: C.S. Lewis
: Cautivado por la Alegría
: Ediciones Encuentro
: 9788499207599
: 1
: CHF 8.80
:
: Biographien, Autobiographien
: Spanish
: 192
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Cautivado por la Alegría es la narración autobiográfica que C.S. Lewis escribió para responder a las numerosas peticiones que le llegaron para que relatara su proceso de conversión al cristianismo. Se remonta para ello a su propia infancia, de modo que 'cuando llegue explícitamente la crisis espiritual, el lector pueda comprender qué clase de persona me habían hecho mi infancia y adolescencia'. Como indica el propio autor, se trata de una historia 'insoportablemente personal' que, como ocurre con todo relato verdadero, una vez que se ha comenzado a leer, cuesta trabajo interrumpir su lectura. Es como si el lector asistiera a las investigaciones de un detective que quiere ir al fondo de un 'caso' apasionante. Y todo ello presentado con la gracia poética y la fuerza narrativa de uno de los más grandes escritores de habla inglesa del siglo XX.

C.S. Lewis nació en Irlanda en 1898. Se educó durante un año en el Malvern College y después en otros colegios privados. En Oxford obtuvo las máximas calificaciones durante tres años consecutivos. Fue miembro y tutor del Magdalen College entre 1925 y 1954. En 1954 ingresó en Cambridge como catedrático de literatura medieval y renacentista; fue un profesor emiente y famoso que ejerció una influencia profunda y duradera sobre sus alumnos. Lewis fue ateo durante muchos años. En Cautivado por la Alegria describe su conversión:'Hacia la festividad de la Trinidad de 1929 cedí y admití que Dios era Dios..., quizá fuera el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra'. Fue esta experiencia la que le ayudó a comprender, no sólo la apatía, sino la repugnancia activa para abrazar la religión; como escritor cristiano no tiene igual, por su mente excepcionalmente brillante y lógica y por su estilo lúcido y vivo. The Problem of Pain, The Screwtape Letters, Mere Christianity, The Four Loves y los póstumos Letters to Malcolm y Chiefly on Prayer son algunos de sus libros más vendidos. También escribió libros para niños y algunos de ciencia ficción, además de numerosos trabajos de crítica literaria. Murió el 22 de noviembre de 1963 en su casa de Oxford.

II. EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN


Aritmética con«regletas».
(Suplemento educativo, Times, 19 de noviembre de 1954)

Clop-clop-clop-clop... vamos en un coche estupendo por los adoquines irregulares de las calles de Belfast durante el crepúsculo húmedo de una tarde de septiembre de 1908; mi padre, mi hermano y yo. Voy al colegio por primera vez. Estamos muy desanimados. Mi hermano, que tiene más razón para estar así porqueél sí sabe lo que nos espera, no manifiesta abiertamente sus sentimientos. Ya es un veterano. Quizá yo me sienta algo más animado por esta ligera excitación. Lo más importante en este momento es el horrible uniforme que me han hecho llevar. Esta mañana, sólo hace dos horas, yo corría, libre, en pantalones cortos, chaqueta y zapatillas. Ahora estoy sofocado y sudando por una gruesa tela oscura; además me pica; estoy ahogado por un cuello de Eton; ya me duelen los pies por unas botas a las que no estoy acostumbrado. Llevo unos bombachos que se abrochan en la rodilla. Todas las noches durante unas cuarenta semanas al año, y durante muchos años, cuando me desnude, voy a ver la marca roja que dejan estos botones en mi carne, y voy a sentir el escozor que producen. Lo peor de todo es el bombín, que parece estar hecho de hierro y me oprime la cabeza. He leído sobre niños que, en el mismo apuro, dan la bienvenida a estas cosas como señales de que se han hecho mayores; yo no me siento así. Hasta entonces nada me había demostrado que fuera mejor ser un escolar que un niño pequeño, o que fuera mejor ser un hombre que un escolar. Mi hermano, durante las vacaciones, nunca hablaba demasiado del colegio. Mi padre, en quien lógicamente confiaba, representaba la vida del adulto como una vida de esclavitud incesante bajo la continua amenaza de la ruina económica. En esto no tenía la menor intención de engañarnos. Su temperamento era tal que cuando exclamaba, como hacía a menudo:«pronto no nos quedará más que el trabajo de la casa», momentáneamente se creía, o al menos sentía, lo que decía. Yo me lo tomaba todo al pie de la letra y tenía una idea de la vida adulta de lo más pesimista. Mientras tanto, ponerme el uniforme del colegio, lo sabía muy bien, era ponerme un uniforme de presidiario.

Llegamos al muelle y embarcamos en el viejo«Fleetwood»; después de dar unas vueltas por cubierta, mi padre se despide de nosotros. Está profundamente emocionado;¡Dios mío!, yo estoy aturdido y medio inconsciente. Una vez que se ha ido a tierra nos animamos algo más. Mi hermano empieza a aleccionarme sobre el barco y a hablarme de los otros que vemos. Es un viajero avezado y un hombre de mundo consumado. Insensiblemente se va apoderando de mí una cierta excitación agradable. Me gustan el puerto y las luces de estribor reflejados en el agua manchada de aceite, el ruido de los chigres, el olor espeso que sale por la claraboya de la sala de máquinas. Zarpamos. Un espacio negro se ensancha entre nosotros y el muelle; siento la vibración de las hélices bajo mis pies. En seguida nos vamos alejando de Lough; nuestros labios saben a sal; en ese grupo de luces de popa, que se apartan de nosotros, queda todo lo que yo he conocido. Más tarde, una vez que nos hemos retirado a nuestras literas, el viento empieza a soplar. Es una noche agitada y mi hermano está mareado. Absurdamente le envidio este logro. Se está comportando como deben hacerlo los viajeros avezados. Tras grandes esfuerzos consigo vomitar; pero es una tontería; era y sigo siendo un navegante obstinadamente bueno.

Ningún inglés podrá entender mis primeras impresiones de Inglaterra. Cuando desembarcamos, supongo que hacia las seis de la mañana del día siguiente (aunque parecía ser media noche) me encontré con un mundo ante el que reaccioné con un odio inmediato. Las llanuras de Lancashire a la luz de la madrugada son realmente deprimentes; para mí eran como las lomas de Styx. El extraño acento inglés que me rodeaba me sonaba como las voces de los demonios. Pero lo peor fue el paisaje inglés desde Fleetwood a Euston. Incluso ahora que soy adulto todavía me parece que esa carretera corre a través de la franja de tierra más monótona y menos amistosa de la isla. Pero a un niño que siempre había vivido cerca del mar y frente a grandes cordilleras le parecía como supongo que Rusia podría parecerle a un niño inglés.¡La llanura!¡Lo interminable!¡Millas y millas de tierra sin final, que te encierran lejos del mar, que te aprisionan, que te sofocan! Todo estaba mal: vallas de madera en vez de muros y cercas de piedra, granjas de ladrillo rojo en vez de casas de campo blancas, campos demasiado grandes, almiares deformes. Bien dice elKalevala que la madera del piso de la casa del forastero está llena de nudos. Me he reconciliado con Inglaterra desde entonces, pero en aquel momento le tomé un odio que tardé muchos años en superar.

Nuestro punto de destino era la pequeña ciudad de..., llamémosla Belsen, en Hertfordshire. Lamb lo llama el«verde Hertfordshire», pero no era verde para un niño criado en County Down. Era un Hertfordshire llano, un Hertfordshire duro, un Hertfordshire de tierra amarilla. Hay la misma diferencia entre el clima de Irlanda y el de Inglaterra que entre el de Inglaterra y el del Continente. El clima de Belsen era mucho más característico que cualquiera de los que había conocido antes; allí vi por primera vez la escarcha glacial y la niebla hiriente, sentí el calor asfixiante y oí truenos descomunales. Allí, a través de las ventanas sin cortinas del dormitorio, descubrí, por primera vez, la belleza pálida de la luna llena.

El colegio, cuando llegué, contaba con unos ocho o nueve internos y otros tantos externos. Los deportes organizados, excepto los interminables partidos derounder1 en la gran piedra que constituía el campo, llevaban largo tiempo a punto de morir y finalmente, al poco de mi llegada, fueron abandonados. Sólo nos bañábamos una vez a la semana en el cuarto de baño. Yo ya hacía ejercicios de latín (como me enseñó mi madre) cuando llegué allí en 1908, y seguía haciéndolos cuando salí en 1910; nunca tuve delante un autor romano. Elúnico elemento estimulante en la enseñanza consistía en unas pocas palmetas, muy bien utilizadas, que colgaban del manto verde de hierro de la chimenea delúnico aula. El profesorado estaba formado por el director y propietario del centro (al que llamábamos Oldie), su hijo mayor (Wee-Wee) y un ayudante. Los ayudantes se sucedían unos a otros con gran rapidez; uno llegó a durar menos de una semana. Otro fue despedido en presencia de los alumnos por un Oldie tan enfadado que, si no hubiera sido por lasórdenes religiosas que profesaba, le hubiera tirado escaleras abajo. Esta curiosa escena tuvo lugar en el dormitorio, aunque no puedo recordar por qué. Todos los ayudantes (excepto el que estuvo menos de una semana) estaban claramente tan atemorizados por Oldie como nosotros mismos. Pero llegó el momento en que ya no hubo más ayudantes y la hija menor de Oldie se hizo cargo de los alumnos más pequeños. Para entonces sólo quedábamos cinco internos y, finalmente, Oldie dejó su colegio y buscó otra forma de curar almas. Fui uno de losú