: Lope de Vega
: El perro del hortelano
: e-artnow
: 9788074842122
: 1
: CHF 1.80
:
: Dramatik
: Spanish
: 165
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Este ebook presenta 'El perro del hortelano', con un sumario dinámico y detallado. El perro del hortelano es una comedia palatina de Lope de Vega, publicada en Madrid, supuestamente en 1618. En esta novela se narra la historia de una reina que se enamora de un hombre de condición social inferior. Diana, condesa de Belflor, descubre los amores entre su dama Marcela y su secretario Teodoro. Nada más consentir el compromiso, se siente atraída por Teodoro, y como no puede casarse con él, al ser de clase inferior, tampoco quiere que se case con Marcela. Teodoro aspira a convertirse en conde casándose con Diana, y es su criado Tristán quien le resuelve el problema, haciéndolo pasar por el hijo secuestrado del conde Ludovico. Así, las clases sociales se igualan y el matrimonio puede efectuarse. Félix Lope de Vega y Carpio (1562 - 16351) fue uno de los más importantes poetas y dramaturgos del Siglo de Oro español y, por la extensión de su obra, uno de los más prolíficos autores de la literatura universal. Se le atribuyen unos 3.000 sonetos, 3 novelas, 4 novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos, y varios centenares de comedias.

Acto II


Salen el CONDE FEDERICO y LEONIDO, criado.

FEDERICO
¿Aquí la viste?
LEONIDO
Aquí entró
como el alba por un prado, que a su tapete bordado la primera luz le dio; y según la devoción, no pienso que tardarán, que conozco al capellán y es más breve que es razón.
FEDERICO
¡Ay, si la pudiese hablar!
LEONIDO
Siendo tú su primo, es cosa acompañarla forzosa.
FEDERICO
El pretenderme casar ha hecho ya sospechoso mi parentesco, Leonido, que antes de haberla querido nunca estuve temeroso.
Verás que un hombre visita una dama libremente por conocido o pariente mientras no la solicita, pero en llegando a querella, aunque de todos se guarde, menos entra, y más cobarde, y apenas habla con ella.
Tal me ha sucedido a mí con mi prima la Condesa, tanto, que de amar me pesa, pues lo más del bien perdí, pues me estaba mejor vella tan libre como solía.

(Salen el MARQUÉS RICARDO y CELIO.)

CELIO
A pie digo que salía, y alguna gente con ella.
RICARDO
Por estar la Iglesia enfrente y por preciarse del talle ha querido honrar la calle.
CELIO
¿No has visto por el Oriente salir, serena mañana, el sol con mil rayos de oro, cuando dora el blanco Toro que pace campos de grana (que así llamaba un poeta los primeros arreboles)?
Pues tal salió, con dos soles, más hermosa y más perfecta, la bellísima Diana, la condesa de Belflor.
RICARDO
Mi amor te ha vuelto pintor de tan serena mañana, y hácesla sol con razón, porque el sol, en sus caminos, va pasando varios signos que sus pretendientes son.
Mira que allí Federico aguarda sus rayos de oro.
CELIO
¿Cuál de los dos será el Toro a quien hoy al sol aplico?
RICARDO
Él, por primera afición, aunque del nombre se guarde, que yo, para entrar más tarde, seré el signo de León.
FEDERICO
¿Es aquel Ricardo?
LEONIDO
Él es.
FEDERICO
Fuera maravilla rara que deste puesto faltara.
LEONIDO
¡Gallardo viene el Marqués!
FEDERICO
No pudieras decir más si tú fueras el celoso.
LEONIDO
¿Celos tienes?
FEDERICO
¿No es forzoso?
De alabarle me los das.
LEONIDO
Si a nadie quiere Diana, ¿de qué los puedes tener?
FEDERICO
De que le puede querer, que es mujer.
LEONIDO
Sí, mas tan vana,
tan altiva y desdeñosa, que a todos os asegura.
FEDERICO
Es soberbia la hermosura.
LEONIDO
No hay ingratitud hermosa.
CELIO
Diana sale, señor.
RICARDO
Pues tendrá mi noche día.
CELIO
¿Hablarasla?
RICARDO
Eso querría,
si quiere el competidor.

(Salen OTAVIO, FABIO, TEODORO, la CONDESA y, detrás, MARCELA, DOROTEA, ANARDA, con mantos. Llegue el CONDE por un lado.)

FEDERICO
Aquí aguardaba con deseo de veros.
DIANA
Señor Conde, seáis muy bien hallado.
RICARDO
Y yo, señora, con el mismo agora a acompañaros vengo y a serviros.
DIANA
Señor Marqués, ¿qué dicha es esta mía?
¡Tanta merced…!
RICARDO
Bien debe a mi deseo
vuseñoría este cuidado.
FEDERICO
Creo
que no soy bien mirado y admitido.
LEONIDO
Háblala, no te turbes.
FEDERICO
¡Ay, Leonido!
Quien sabe que no gustan de escuchalle, ¿de qué te admiras que se turbe y calle?

(Todos se entren por la otra puerta, acompañando a la CONDESA, y quede allí TEODORO.)

TEODORO
Nuevo pensamiento mío desvanecido en el viento, que, con ser mi pensamiento, de veros volar me río, parad, detened el brío, que os detengo y os provoco porque, si el intento es loco, de los dos lo mismo escucho, aunque donde el premio es mucho el atrevimiento es poco; y si por disculpa dais que es infinito el que espero, averigüemos primero, pensamiento, en qué os fundáis.
¿Vós a quien servís amáis?
Diréis que ocasión tenéis si a vuestros ojos creéis, pues, pensamiento, decildes que sobre pajas humildes torre de diamante hacéis.
Si no me sucede bien, quiero culparos a vós, mas teniéndola los dos, no es justo que culpa os den, que podréis decir también, cuando del alma os levanto y de la altura me espanto donde el amor os subió, que el estar tan bajo yo os hace a vós subir tanto.
Cuando algún hombre ofendido al que le ofende defiende, que dio la ocasión se entiende del daño que os ha venido, sed en buenhora atrevido, que aunque los dos nos perdamos esta disculpa llevamos: que vós os perdéis por mí y que yo tras vós me fui sin saber adónde vamos.
Id en buenhora aunque os den mil muertes por atrevido, que no se llama perdido el que se pierde...