––Mi her… her… ma… mano, sí.
––Está amenazado de un desastre…
––¿Se… se… le llama de… de… desastre?
––Sí. Cuando su quiebra resulta inminente, el Tribunal de Comercio competente (fíjese usted), tiene la facultad, mediante un juicio, de nombrar liquidadores para su casa de comercio. Una cosa es liquidar y otra quebrar, ¿comprende usted? Presentándose en quiebra un hombre se deshonra; pero suspendiendo pagos y poniéndose en liquidación, salva el honor.
––Va di … di… diferencia de una co… co… cosa a o… otra,si … no sa… sa… sale más caro ––dijo Grandet.
––Una liquidación puede hacerse también sin intervención del Tribunal de Comercio. Porque –– dijo el presidente sorbiendo su rapé ––, ¿cómo se declara una quiebra?
––Sí, yo no me… me… lo he preguntado nunca ––dijo Grandet.
––Primeramente, por la presentación del balance ––repuso el magistrado–– en la fiscalía del tribunal, cosa que hace el propio comerciante o su apoderado,, debidamente inscrito. En segundo lugar, a requerimiento de los acreedores. Ahora bien; si el comerciante no presenta el balance ni acreedor alguno requiere al tribunal para que declara al susodicho negociante en . quiebra, ¿qué es lo que sucede?
––Eso… ¿qué… qué… sucede?
––Entonces la familia del difunto, sus representantes, sus derecho habientes, o el negociante, si no está muerto, o sus amigos, si se halla escondido, liquidan. ¿Quizá quiere usted liquidar los asuntos de su hermano? ––preguntó el presidente.
––¡Ah, Grandet! –– exclamó el notario––; esto sí que estaría bien. Aún queda pundonor en nuestras provincias. Si logra usted salvar su nombre, pues que de su nombre se trata, será usted un hombre