: Luis Alberto de Cuenca
: Luis Miguel Suárez
: Libros contra el aburrimiento
: Reino de Cordelia
: 9788493921200
: 1
: CHF 8.00
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: Essays, Feuilleton, Literaturkritik, Interviews
: Spanish
: 720
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Durante las últimas décadas, Luis Alberto de Cuenca ha colaborado asiduamente como columnista y crítico literario del diario ABC. Juramentado contra el aburrimiento, sus gustos literarios saltan del clasicismo a lo popular: Homero y Virgilio caminan de la mano con el Príncipe Valiente y Shakespeare acude del brazo de Tarzán a ver la última película de Quentin Tarantino. Esa pasión por lo que otros han dado despectivamente en denominar literatura 'de género' caracteriza una visión del mundo moderna y divertida, donde se invita al lector, a recorrer sendas que a él le han fascinado previamente.

Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950) Profesor de Investigación del CSIC, posee una importante obra como poeta, ensayista y traductor. Entre sus volúmenes de ensayos y análisis literario destacan Necesidad del mito (1976 y 2008), El héroe y sus máscaras (1991), Etcétera (1993), Señales de humo (1999), Álbum de lecturas (1996), De Gilgamés a Francisco Nieva (2005) y Nombres propios (2011). Su libro de poesía La caja de plata (1985) obtuvo el Premio de la Crítica y ha sido recogido junto a la mayor parte de su obra poética en Los mundos y los días, cuya tercera edición fue publicada en 2007. Su poemario La vida en llamas (2006) fue galardonado con el premio Ciudad de Melilla. Recientemente ha publicado La mujer y el vampiro, El reino blanco y El cuervo y otros poemas góticos. En 1989 obtuvo el Premio Nacional de Traducción por su versión del Cantar de Valtario. Ha sido director de la Biblioteca Nacional y Secretario de Estado de Cultura, y en 2006 obtuvo el Premio de Literatura de la Comunidad de Madrid. Ha editado y traducido en Rey Lear los Cuentos de hadas de Charles Perrault ilustrados por Lucien Laforge, y entre las antologías de su obra destaca Hola, mi amor, yo soy el Lobo... (Rey Lear, 2009), libro ilustrado por el dibujante Miguel Ángel Martín. Su obra ha sido traducida al francés, alemán, italiano, inglés y búlgaro.

I. Oriente


El cuento más antiguo del mundo


EL CUENTO MÁS ANTIGUO del mundo es laEpopeya de Gilgamesh, un apasionante relato que empezó a urdirse en Mesopotamia enépoca sumeria, allá por el tercer milenio antes de Cristo, y cuya versión más completa se nos ha conservado en once tablillas de escritura cuneiforme—la duodécima la ponen en cuestiónúltimamente muchos estudiosos— que formaron parte de la biblioteca del palacio de Nínive, la antigua capital de Asiria, en tiempos del gran rey Asurbanipal (668-627 a. C.). Dichas tablillas fueron encontradas, tras laboriosa excavación, junto con otras veinticinco mil, por el viajero inglés Austen Henry Layard a mediados del siglo XIX y enviadas al Museo Británico, donde se custodian desde entonces.
He leído casi todo lo que se puede leer, sin incurrir en la pedantería ni en la hiperespecialización, sobre el bueno de Gilgamesh, a quien incluso he cometido la sinrazón de llamarlo, en alguna ocasión, Gilgamés, cuando lo suyo es que se pronuncie con acento inicial,Gílgamesh, lo mismo que su amigo Enkidu debe pronunciarseÉnkidu si uno quiere acercarse a la fonética acadia (que está en su derecho de hacerlo). De modo que cualquier publicación que aparezca sobre la epopeya más vieja del planeta llama inmediatamente mi atención. En español contamos, que yo sepa, con dos traducciones deGilgamesh, sólo dos, realizadas a partir del acadio original: la de Jorge Silva Castillo (Gilgamesh o la angustia por la muerte, México, Colegio de México, 1995) y la de Joaquín Sanmartín (Epopeya de Gilgamesh, rey de Uruk, Madrid, Trotta, 2005), siendo estaúltima la mejor y la más fiable.
Esta versión de Mitchell, pulquérrimamente editada por Alianza y muy bien traducida por Javier Alonso, no está traducida directamente de las tablillas originales, pero es muy elegante desde el punto de vista estilístico, incluye una excelente introducción, más de cien páginas de notas exegéticas, una bibliografía y un glosario, y constituye una estupenda guía de iniciación para todos aquellos que lo ignoran todo acerca de Gilgamesh y se acercan por vez primera a sus extraordinarias aventuras. Oigamos lo que ha intentado Stephen Mitchell:“Emprendí esta versión deGilgamesh porque nunca me ha convencido el lenguaje de ninguna de las traducciones que he leído. Quería encontrar una voz genuina para el poema: palabras que fueran suficientementeágiles y musculosas para transmitir la potencia de la historia.”
¡Y vaya si lo ha conseguido! En su versión, la epopeya está tan viva como si hubiese sido escrita ayer por la tarde, a la hora del té con pastas. Vale la pena comprobarlo.
Gilgamesh. Versión de Stephen Mitchell.
Traducción de Javier Alonso López.
Madrid, Alianza, 2008.

LaBiblia de los Setenta


SIN LABIBLIA, LA CULTURA OCCIDENTAL no sería más que el“sueño de una sombra”, tomando prestada la definición que del hombre da Píndaro (Píticas, VIII, 96) y que tanto suelo citar en prosa y en verso. LaBiblia es el terreno firme donde se asienta nuestraWeltanschauung, seamos creyentes o agnósticos, cristianos o judíos, cultos o incultos, rubios o morenos. Sin el conocimiento de los libros que componen laBiblia no es posible entender prácticamente nada de lo que ocurre (porque en los cuadros pasan muchísimas cosas) en una buena parte de la pintura europea delúltimo milenio. LaBiblia es nuestro sustrato espiritual, nuestro alimento primordial—junto con los grandes autores grecolatinos— desde el punto de vistaético y estético, la referenciaúltima que tenemos a la hora de explicarnos el sentido y la forma de nuestra manera de ser y de entender lo que nos rodea, la configuración de nuestra estructura mental. Sin laBiblia no seríamos como somos.
Que laBiblia se escribió en hebreo parece y es una auténtica perogrullada, pero lo que quizá no sabe todo el mundo es que laSeptuaginta es la primera traducción de laBiblia hebrea a cualquier otra lengua, en este caso al griego, durante el reinado del segundo de los Ptolomeos (oPtolemeos, que es como debería decirse en español), el apodado Filadelfo, o sea,“el que ama a sus hermanos”, entre 285 y 246 antes de Cristo y en la ciudad de Alejandría. Dicha traducción pasó a ser laBiblia oficial de los cristianos hasta que, en el siglo V d. C., fue destronada en Occidente por la versión de San Jerónimo al latín, conocida comoVulgata y adoptada de forma universal por la liturgia católica hasta que, hace unos años, se vio sustituida por las diferentes lenguas vernáculas. Los autores de laSeptuaginta habrían sido setenta (de ahí su nombre) sabios judíos fuertemente helenizados que vivían en Alejandría en aquella prodigiosa etapa histórica que vio alzarse en dicha ciudad la célebre Biblioteca y el no menos famoso Museo, en uno de esos momentosúnicos, míticos e irrepetibles de la cultura universal.
Natalio Fernández Marcos, máximo especialista en la historia del texto bíblico y coordinador (junto con María Victoria Spottorno) de una nueva traducción—en curso— al castellano de laBiblia griega, nos cuenta en este libro, con tanta erudición como amenidad, los avatares de laSeptuaginta desde que se redactó hasta nuestros días. El resultado no puede ser más satisfactorio.
Natalio Fernández Marcos,Septuaginta.
La Bibliagriega de judíos y cristianos.
Salamanca, Sígueme, 2009.

Firdusi en español


ELLIBRO DE LOSREYES OSHAHNAMEH es una joya de la literatura universal. Lo compuso un persa llamado Firdusi o Ferdousí, un genio de las letras que nació en la ciudad de Tus, en Jorasán, al nordeste de Irán, hacia el año 935 después de Cristo, falleciendo más de ochenta años después, hacia 1020. Lo que Firdusi se propone en elShahnameh es cantar las gestas de los viejos reyes iranios, recuperando más de mil años de historia patria y, con ellos, el espíritu de la Persia anterior a la conquista de Irán por losárabes (siglo VII d. C.). El poema, que consta de unos 50.000 dísticos o pareados endecasilábicos (el tamaño de sieteIlíadas, más o menos), tiene en el héroe Rostam, hijo de Zal, su Aquiles particular y ha sido—que yo sepa— traducido al inglés, al francés, al alemán, al italiano y al ruso, pero nunca al español. Esta insoportable carencia—habitual en un país como el nuestro, donde ha habido y h