Jornada segunda
(Salen el Rey de Moab, Rut, Orfá, Timbreo, Nisiro y otros.)
Rey ¿Es posible, hija querida,
que cuando para consuelo
de mi vejez afligida
en ti creí darme el cielo
un báculo en que mi vida
sustentase al grave peso
de mi edad y la grandeza
que con el reino intereso,
quieres con esa tristeza
quitarme el descanso y seso?
¿No me bastaba, el cuidado
que en mi larga edad se ve?
¿Cómo de un reino pesado
la carga sustentaré
sobre un báculo quebrado?
¿Qué interior melancolía
eclipsa la luz hermosa
de esa cara que es mi día?
¿Qué cierzo seca la rosa
de esa primavera mía?
¿Qué riguroso pirata,
hurtando al gusto el tesoro,
te aflige y matarme trata,
cuando tus cabellos de oro
daban valor a mi plata?
Un mes ha que en dilaciones
suspendo tu casamiento,
y fingiendo ocupaciones
doy ziguroso tormento
a enamoradas pasiones.
¿Cuándo tras la noche oscura
de ese escondido pesar,
tirano de tu hermosura,
volverá el Sol a alumbrar
de tu cara mi ventura?
¿Cuándo del hermoso espejo
en que mis penas engaño
y mi amor cifrado dejo,
quitarás el triste paño
para mirarse este viejo?
¿Cuándo en tu rostro gentil
cobrarán su resplandor
Rut, el coral y el marfil?
¿Cuándo poblará de flor
tus mejillas el Abril?
¿Y cuándo, en fin, mi deseo
su vejez remozará,
y en los brazos de Himeneo
seguro dormir podrá
el firme amor de Timbreo?
Timbreo No es digna mi suerte dura
que goce sin contrapeso,
señor, tan grande hermosura.
Quíteme su amor el seso,
y su desdén la ventura,
seré amante desdichado,
y tendré que agradecer
menos al amor vendado,
que el pesar con el placer
de mis bodas ha mezclado.
Orfá ¿Es posible, prima mía,
que no sabremos el mal
que destierra tu alegría,
la enfermedad más mortal,
la mayor melancolía?
Remedio buscar procura
y el tormento que hay más grave,
conocido se asegura,
porque el mal que no se sabe
con dificultad se cura.
Habla, que quien comunica
su mal, los dolores mengua,
porque remedios aplica.
La enfermedad toda es lengua
que sus tormentos aplica.
Habla el pulso, la color,
hablan las manos, los ojos,
el destemplado calor,
los suspiros, los enojos,
los desvelos, el dolor.
Solamente en ti se muda
este orden, pues del modo
que tu vida has puesto en duda,
en ti ha enmudecido todo
viendo que padeces muda.
Rey Por mi vida, si es de estima
en ti quien el ser te dió,
por la de tu esposo y prima,
Rut mía, que sepa yo
la pasión que te lastima.
Aclara la confusión
que mi vejez atropella.
OrfáDanos de tu mal razón,
cara prima.
Timbreo Esposa bella,
si yo he sido la ocasión
de ese pesar, que tirano
a dos en uno atormenta,
y sientes darme la mano,
a trueque que estés contenta
quiero perder lo que gano.
Piérdase el reino que espero
por ti esperar; tu belleza
pierda mi amor verdadero,
la esperanza que ya empieza
a secar tu rigor fiero;
la vida que en ti confía
y el gusto que puse en ti;
que, aunque es en ofensa mía,
más quiero perderte a ti
que tú pierdas la alegría.
Rey ¿Qué callando, mi Rut, quieres
dar a mi vejez enojos?
RutPadre, siempre en las mujeres
pueden livianos antojos
tiranizar sus placeres.
¿Quién, padre y señor, creyera,
cuando de tus reinos soy
y tesoros heredera,
que de la pena en que estoy
la causa una joya fuera?
El día que a divertir
salí al campo con Timbreo
penas que suelo sufrir,
que en el mundo no hay deseo
que llegue el gusto a cumplir,
dormida al sonoro acento
de la música süave,
di treguas al pensamiento,
que cerrar los ojos sabe
de un Mercurio el instrumento.
Todos sola me dejaron,
y apenas en varios sueños
mis esperanzas pintaron
gustos agora pequeños,
que al cielo entonces volaron,
cuando perdiendo el decoro
al valor que en mí se ve,
a un extranjero que ignoro
vi que cuando desperté
con más codicia del oro
que de mi cuello pendía
que de mi honor, que temió
su ofensa, mientras dormía
la cadena me quitó
que en más estima tenía.
Quise dar voces, temí
la muerte que amenazaba;
dejésela en fin, y huí
adonde mi gente estaba,
y tanto ha podido en mí
su atrevimiento y mi pena,
que entretanto que el ladrón
darme la suerte no ordena,
que me robó el corazón,
quiero decir la cadena,
no hay, padre, para qué trates
que cobre el gusto perdido
por más que el tiempo dilates.
Mira lo que en mí han podido
mujeriles disparates.
Rey Pues, Rut, ¿por causa tan poca
a perder la salud vienes?
¿Eso a pesar te provoca,
cuando mis tesoros tienes
haciendo ley de tu boca?
Timbreo ¿Una cadena te agravia,
siendo bastante a impedir
tu alegría y eres sabia?
Traslada a Moab a Ofir;
pide a los montes de Arabia
de sus partos abundantes
el acendrado metal;
déte el Asia sus diamantes,
y entre perlas y coral
sus crisólitos brillantes;
bálsamo Egipto destile,
y de ámbar te ofrezca pomas
con que tu pena aniquile;
plata Tarsis, Saba aromas,
seda el persa gusano hile
que teja el medo con oro,
y el múrice después tiña,
y en fe de lo que te adoro
para que tus sienes ciña,
el Sol te dé su tesoro,
que una cadena es bajeza
que eclipse el hermoso Oriente
de tu divina belleza.
RutLuego yo discretamente
os callaba mi tristeza.
No la materia, Timbreo,
cuando sucedo a mi padre,
de la cadena deseo,
sino el dármela mi madre
y el hurtármela un hebreo
de mi pena es la ocasión;
que soy mujer te confieso,
cuya leve inclinación
hace que unas coman yeso,
y que estimen el carbón
otras más que el néctar puro
que a Jove da Ganimedes.
Venganza tomar procuro
de un ladrón que buscar puedes,
y vive en Moab seguro.
¿Qué vellocino a Jasón?
¿qué manzanas de oro pido,
si no en fe de tu afición,
a mi amor agradecido,
que me busques un ladrón?
Timbreo Si en eso no más estriba
tu tristeza, alégrate,
que aunque el vil hebreo viva
en los cielos, subiré,
por servirte, más arriba.
Venid, y en Moab no...