ha mezclado.

Orfá ¿Es posible, prima mía,

que no sabremos el mal

que destierra tu alegría,

la enfermedad más mortal,

la mayor melancolía?

Remedio buscar procura

y el tormento que hay más grave,

conocido se asegura,

porque el mal que no se sabe

con dificultad se cura.

Habla, que quien comunica

su mal, los dolores mengua,

porque remedios aplica.

La enfermedad toda es lengua

que sus tormentos aplica.

Habla el pulso, la color,

hablan las manos, los ojos,

el destemplado calor,

los suspiros, los enojos,

los desvelos, el dolor.

Solamente en ti se muda

este orden, pues del modo

que tu vida has puesto en duda,

en ti ha enmudecido todo

viendo que padeces muda.

Rey Por mi vida, si es de estima

en ti quien el ser te dió,

por la de tu esposo y prima,

Rut mía, que sepa yo

la pasión que te lastima.

Aclara la confusión

que mi vejez atropella.

OrfáDanos de tu mal razón,

cara prima.

Timbreo Esposa bella,

si yo he sido la ocasión

de ese pesar, que tirano

a dos en uno atormenta,

y sientes darme la mano,

a trueque que estés contenta

quiero perder lo que gano.

Piérdase el reino que espero

por ti esperar; tu belleza

pierda mi amor verdadero,

la esperanza que ya empieza

a secar tu rigor fiero;

la vida que en ti confía

y el gusto que puse en ti;

que, aunque es en ofensa mía,

más quiero perderte a ti

que tú pierdas la alegría.

Rey ¿Qué callando, mi Rut, quieres

dar a mi vejez enojos?

RutPadre, siempre en las mujeres

pueden livianos antojos

tiranizar sus placeres.

¿Quién, padre y señor, creyera,

cuando de tus reinos soy

y tesoros heredera,

que de la pena en que estoy

la causa una joya fuera?

El día que a divertir

salí al campo con Timbreo

penas que suelo sufrir,

que en el mundo no hay deseo

que llegue el gusto a cumplir,

dormida al sonoro acento

de la música süave,

di treguas al pensamiento,

que cerrar los ojos sabe

de un Mercurio el instrumento.

Todos sola me dejaron,

y apenas en varios sueños

mis esperanzas pintaron

gustos agora pequeños,

que al cielo entonces volaron,

cuando perdiendo el decoro

al valor que en mí se ve,

a un extranjero que ignoro

vi que cuando desperté

con más codicia del oro

que de mi cuello pendía

que de mi honor, que temió

su ofensa, mientras dormía

la cadena me quitó

que en más estima tenía.

Quise dar voces, temí

la muerte que amenazaba;

dejésela en fin, y huí

adonde mi gente estaba,

y tanto ha podido en mí

su atrevimiento y mi pena,

que entretanto que el ladrón

darme la suerte no ordena,

que me robó el corazón,

quiero decir la cadena,

no hay, padre, para qué trates

que cobre el gusto perdido

por más que el tiempo dilates.

Mira lo que en mí han podido

mujeriles disparates.

Rey Pues, Rut, ¿por causa tan poca

a perder la salud vienes?

¿Eso a pesar te provoca,

cuando mis tesoros tienes

haciendo ley de tu boca?

Timbreo ¿Una cadena te agravia,

siendo bastante a impedir

tu alegría y eres sabia?

Traslada a Moab a Ofir;

pide a los montes de Arabia

de sus partos abundantes

el acendrado metal;

déte el Asia sus diamantes,

y entre perlas y coral

sus crisólitos brillantes;

bálsamo Egipto destile,

y de ámbar te ofrezca pomas

con que tu pena aniquile;

plata Tarsis, Saba aromas,

seda el persa gusano hile

que teja el medo con oro,

y el múrice después tiña,

y en fe de lo que te adoro

para que tus sienes ciña,

el Sol te dé su tesoro,

que una cadena es bajeza

que eclipse el hermoso Oriente

de tu divina belleza.

RutLuego yo discretamente

os callaba mi tristeza.

No la materia, Timbreo,

cuando sucedo a mi padre,

de la cadena deseo,

sino el dármela mi madre

y el hurtármela un hebreo

de mi pena es la ocasión;

que soy mujer te confieso,

cuya leve inclinación

hace que unas coman yeso,

y que estimen el carbón

otras más que el néctar puro

que a Jove da Ganimedes.

Venganza tomar procuro

de un ladrón que buscar puedes,

y vive en Moab seguro.

¿Qué vellocino a Jasón?

¿qué manzanas de oro pido,

si no en fe de tu afición,

a mi amor agradecido,

que me busques un ladrón?

Timbreo Si en eso no más estriba

tu tristeza, alégrate,

que aunque el vil hebreo viva

en los cielos, subiré,

por servirte, más arriba.

Venid, y en Moab no...