: Eduardo Gutiérrez
: Juan Moreira
: Linkgua
: 9788499531809
: Narrativa
: 1
: CHF 2.60
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 232
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
La novela Juan Moreira, de Eduardo Gutiérrez, tuvo gran popularidad y fue llevada al teatro, el cine y el cómic. Moreira (Flores 1829-Lobos, 1874) fue un gaucho argentino. Su padre fue el mazorquero José Custodio, un español que integró el Cuerpo de Serenos, célebre por su crueldad. Se afirma que el mismo Rosas le entregó al padre de Moreira un sobre cerrado con la orden de que lo llevase al comandante de los cuarteles de Santos Lugares. El sobre contenía la orden de ajusticiar de inmediato al portador, y así sucedió. Durante casi treinta años Juan Moreira tuvo una vida tranquila, dedicado al trabajo rural. Su casamiento con 'la Vicenta' marcó el inicio de su tragedia pues el teniente alcalde de la zona -conocido como Don Francisco- también estaba enamorado de ella. Primero Don Francisco le impuso una multa de 500 pesos por no solicitar una autorización para festejar la boda. Por entonces Moreira había prestado al almacenero del pueblo, unos 10.000 pesos; este se negaba a devolver el préstamo y Moreira lo denunció ante el teniente alcalde. El supuesto deudor negó los hechos y Moreira fue castigado esta vez con cuarenta y ocho horas de reclusión. Moreira juró dar una puñalada por cada 1.000 pesos de deuda y cumplió su promesa en un duelo a cuchillo. Luego peleó contra Don Francisco y cuatro soldados dando muerte a Don Francisco y a dos soldados más. Juan Moreira recorrió las ciudades de Navarro, General Las Heras, Lobos, 25 de Mayo y pasó algún tiempo en las tolderías del Cacique Coliqueo. A su regreso, continuó su vida errante y se enfrentó a las fuerzas del orden. En abril de 1874 el gobernador de la provincia de Buenos Aires envió a la policía, y Moreira quedó rodeado en el almacén y pulpería 'La Estrella'. Allí peleó con todas sus mañas y en la huida fue herido de muerte por una bayoneta de un policía que perforó su pulmón izquierdo. Aun así, Moreira alcanzó a disparar su trabuco hiriendo en la cara al policía, quien perdió un ojo y cuatro dedos de un hachazo.

Eduardo Gutiérrez (1851-1889). Argentina. Su novela Juan Moreira tuvo gran popularidad y fue llevada al teatro, el cine y el cómic. Entre sus otras obras, figuran El Chacho, Hormiga Negra, Santos Vega, Juan Cuello y Croquis y Siluetas Militares.

Juan Moreira


Como fiera perseguida

piso una senda de abrojos,

sin sueño para mis ojos,

ni venda para mi herida;

sin descanso ni guarida,

ni esperanza, ni piedad,

y en fúnebre soledad

a mi dolor amarrado,

voy a la muerte arrastrado

por mi propia tempestad.

R. Gutiérrez,

Lázaro

Juan Moreira es uno de esos seres que pisan el teatro de la vida con el destino de la celebridad; es de aquellos hombres que, cualquiera que sea la senda social por donde el destino encamine sus pisadas, vienen a la vida poderosamente tallados en bronce.

Moreira no ha sido el gaucho cobarde encenagado en el crimen, con el sentido moral completamente pervertido.

No ha sido el gaucho asesino que se complace en dar una puñalada y que goza de una manera inmensa viendo saltar la entraña ajena desgarrada por el puñal.

No; Moreira era como la generalidad de nuestros gauchos; dotado de un alma fuerte y un corazón generoso, pero que lanzado en las sendas nobles, por ejemplo, al frente de un regimiento de caballería, hubiera sido una gloria patria; y que empujado a la pendiente del crimen, no reconoció límites a sus instintos salvajes despertados por el odio y la saña con que se le persiguió.

Moreira sabía que peleando defendía su vida amenazada de muerte, y peleaba de una manera frenética, y haciendo lujo de un valor casi sobrehumano.

Moreira tenía los sentimientos tiernos e hidalgos que acompañan siempre al hombre realmente bravo.

Educado y bien dirigido, cultivadas con esmero su propensión guerrera y su astucia, inherente a la mayor parte de nuestros gauchos, ya lo hemos dicho, hubiera hecho una figura gloriosa.

Hasta la edad de treinta años fue un hombre trabajador y generalmente apreciado en el partido de Matanzas, donde habitó hasta aquella edad, cuidando unas ovejas y unos animales vacunos, que constituían su pequeña fortuna.

Domador consumado, se ocupaba en amansar aquellos potros que, por indomables, llevaban a su puesto con aquel objeto.

No concurría a las pulperías sino en los días de carreras en que iba a ellas montado sobre un magnífico caballo parejero, aperado con ese lujo del gaucho que reconcentra toda su vanidad en las prendas con que adorna su caballo en los días de paseo.

Nunca se le había visto beber con exceso, ni andando en aquellas fatales parrandas de los gauchos donde nacen las peleas que terminan generalmente enterrando un cadáver más en el cementerio y proporcionando una nueva alta a los cuerpos de caballería que guarnecen las fronteras, cuerpos de línea que guardan las leyendas más tristes de pobres gauchos enviados allí con el pretexto de ser vagos y no tener hogar conocido.

Pero dejemos aquellas fúnebres historias, de que algún día nos ocuparemos, y volvamos a Juan Moreira.

Si alguna vez se le vio desnudar su daga y guardarla en la cintura sucia de sangre, era cuando mezclado a la guardia nacional salía en persecución de alguna invasión de indios que hubiera venido a los partidos vecinos.

En esos días en que los buenos guardias nacionales abandonaban el lazo y la marca para seguir al comandante militar del partido, Moreira se presentaba montado en su mejor caballo, llevando de tiro a su soberbio parejero.

En el combate se lucía, en la persecución siempre salía adelante en alas de su caballo que parecía volar, y concluido el combate y derrotada la indiada, regresaba a su puesto sin pedir la menor recompensa, apreciando lo que acababa de hacer como el cumplimiento de una obligación ineludible.

En ese género de correrías se había conquistado el nombre de El Guapo, con que lo distinguían aun fuera de su pago, llegando